“A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos"
San Mateo 13, 10- 17 :
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA PALABRA DEL SEÑOR NOS PROPONE HOY QUE MIREMOS DENTRO DE NUESTRO
CORAZÓN
No es difícil ver, si miramos alrededor, cuántas relaciones superficiales existen. Y no sólo las
de «conveniencia», en las que apenas se intercambian el saludo o dos palabras sobre el
tiempo o sobre el partido de fútbol, sino también en otras que son fundamentales: entre marido
y mujer, entre padres e hijos, entre personas que comparten una misma opción religiosa,
existencial...
Vemos relaciones sin raíces profundas, que terminan. Y estaría bien que nos preguntáramos
por qué resulta tan difícil embarcarse en un compromiso que dure toda la vida. La Palabra del
Señor nos propone hoy que miremos dentro de nuestro corazón, que lo toquemos, que
verifiquemos la disponibilidad que tiene para hacer un esfuerzo e ir más allá de la
superficialidad; también en nuestra relación con el Señor. De manera diferente, nos escapa el
sentido de lo que vivimos, y puede pasarnos que seamos como los judíos, que, por no
mostrarse disponibles a comprometerse a fondo con el Señor, rechazaban su amor vivificante
por cultos de muerte. Resulta paradójico, pero tal vez no alejado de nuestra experiencia, que -
estando hambrientos de amor- no veamos a Dios, que es amor, y no escuchemos en serio su
Palabra; que -estando desorientados por el vacío y la falta de sentido del vivir- cerremos los
ojos y los oídos frente a quien nos da testimonio de Dios como verdad y como vida. Toquemos
nuestro corazón: todavía estamos a tiempo de convertirnos.
ORACION
Es verdad, Señor, a veces soy precisamente un holgazán. El empleo de productos de todo tipo
«listos para usar» me ha acostumbrado al «todo fácil», al «todo enseguida», y me he
convencido de que también en las cosas del espíritu funcionan las cosas así. Confieso, Señor,
que he preferido las muchas palabras brillantes, aunque inconsistentes, proclamadas por el
charlatán de turno, a tus palabras, duras de comprender, pero vivificantes. También yo he
pensado que la fe en ti era una baratija infantil, una baratija que hemos de conservar en el
desván, metida en el baúl de los viejos recuerdos...
Perdóname, Señor, no he comprendido nada. Sostén en mí el deseo de convertirme a ti:
necesito unos ojos limpiados por la fe y unos oídos que no se confundan entre tantos sonidos,
sino que sepan distinguir tu voz. Necesito sobre todo, Señor, un corazón disponible para
acoger la verdad sobre ti y la verdad sobre mí, dispuesto a amar y suficientemente humilde
para dejarse amar como tú quieres amarlo. Lo necesito y sé que tú estás dispuesto desde hace
mucho tiempo a darme todo esto: sólo estás esperando mi «sí». Entonces podré correr y
calmar mi sed ardiente no en los «aljibes» de la moda y del mercado, sino en la «fuente de
agua viva» de tu Palabra y de tus sacramentos. Y tal vez, si yo voy, también otros vendrán
conmigo.