“¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”
San Mateo 12, 46-50
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
QUIEN CUMPLE LA VOLUNTAD DEL PADRE
La maravilla más grande es que Dios nos considere “de su casa”, como familia suya. Tal
vez estemos demasiado poco habituados a esta verdad y dejemos perder sus
implicaciones, como un muchacho al que le parece que le son debidas las atenciones de
sus padres y, en consecuencia, sólo adelanta pretensiones. Dios, a buen seguro, es fiel
a su don de amor: nos ofrece en todo momento el perdón y la salvación. Ahora bien,
¿cómo nos situamos nosotros en la relación con él? Jesús dice con toda claridad que
quien cumple la voluntad del Padre entra en comunión con él. Vale la pena preguntarse
cuánto nos interesa la voluntad del Padre y cómo intentamos conocerla. Es preciso que
estemos muy atentos a no confundir la voluntad de Dios con nuestro punto de vista
personal, con nuestro propio modo de sentir. Dios nos ha dado a conocer su voluntad,
en primer lugar, comunicándonos su Palabra. En Jesús nos ha dicho todo lo que quería
decirnos. ¿Conocemos la Sagrada Escritura ? ¿Cómo hacemos para conocer cada vez
mejor esta “carta de Dios a los hombres”? Conocer implica “hacer”: ¿cmo hacemos
para crecer en la coherencia? ¿Examinamos nuestra vida a la luz de la Palabra del
Señor, tal vez con alguien que nos acompañe en el camino de la fe?
ORACION
Cuando rezo con las palabras que Jesús nos ense, repito: “Hágase tu voluntad”. Te
pido -¿pero me doy cuenta de verdad?- que tú, oh Dios, realices tu voluntad, que es
amor, que es salvación para todos nosotros. Sin embargo, pienso poco que esta
voluntad tuya me interpela también a mí, porque quieres implicarme en tu designio de
salvación. Y no como a un extraño, sino como a un familiar. Te confieso, Dios mío, la
indiferencia de que hago gala ante todo esto: ni siquiera me doy cuenta de que soy “de
los de tu casa”. Perdona esta torpeza mía, ten piedad de mi mezquindad.
El mayor prodigio que puedes realizar, mayor incluso que los que llevaste a cabo en el
Éxodo, es continuar llamando a mi puerta, rozar las cuerdas de mi corazón hasta que
brote la nostalgia de la comunión contigo, de la intimidad familiar contigo, de la amistad
contigo, que colma cualquier abismo interior. Entonces, Dios mío, no encontraré nada
más deseable que tu voluntad, exigente también, pero bella. Y te gritaré, con insistencia,
hasta que me hayas respondido: Señor, ¿qué quieres que haga?