“Esta gente malvada e infiel está reclamando una señal”
San Mateo 12, 38-42
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ABRAMOS, CON HUMILDAD, LOS OJOS DE LA FE.
Cuántas veces nos las damos de acreedores de Dios, reivindicamos cuentas pendientes
con él, como si no fuera él nuestro Creador, el que nos ha dado y nos sigue dando la
vida. “Dios no me escucha, no hace lo que le pido, no me concede esto o aquello,
después de todo lo que he hecho por él, sacrificios, renuncias, oraciones...”: son
palabras que oímos con cierta frecuencia. En ellas se revela que tenemos la imagen de
un Dios dispuesto a satisfacer nuestros caprichos de una manera mecánica...
Sin embargo, Dios, puesto que siente por nosotros una altísima estima y un amor
auténtico, nos llama a mantener con él una relación personal en un clima de libertad y
de responsabilidad. Dios quiere hacernos crecer, nos desea adultos en el espíritu. A
menudo nosotros, que tanto deseamos quemar etapas en el crecimiento humano y, de
pequeños, nos las damos de grandes (salvo cuando seguimos siendo infantiles después
en la edad adulta), no nos mostramos preocupados con la misma intensidad por
madurar en la fe, en la relación con el Señor. De este modo, permanecemos anclados
en el “ver”, en el “tocar” con los sentidos, y nos mostramos dispuestos a correr detrás de
magias y supersticiones aun cuando eso comporte un notable dispendio de tiempo y
dinero.
Reflexionemos sobre la seriedad de nuestra creencia en Dios: la actitud que
mantenemos al tratar con los hermanos y al vivir los momentos del culto expresa lo que
hay en nuestro corazón. Dios se ha hecho en Jesús compañero de viaje de cada
hombre. Abramos, con humildad, los ojos de la fe
ORACION
Perdona, Señor, mi arrogancia frente a ti, una arrogancia hecha de pretensiones y
nunca saciada de tus dones. Me muestro ridículo en mi necia pretensión de desafiarte a
que me brindes siempre nuevas pruebas de tu presencia amorosa, cuando en realidad
yo no estoy en absoluto disponible para acoger ninguna. Perdona los “delirios de
omnipotencia” que me atrapan y que me llevan a intentar mirarte de arriba abajo.
Pero tú no te espantas ni te cansas de mí, oh Dios. Más aún, eres tú el que se hace
pequeño. De este modo me das ejemplo y me demuestras que recorriendo el camino del
amor, de la humildad, de la confianza, llegamos a ser personas verdaderamente
humanas, se nos reconoce como hijos del Padre y somos capaces de ver el signo de tu
presencia en el mundo. Por eso, Señor, nunca acabaré de bendecirte.