COMAMOS EL VERDADERO PAN
Padre Javier Leoz
Jesús, siendo niño, ya vino en Belén con un pan debajo de su brazo. Su nacimiento
fue un gran regalo de Dios a la humanidad. Pero Jesús, con su predicación, su
presencia y su intervención ha sido y es una constante bendición y un inmenso
regalo para todo el que le responde con la fe.
1.- Seguimos avanzando en el año litúrgico. A las personas no las queremos por lo
que nos dan (aunque a veces caigamos en el interés). Ellas, de por sí, son dignas
de atención por eso mismo: porque son personas. Por el misterio, las
peculiaridades y la historia que hay detrás de cada una de ellas.
Un científico, después de un prolongado aplauso por parte de sus alumnos, les
respondió: “no quisiera que, esta ovación, fuese por el hecho de que os he
enseñado a resolver una cuestión concreta. Me gustaría que vuestro reconocimiento
fuera más allá: a mi ser profesor”.
El milagro de los panes y de los peces era exponente de que el Mesías había
llegado. Con ese acontecimiento, el milagro puntual, Jesús saciaba el hambre de
aquella gente y, por otro lado, se presentaba como el esperado. ¿Qué pudo más en
los agraciados? ¿El estómago o la fe? ¿El hambre del pan o el hambre de Dios?
Hoy, desgraciadamente, es más fácil dar de comer a las personas hambrientas que
llenar de contenido espiritual a tantos hombres y mujeres que, simplemente, no
tienen apetito alguno por las cosas de Dios, por el pan del cielo, por la salvación.
2.- Cada vez que celebramos la eucaristía, el Señor, no es que multiplique el simple
pan. Es que, en cada altar, se hace presente. Se multiplica Él mismo de una
manera radical, amorosa y sacrificial: se entrega por nosotros para que, un día,
podamos contemplar cara a cara el rostro del Dios vivo.
¿Cuándo llegaremos a entender el valor infinito de la eucaristía? ¿Cuándo
comprenderemos que, su belleza y su riqueza es Jesús mismo? Creemos que la
misa puede ser más o menos entretenida (por los cantos, las palabras o la música)
y no nos damos cuenta que es Cristo el corazón del Sacramento.
3.- La Iglesia no es una simple ONG que pone exclusivamente el acento en las
necesidades o en sus propias fuerzas. La Iglesia bajo ningún concepto pretende ser
aceptada como aquella que soluciona el pan nuestro de cada día sino como aquella
que, en el nombre del Señor, lleva a cabo unitariamente las dos acciones: Dios y
pan. La fuerza y el alimento de la caridad cristiana está precisamente en Aquel que
es y simboliza el amor de Dios: Cristo.
Disociar el aspecto caritativo de un cristiano de la fuente que lo inspira (Cristo) es
dejarnos arrastrar por la simple solidaridad y caer en el altruismo. Un cristiano
cuando descubre la persona de Cristo, espontáneamente se da y ofrece; se
multiplica allá donde exista una urgencia o una carencia pero sin olvidar al que es
auténtico pan de vida: Jesús.
La misma pregunta de los judíos al Señor nos la podemos repetir a cada uno de
nosotros: ¿Cuáles son las obras que Dios nos encomienda? La primera y la más
esencial es que creamos y vivamos en Él. Luego, en el desierto de las dificultades o
estrecheces, por nuestra fe y confianza en Dios será ´Él quien salga a nuestro paso
(o a través de nosotros vaya al encuentro de los demás) para alimentarnos con el
sustento de cada día.
4.- Nunca como hoy, a pesar de la difícil coyuntura económica que padecemos, el
ser humano ha estado tan saciado de todo. Y, nunca como hoy, vemos que el pan
de lo sensual, el pan de lo material, el pan de lo efímero, el pan del vivir a todo tren
o el pan de viajar, comer y beber……han dado al traste con la felicidad de muchas
personas. Hoy, para que el hombre sea feliz, necesita ser seducido por algo más
que con el pan engañoso y adulterado que le ofrece la sociedad. ¿Por qué no el Pan
de Dios? ¿Por qué no su Palabra? ¿Lo intentamos?
5.- CREO EN TI, SEÑOR
No porque me alimentas o me das lo que te pido
sino porque, al creer y esperar en Ti
sé que eres Pastor que sale a mi encuentro
luz en mis noches amargas
y cayado en los caminos por donde avanzo incierto
CREO EN TI, SEÑOR
Porque en la escasez, siempre te das en abundancia
y porque, sin pedirte nada,
sales a mi encuentro como bien y don inmerecido
Porque en la Eucaristía
me das lo que más necesito
y me alimentas con convite de sabor eterno
CREO EN TI, SEÑOR
Y al creer en Ti, siento que soy afortunado
que lo pobre se me hace rico
y la riqueza se convierte en ruina.
CREO EN TI, SEÑOR
Cuando al ver tu corazón abierto
te despojas de lo que sólo sabes dar:
amor para el que te busca
y amor para el que reniega de ti
amor para el que pasa hambre
y amor para el que piensa que está harto
amor para el que busca el pan del cielo
y amor para el que, por el pan de la tierra,
hace tiempo que por el camino lo ha perdido
CREO EN TI, SEÑOR
Porque no das sólo tu pan, te das a Ti mismo
Porque no te quedas en promesas
pues, bien lo sabemos, que te ofreces a Ti mismo
Porque, ante la necesidad de cuántos me rodean
sé que soy tu mano abierta y tu voz que denuncia
tus labios que hablan y tu pan que se reparte
CREO EN TI, SEÑOR