Domingo 17 Tiempo Ordinario B
“Seor, danos fe para reconocer tu Providencia”
El tema central de la liturgia de este domingo es el de “Dios Providente” (2 Re. 4, 42-44). El
Profeta Eliseo multiplica los panes, preludio del gesto que obrará Jesús siglos más tarde y que
hoy leemos en el evangelio de Juan 6, 1-15. Un hombre se presenta a Eliseo “con veinte panes
de cebada” y éste ordena a su servidor que los distribuya entre la gente. Eran unos cien
hombres y el servidor objeta a Eliseo que eso no es suficiente, no obstante el Profeta repite la
orden en nombre de Dios: “Esto dice el Seor: comerán y sobrará” (Ib. 43). Y así sucedió.
Ocho siglos más tarde, Jesús se ve rodeado de una multitud que lo sigue y que acudía a Él (Jn.
6,5). Así como Eliseo, Jesús provee lo necesario para saciar el hambre de la gente que lo sigue
para escuchar su palabra. Pero a diferencia de Eliseo que, con veinte panes cura el hambre de
cien personas, Jesús con cinco panes y dos peces saciará el hambre de cinco mil. En ambos
casos sobra y en el caso de la multiplicación de los panes realizada por Jesús sobran doce
canastas. El evangelista hace notar este hecho para mostrar que Dios da y de sobra, que el
Señor no es avaro en proveer a las necesidades de sus hijos. Por eso en el salmo responsorial
de hoy rezamos: “Seor abres tu mano y sacias de favores a todo viviente” (Sal. 144, 16).
Fijémonos, como el Señor que puede hacer cualquier cosa de la nada, se sirve en ambos
casos de los panes presentados por la generosidad de alguien. Y es que precisamente, Dios
no quiere hacer en la tierra las cosas sin el concurso del hombre, a quien le dio la capacidad de
gobernar y regir en el orden temporal la vida de las personas y ordenar el mundo material.
Tanto en el caso del hombre que ofreció a Eliseo los panes de cebada, como en el del joven
que ante la necesidad de la gente ofrece a Jesús sus panes y peces, el Señor que todo lo
puede, sin embargo utiliza el concurso del hombre para hacer el milagro y saciar el hambre de
tantos.
Muchas veces nos preguntamos: si Dios todo lo puede … ¿por qué hay tanta hambre en el
mundo, gente que no tiene qué comer y algunos que mueren de hambre y desnutrición? ¿No
será que entre tantos que tienen mucho y nadan en la abundancia de bienes, no hay alguno
que ofrezca un poco de lo suyo para que Dios remedie el mal de muchos? Dios quiere que el
hombre aprenda a vivir con la conciencia de que es necesario compartir entre los hermanos.
Pero nosotros podemos ver que los hombres nos cerramos en el egoísmo y algunos en la
acumulación de bienes sin tener presente a Dios ni a los hermanos.
El hombre llevó sus panes a Eliseo y el joven cedió a Jesús sus cinco panes y dos peces. Es
importante notar que cuando las personas seguimos el mandato de Jesús de la caridad y la
justicia, entonces Dios -omnipotente y siempre misericordioso- no deja de intervenir haciendo
fructificar las obras buenas y esto lo saben muy bien los santos de todas las épocas. Dios nos
llama siempre a las obras buenas en favor de nuestro prójimo, nos llama a tener siempre
presente las necesidades ajenas y nos insta a hacernos participes de la vida de nuestros
hermanos, no sólo con palabras buenas sino con obras concretas en orden al bien. El Apóstol
Santiago nos dice que éstas van unidas a la fe y la fe va unida a las obras.
El milagro de Eliseo es preludio del milagro de Jesús y es figura de un milagro mucho más
grande y significativo: el milagro de la Eucaristía. No es casualidad que los gestos y palabras
de Jesús en esta ocasión sean semejantes a los gestos y palabras de la institución de la
Eucaristía: “tom los panes, dio la accin de gracias y los reparti”. Luego de haber saciado el
hambre del cuerpo, Jesús proveerá de una forma maravillosa para curar el hambre del espíritu.
Alimentados de un único pan, el Cuerpo de Cristo, los fieles formamos un solo cuerpo, el
Cuerpo Místico de Cristo. Si somos uno en Cristo en la gracia, esta realidad debe manifestarse
en la vida cotidiana. Por eso, caridad y solidaridad entre los hermanos es el mandato del amor
de Cristo Jesús.
Que María Virgen nos ayude a ser de Cristo cada día un poco más, para así atender a las
necesidades de los hermanos con mayor solicitud.
+ Marcelo Raúl Martorell
Obispo de Puerto Iguazú