SOBRE TODO, PUES ESO, SEGUIMOS A JESÚS
Padre Javier Leoz
Después de la multiplicación de los panes, Jesús, nos presenta el discurso
eucarístico. Es como aquella madre que, sentando a su pequeño sobre sus rodillas,
lo alimenta y a continuación le inicia en las grandes verdades o cuestiones de la
vida. Todo, en la intención de la madre, va unido: alimento y palabra, pan y
enseñanza.
1.- La multiplicación de los panes no había sido ni mucho menos una puesta en
escena de Jesús. El Señor, con esa intervención, sale al paso de una determinada y
urgente necesidad: existí hambre física.
-Cuando aprieta el hambre, el resto de los sentidos se resisten a funcionar. Ni el
tacto es tan sensible ni, el oído, resulta ser tan atento
-Cuando aprieta el hambre, las muchas palabras, no sirven de nada o de casi poco.
-Cuando aprieta el hambre, la debilidad se adueña y el sinsentido aparece en el
horizonte.
-La Iglesia, allá donde está presente, cuida los dos vértices: da pan (movida por la
caridad y generosidad de los cristianos) y ofrece el Pan del Cielo (siguiendo el
mandamiento de Jesús): haced esto en memoria mía. Las dos acciones manifiestan
la grandeza y la esplendidez de un Dios que sale al encuentro del ser humano.
2.- ¿Cómo es nuestra amistad con el Señor? ¿Gratuita o interesada? ¡Cuántas
amistades humanas se fundan precisamente en intereses materiales y en cálculos
egoístas! Como aquel rey persa que cruzaba el desierto, con sus camellos cargados
de joyas y de diamantes ¿En qué acaba la historia? Pues sí; aquel ministro fiel, que
prefirió seguir a su rey en vez de quedarse con los tesoros, afirmó: “Me importa
más mi rey que todas las perlas de mi rey”. ¡Escasos de encontrar esta tipología de
personas! A veces por mirar el humo no deparamos en el fuego. A veces por mirar
el contenido, no cuidamos ni agradecemos la mano que nos lo da.
-Seguir a Jesús cuando las cosas nos van bien, cuando el trabajo abunda, cuando el
amor ha llamado a la puerta, es fácil
-Seguir a Jesús cuando la salud es fuerte y vigorosa, cuando tenemos medios
suficientes para llevar una vida cómoda, es fácil
-Seguir a Jesús cuando el ser cristiano no nos aprieta demasiado, cuando
conseguimos de la Iglesia sacramentos, atenciones o una religión a la carta, es
fácil.
3.- Pero ¿qué ocurre cuando, el Señor, nos exige ascender a un plano superior?
Simplemente que nos escandalizamos o nos retiramos por nuestra incapacidad de
estar a la altura evangélica.
Que el Señor nos ayude a no instalarnos en la rutina. Que nuestra fe, además de
alabanza, oración y generosidad, sea un conocimiento de lo que Dios quiere para
nuestra existencia humana: que creamos en Él. Que nos fiemos de Él. Que le
amemos con todo nuestro corazón y toda nuestra alma.
Un sacerdote en un barrio populoso de New York ofrecía a una persona la
posibilidad de convertirse al cristianismo. La respuesta (lógica por otra parte) del
ciudadano fue la siguiente: ¿Y qué me dan por ser cristiano? El sacerdote, por
supuesto, le contestó: “entre otras muchas cosas, lo más importante, la Vida
Eterna”.
4.- QUÉ ME DAS, SEÑOR, A CAMBIO
De mi confianza cuando la deposito en ti
y me alejo de los que me prometes otros paraísos
¿Qué me das, Señor, a cambio?
De mi seguimiento y de mi fidelidad
de mi silencio o de mi reconciliación
de la ofrenda de mi vida o de mis esfuerzos
¿Qué me das, Señor, a cambio?
De mi fe,
aunque sea débil y hasta interesada
De mi constancia,
aunque a veces me quede por el camino
De mi audacia,
aunque en momentos piense más en mí que en Ti
¿Qué me das, Señor, a cambio?
¿Me darás, tal vez, la Vida Eterna,
frente a esta efímera?
¿Tal vez tus palabras verdaderas
en contra de las falsas que me rodean?
¿Tal vez tu mano cuando otras me abandonan?
¡Necesito que me des tanto, Señor!
Tú presencia, cuando me encuentro huérfano
Tu luz, cuando la oscuridad eclipsa mi esperanza
Tu cielo, cuando sólo veo tierra y más tierra
Tus mandamientos, cuando construyo una vida a la carta
Tu respuesta, cuando ya nadie me escucha ni me responde
¡Dame, Señor, sobre todo tu persona!
Que temo no encontrarte en la dirección por donde busco
o, tal vez, hacerme un “dios” a mi medida
Que temo encontrarte demasiado rápido
sin cambiar mis días en poco o en nada
Que temo confundirte con otros señores
y disfrazarte de comodidad y de riqueza
de orgullo y de existencia del todo fácil
Ven a mi encuentro, Jesús,
y aléjame de todo aquello que me impide ser tu testigo
de todo aquello que me aleja de tu reino
de todo aquello que me confunde y me degrada
de todo aquello que, simplemente, no eres Tú.
Amén