“prefiero la misericordia al sacrificio”
San Mateo 12, 1-8
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
SÓLO EL CORAZÓN BUENO ES CAPAZ DE COMPRENDER EL VERDADERO SENTIDO
DE LA LEY
Jesús es el amigo del hombre, su verdadero salvador y liberador. Jesús le ha dado su auténtico
sentido a la vida humana y ha mostrado su importancia y su dignidad, superiores a cualquier
cosa, ley o prescripción, incluso religiosa. El evangelista Marcos, en el pasaje paralelo de las
espigas, añade esta frase lapidaria de Jesús: «El sábado ha sido hecho para el hombre, no el
hombre para el sábado» (Mc 2,27). Es una frase liberadora que pone en su justo lugar a las
personas y a las cosas, ordenando las segundas al bien de las primeras.
La religión, por su parte, se puede convertir también, a veces, en una carga, en una opresión,
en una esclavitud. La ley misma, fundamento de la religiosidad del Antiguo Testamento, si es
considerada exclusivamente en su aspecto literal, sin el Espíritu, se vuelve —según san
Pablo— una carga y una maldición de la que debe liberarse el cristiano, porque Cristo «nos ha
rescatado de la maldición de la ley» (Gal 3,13). El Señor Jesús ha roto todas las cadenas que
ataban y humillaban al hombre:
«Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo. Permaneced, pues, firmes y no os dejáis
someter de nuevo al yugo de la esclavitud» (Gal 5,1). Con esta liberación, Cristo nos ha dado la
libertad interior, exenta de constricciones y legalismos, y con ella el verdadero creyente, bajo la
acción del Espíritu Santo, construye su personalidad cristiana.
Sólo el corazón bueno es capaz de comprender el verdadero sentido de la ley, que mira a la
gloria de Dios y al bien del hombre; y es capaz de comprender asimismo que sólo en la
misericordia y en la bondad con el prójimo se encuentra el hilo conductor de la auténtica
voluntad divina .
ORACION
Oh Señor, amigo del hombre, Salvador y Redentor nuestro. Gracias por tu doctrina, por tu
nueva ley, por tu ejemplo, por tu defensa del hombre y de sus derechos. Gracias por el Espíritu
Santo que nos has concedido, Espíritu de verdad y de libertad, de amor y de fidelidad, que nos
hace gritar, como tú y contigo: «Abbá, Padre». Gracias por tu liberación, por tu redención. T ú
nos has quitado las cadenas que nos oprimían, la ceguera que nos hacía vivir en las tinieblas,
el peso que nos aplastaba. Gracias, Señor Jesús, porque has agilizado nuestro espíritu, lo has
liberado y colmado de confianza en ti.
Has tenido compasión, como el buen samaritano, y te has inclinado sobre nosotros para volver
a darnos la vida y la esperanza: nosotros somos pobres y tú nos has enriquecido; somos
débiles y tú nos has reanimado; vivimos envueltos en tinieblas y tú nos has iluminado; somos
soberbios y tú nos enseñas el camino de la humildad; somos duros y malvados y tú nos
enseñas la bondad; somos incrédulos y tú vuelves a darnos la fe; estamos desesperados y tú,
Jesús, vuelves a abrirnos el camino