Domingo 16 Tiempo Ordinario
“Mis ovejas escuchan mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen”
La liturgia de hoy centra nuestra atención en la figura de Dios-Pastor de su pueblo y más tarde
en la figura del Mesías-Pastor. Este es un tema repetido tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento y nos enseña que el Señor cuida de nosotros así como el pastor cuida de sus
ovejas.
En la Primera Lectura (Jer. 23,1-6) es elogiado el buen pastor y es condenado el mal pastor,
que es el que descuida a sus ovejas y no procura para ella el bien. Son aquellos que las
pierden y dispersan, los que no se ocupan con amor del cuidado de sus ovejas. El propio Dios
por boca de Jeremías condena la conducta de los malos pastores: “Ay de los pastores que
dispersan y dejan perecer las ovejas –el Pueblo de Dios – de mi rebao” (Ib. 1). En lugar de
cuidarlas y reunirlas, las dispersan; y muchas se pierden, no las guardan, las dejan perecer, y
por eso Dios, el Seor, los castigará. Dios mismo tomará a su cuidado “el resto de sus ovejas”
(Ib. 3) y las confiará a pastores más dignos y suscitará de la Casa de David “un vástago
legítimo” (Ib. 5), el Mesías, el rey pastor, bajo cuyo cuidado las ovejas perdidas de Israel serán
definitivamente reunidas y gozarán de seguridad, justicia y paz. Este pastor cuida de sus
ovejas, las conoce por su nombre, las llama y reúne, las protege de los peligros y las alimenta
con pastos sustanciosos, con la vida de Dios.
En el Evangelio de hoy (Mc. 6, 30-34) Jesús, Buen Pastor, mira con especial interés a quienes
serán los pastores de su pueblo y reúne en torno a sí a los apóstoles, a quienes después de las
áridas jornadas, los invita a estar junto a Él para reposar de las fatigas de la misin: “vengan
ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco” (Ib. 30). No se puede trabajar
apostólicamente con fecundidad sin un tiempo de reposo junto al Pastor. El Maestro, Buen
Pastor, infunde a sus pastores la fuerza de Dios que necesitan para pastorear a su pueblo. Es
una pausa de oración y de reflexión de la Palabra de Dios, para hacerla parte de su propia vida
y para que ellos sean expresión cabal de esa Palabra.
Jesús sabe que la fatiga de los pastores de su Iglesia será grande y por eso es necesario este
descanso espiritual. Dice el Evangelio que la actividad de Jesús era tan intensa “que no
encontraban tiempo ni para comer” (Ib. 31) y cuando Jesús se retira buscando el descanso, lo
vuelven a encontrar y San Marcos apunta la reacción de Jesús: “le dio lástima porque andaban
como ovejas sin pastor y se puso a ensearles con calma” (Ib. 34). Jesús se entrega
totalmente a su rebaño, como se entregó totalmente en la cruz, olvidándose de sí mismo para
adoctrinar y enseñar al rebaño que el Padre le confió.
Jesús es el Buen Pastor que da su vida por las ovejas y esta realidad debe ser imitada por
quienes serán los pastores en la Iglesia, no solamente los sacerdotes y los obispos sino todos
los que están llamados a ocupar un puesto particular en las comunidades, como así también
quienes deben conducir una familia, una sociedad o cualquier otra realidad del bien común.
Todos estamos llamados a vivir en comunión, unidos a la persona de Jesucristo y en Él todos
hijos del mismo Padre en el mismo Espíritu.
Que María Virgen nos haga dóciles para escuchar la palabra de Jesús buen Pastor y podamos
seguirlo en fidelidad.
+ Marcelo Raúl Martorell
Obispo de Puerto Iguazú