La parábola requiere la colaboración de quien la aprende.
2012-07-26
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 10-17
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús sus discípulos y le preguntaron: «¿Por qué
les hablas en parábolas?» Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer
los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos no. Al que tiene se le dará más y
nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por
eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: * Ustedes oirán una y otra
vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este
pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin
de no ver con los ojos ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no
quieren convertirse ni que Yo los salve.*
Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que
muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y
oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron». Palabra del Señor.
Oración preparatoria
Jesús, la fe, esperanza y caridad son los bienes espirituales que me has regalado en
mi bautismo. Cuando ejercito mi fe, mi esperanza y mi amor, tu gracia se multiplica
y me enriquece. En esta oración, además de agradecerte estos dones, que son la
dicha de mi vida, te suplico me permitas ver y oír lo que me quieres decir hoy.
Petición
Señor, dame más fe, esperanza y amor, para corresponder mejor a tu gracia.
Meditación
La parábola requiere la colaboración de quien la aprende.
«Con esto hemos vuelto a las palabras del Señor sobre el mirar y no ver, el oír y no
entender. Jesús no quiere transmitir unos conocimientos abstractos que nada
tendrían que ver con nosotros en lo más hondo. Nos debe guiar hacia el misterio de
Dios, hacia esa luz que nuestros ojos no pueden soportar y que por ello evitamos.
Para hacérnosla más accesible, nos muestra cómo se refleja la luz divina en las
cosas de este mundo y en las realidades de nuestra vida diaria. A través de lo
cotidiano quiere indicarnos el verdadero fundamento de todas las cosas y así la
verdadera dirección que hemos de tomar en la vida de cada día para seguir el recto
camino. Nos muestra a Dios, no un Dios abstracto, sino el Dios que actúa, que
entra en nuestras vidas y nos quiere tomar de la mano. A través de las cosas
ordinarias nos muestra quiénes somos y qué debemos hacer en consecuencia; nos
transmite un conocimiento que nos compromete, que no sólo nos trae nuevos
conocimientos, sino que cambia nuestras vidas. Es un conocimiento que nos trae un
regalo: Dios está en camino hacia ti. Pero es también un conocimiento que plantea
una exigencia: cree y déjate guiar por la fe» (Joseph Ratzinger, Benedicto
XVI, Jesús de Nazaret , primera parte, p. 80).
Reflexión apostólica
«Algunos tienen la dicha de conocer y seguir a Cristo con fidelidad desde su niñez.
Otros, sin pretenderlo, traducen sus anhelos más profundos en una búsqueda
afanosa y mal orientada de un bienestar superficial o de espejismos vanos. Para
ellos, con frecuencia, en determinado momento el camino se torna incierto y, poco
a poco, las falsas esperanzas van quedando defraudadas, dando paso al desengaño,
la apatía y el abandono; una especie de invierno del espíritu. A veces una
circunstancia especial, un encuentro providencial o simplemente los golpes de la
vida, son la ocasión para un cambio de ruta. De pronto aparece Cristo en el
horizonte, con toda su belleza y bondad, tendiendo la mano que invita a una vida
nueva» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n. 29).
Propósito
Comprometerme con Dios al aplicar, a mi propia vida, las enseñanzas de las
parábolas del Evangelio.
Diálogo con Cristo
Se puede ver y oír el mundo y sus acontecimientos con la pura razón o, además de
ésta, con fe, esperanza y caridad. Así se puede ver un mundo limitado, pasajero
temporal, o, un mundo ilimitado de posibilidades y realizaciones, perdurables y
eternas. También, puedo reducir mi conocimiento de Cristo sólo a mi razón o
buscar experimentar su presencia y su amor. Ayúdame, Espíritu Santo, dame la
gracia para crecer en la fe, la esperanza y el amor para ver y oír a Cristo, al mundo
y a los demás, como Tú quieres que los vea.
«¡Qué sordera hay que padecer para no escuchar la voz del Espíritu Santo que
invita, que motiva y que regala la llave de la felicidad!»
( Cristo al centro, n. 817).