XVII Semana del Tiempo Ordinario, Año Par
Miercoles
El Reino de Dios es como un tesoro escondido, una perla preciosa, por los
que vale la pena dejarlo todo
“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un
campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la
alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo
aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader
que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de
gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra” (Mateo 13,44–
46) .
1. - Jesús hablaba en parábolas ... Jesús hablaba en "imágenes",
como todos los narradores de oriente. Jesús no hablaba de modo abstracto:
más que "ideas", lanzaba "sugerencias"... usaba palabras, símbolos,
términos evocadores, que cada uno podía comprender, y que resonaban
hasta el infinito. No son razonamientos lógicos ni pensamientos rigurosos, lo
que hay que buscar ante todo en las parábolas, sino "a la persona misma de
Jesús que nos las cuenta", que las ha inventado para nosotros. Las
parábolas han salido de su corazón.
-“ El reino de Dios se parece a un tesoro ”... Un tesoro. Sí. Un
tesoro. No hay nadie en la tierra que no pueda entender; si bien cada uno
lo entienda a su manera. Un tesoro es, para todos, algo deseable, algo
codiciable.
-“ Un tesoro escondido en un campo ”... Introducido, escondido. En
Palestina, en tiempos de Jesús no abundaban los Bancos o las cajas-fuertes
para poner en seguridad los pequeños ahorros de una familia: se
enterraban las monedas en algún lugar secreto; y solía pasar que el
propietario del tesoro moría sin haber confiado a nadie el lugar del
escondite.
-“ La persona que lo encuentra, lo vuelve a esconder ”... Vuelve a
esconder el tesoro. Se cerciora de que no le han visto: ¿qué pasará?
-“ Y de la alegría, va a vender todo lo que tiene ”... He aquí a lo
que Jesús quería llegar: A la alegría... Al desprendimiento total y gozoso,
para el Reino. ¡No es la única vez que hablas de "alegría", Jesús! Estás
contento, y nos invitas a participar de tu alegría. Me gustaría oírte y
verte, Jesús, para ver el tono de tu voz, la expresión de tu rostro.
Contemplar tu alegría. Tú que vivías tan íntimamente en el Reino,
"vivías en la alegría". Y propones la alegría a los que descubren el Reino.
¡Vender todo lo que poseo! Me gusta contemplar tu radicalidad. ¡No te
gustan los términos medios! ¡Lo das todo!
La persona que descubre el Reino de Dios, en Jesús y en su
Palabra, se siente conmovido por esta experiencia. La ve como una
verdadera fortuna por la cual es necesario darlo todo. Si seguir a
Jesús se nos antoja un sacrificio muy grande es que igual todavía no
hemos descubierto el verdadero valor del Reino . Hay muchos
cristianos para los que serlo viene a ser como una especie de enorme carga
que llevan pegada a la espalda. Para ellos ser cristiano no es motivo de
gozo. Posiblemente todavía no han abierto el cofre del tesoro, ni han
quitado el polvo que cubre la belleza sin límite de la perla.
