XVII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
LUNES
Lecturas
a.- Jr.13, 1-11: Mi pueblo no me escuchó.
b.- Mt. 13, 31-35: El grano de mostaza y la levadura.
En este evangelio encontramos dos parábolas: la de la semilla de mostaza (vv. 31-
32), y la levadura en la masa (v. 33). Ambas parábolas terminan con una cita del
Sal. 78, 2: “Escucha mi ley, pueblo mío, tiende tu oído a las palabras de mi boca;
voy a abrir mi boca en parábolas, a evocar los misterios del pasado.” (v. 35). Las
dos parábolas revelan el misterio escondido del Reino de Dios. Mientras las diversas
corrientes espirituales del tiempo, fariseos, saduceos, esenios, se preparaban para
la llegada del Reino de Dios, formando comunidades de hombres justos, separados
de los infieles y malvados, Jesús enseña que el Reino crece, pero obstaculizado por
la cizaña o los servidores del Maligno (Mt.13, 38ss). La eliminación de las fuerzas
del mal, vendrá al final de los tiempos, de ahí que el momento actual se debe
caracterizar, por la confianza y la paciencia. Dios intervendrá para salvar a los
suyos, pero no le toca al hombre hacer una limpieza tal, que comprometa el
crecimiento del bien. Ambas parábolas, quieren hacer notar la diferencia de los
comienzos insignificantes del Reino de Dios y su futuro esplendor. Sin embargo,
este comienzo encierra una enorme potencialidad intrínseca que abarca toda la
realidad. Mientras la primera, habla del Reino de Dios y su extensión, la segunda
destaca su intensidad. Así como el árbol frondoso de la mostaza se extiende, pero
que está en germen en la semilla, así el Reino de Dios y la Iglesia, comienzan con
medios muy pobres en sus inicios, un Maestro joven y desconocido, unos
seguidores que eran pescadores, etc. Lo suyo es la predicación de la Buena Noticia,
totalmente contrario a las expectativas que tenían los judíos de la llegada del Reino
de Dios en los tiempos del Mesías. En ese árbol frondoso de la primitiva comunidad
de Jerusalén y en otras, ya podían anidar los pueblos paganos, es decir, encontrar
su espacio en la naciente Iglesia los gentiles. La plena manifestación del Reino será
al final de los tiempos, mientras tanto, su crecimiento es lento, pero imparable.
Dios sigue actuando la salvación, no por la fuerza, sino por el amor Redentor y
Crucificado de su Hijo. Su Reino de justicia, amor, verdad y paz ya está presente en
muchos corazones que luchan por vivir, servir desde estos valores y virtudes del
Reino de Dios entre los hombres. Es verdad que en muchos está ausente toda
referencia a Dios, pero sin saberlo, si siguen su conciencia sirven al Reino porque
cultivan estos valores, porque los consideran fundamentales para la vida de los
todos hombres. Finalmente hay otro tipo de personas que están al margen de estos
valores y no los viven ni sirven. Son los que están en contra de Cristo, la Iglesia y
el Evangelio y si no están en esa vereda son indiferentes. Pero para el que ora
siempre, es válida la petición del Padre Nuestro: “Venga a nosotros tu Reino” y
“Hágase tu voluntad en el cielo y en la tierra”. Así como el Reino de Dios, nos viene
por Cristo Resucitado, debemos armarnos de paciencia, para que el reinado de los
valores cristianos, se instauren en los corazones de muchos hombres y mujeres,
que aburridos de este sistema vacío de valores y razones para vivir y ser feliz,
vuelvan su mirada a Dios, y emprendan con nosotros el camino de regreso a la
casa del Padre comenzando en su Iglesia, puerta segura de salvación.
Teresa de Jesús a los que comienzan vida de oración, los invita a no dejar la
oración, camino seguro para ingresar en el Reino de Dios. “Y verdaderamente un
alma en sus principios, cuando Dios la hace esta merced, ya casi le parece no hay
más que desear, y se da por bien pagada de todo cuanto ha servido. Y sóbrale la
razón: que una lágrima de éstas que, como digo, casi nos la procuramos, aunque
sin Dios no se hace cosa, no me parece a mí que con todos los trabajos del mundo
se puede comprar, porque se gana mucho con ellas. ¿Y qué más ganancia que
tener algún testimonio que contentamos a Dios? Y así, quien aquí llegare, alábele
mucho, conózcase por muy deudor; porque ya parece le quiere para su casa, y
escogido para su reino, si no torna atrás.” (Libro de la Vida 10,3-4).