Comentario al evangelio del Martes 24 de Julio del 2012
Queridos amigos y amigas:
Los creyentes descubrimos en los profetas a personas capaces de leer los acontecimientos históricos
con los ojos de Dios. Ellos miran el mundo, ponen nombre a cada cosa, se fijan en lo grandioso y
especialmente en lo que pasa desapercibido, denuncian injusticias concretas, defienden al débil, ... y al
final, abren la puerta a la esperanza, con una fe ciega en que el mal no tiene la última palabra en
nuestra historia. En medio de la injusticia mayor sienten que no están solos, que Dios sigue
acompañando al mundo, empeñado en que su proyecto siga adelante. De esto último nos habla hoy
Miqueas, cuando hace su confesión de fe: ¿Qué Dios hay como tú, que se complace en ser bueno?
Por desgracia, nuestra sociedad y nuestras comunidades cristianas necesitan seguir oyendo este
mensaje y convencerse de que éste es nuestro Dios. Muchas veces, al hablar de la fe cristiana, se han
cargado las tintas en los preceptos. Se ha predicado mucho más lo que no hay que hacer que lo que
estamos llamados a hacer; ¡y mira que hay tema para hablar! De este modo se ha hecho de la fe
cristiana un cajón cerrado de cumplimientos. Justo lo contrario a lo que es nuestro Dios: bondad,
misericordia, AMOR.
Vivir para cumplir la norma nos hace dudar de todo lo que hacemos (¿estaré haciendo bien?, ¿es esto
lo correcto?) y al final nos paraliza. Vivir desde el amor abre horizontes: invita a buscar soluciones a
los problemas, porque quien ama cree en las personas y no guarda rencor. Vivir desde el amor invita a
entregarse sin medida porque el amor no lleva cuentas; invita a caminar, a crecer, a llevar a plenitud el
proyecto del Padre.
En el Evangelio de hoy encontramos una llamada a vivir desde ese Amor: El que cumple la voluntad
de mi Padre, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. ¿Cuál fue la reacción de los familiares de
Jesús al escuchar estas palabras tan rotundas? Nos las tendremos que imaginar porque ninguno de los
tres evangelistas nos la cuentan. La que sí podemos percibir es nuestra reacción: al escuchar estas
palabras de Jesús, ¿nos sentimos verdaderamente sus hermanos?, ¿podemos decir que vivimos
cumpliendo la voluntad del Padre?
Os invito a que a lo largo del día escribáis vuestro final a este pasaje del Evangelio.
M.E.