El que encuentra un tesoro escondido bajo tierra y la del
comerciante que, entre las perlas, descubre una particularmente
preciosa, son dos parábolas más sobre el Reino. Los dos venden
cuanto tienen, para asegurarse la posesión de lo que sólo ellos saben que
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vale tanto. Hoy, Jesús, podías hablar de invertir en bolsa al saber qué
acciones van a subir, o el de un coleccionista que descubre por casualidad
un cuadro o una partitura o una moneda de gran valor. Y no digamos, un
pozo de petróleo. Es una sabiduría rara -la verdadera sabiduría- la de
descubrir cuáles son los valores auténticos en esta vida, y cuáles, no, a
pesar de que brillen más o parezcan más atrayentes. ¿Qué es más
importante: el dinero, la salud, el éxito, la fuerza, el gozo
inmediato?; ¿o la felicidad, el amor verdadero, la cultura, la
tranquilidad de conciencia? Pero todavía es más necesaria la
verdadera sabiduría cuando se trata de descubrir cuáles son los
valores del Reino de Dios, cuáles sus planes sobre nosotros, los que nos
conducen a la verdadera felicidad. Muchos tenemos la suerte de poder
agradecer a Dios el don de la fe, o de haber descubierto en una
determinada vocación el camino que Dios nos muestra, y hay quien siente
haberse encontrado con Cristo Jesús, como Pablo cerca de Damasco, o
como Mateo cuando estaba sentado a su mesa de impuestos, o como los
pescadores del lago que oyeron la invitación de Jesús. Y lo han dejado todo
y han encontrado la alegría y el pleno sentido de sus vidas. En la vida
religiosa. O en el ministerio sacerdotal. O en una vida cristiana
comprometida y vivida con coherencia, para bien de los demás, en la familia
cristiana. Es una buena inversión. Aunque no sea aplaudida por este mundo
ni cotice en la Bolsa (J. Aldazábal).
El tesoro significa la abundancia de dones, la perla la belleza del
Reino… Dios “nunca falta de ayudar a quien por Él se determina a
dejarlo todo ” (Santa Teresa de Jesús). La vida del Reino en seguimiento
de Cristo es ardua, pero el fruto merece la pena. “El tesoro ha estado
escondido porque debía ser también comprado en el campo. En efecto, por
el tesoro escondido en el campo se entiende Cristo encarnado, que
se encuentra gratuitamente (…) Pero no hay otro modo de utilizar y
poseer ese tesoro con el campo, si no es pagando, y que no se pueden
poseer las riquezas celestiales sin sacrificar el mundo” (S. Hilario de
Poitiers).
La alegría del Evangelio es propia de aquel que, habiendo encontrado
la plenitud de la vida, se ve libre, sin ataduras, desenvuelto, sin temores,
sin trabas. Ahora bien, ¿creéis, acaso, que quien ha encontrado la perla
preciosa va a ponerse a despreciar todas las demás? ¡Ni mucho menos! El
que ha encontrado la perla preciosa se hace capaz de colocar todas las
demás en una escala justa de valores, de relativizarlas, de juzgarlas en
relación con la perla más hermosa. Y lo hace con extrema simplicidad,
porque, al tener como piedra de comparación la perla preciosa, sabe
comprender mejor el valor de todas las demás. El que ha encontrado el
tesoro no desprecia lo demás, no teme entrar en tratos con los que
tienen otros tesoros, puesto que él está ahora en condiciones de
atribuir a cada cosa su valor exacto (Carlo M. Martini).
"Pero ¡esto es una locura!"... debieron decir todos los que le vieron
que vendía sus bienes. –“ Y compró aquel campo ”. No, no estaba loco. Los
demás eran ignorantes. Lejos de ser una pérdida fue una total ganancia
para él.
El que encuentra accidentalmente un tesoro nos puede hacer ver los
que “tropiezan” con Jesús y su Palabra y descubren su valor. A estas
personas las sobrecoge la alegría porque no esperaban nada, sin embargo,
Dios les ha salido al encuentro. Su existencia a partir de ese momento
estará iluminada por una nueva luz.
-“ Se parece también el reino de Dios a un comerciante que
busca perlas finas; al encontrar una perla de gran valor, fue a
vender todo lo que tenía y la compró ”. El Reino, no es solamente la
Alegría, lo deseable, el tesoro... Es también la "belleza", la perfección, la
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perla fina y no basta dar con ella al azar, cultivando su campo... ¿Es así
como te busco yo, Señor, ávidamente? (Noel Quesson).
Otras personas tienen afán de buscar un valor que dé significado a su
vida. Descubrirán en Jesús lo que estaban buscando. Su vida será como un
camino que los ha conducido al lugar adecuado.
2. Jeremías (15,10.16-21) se ha desanimado, no entiende muchas
cosas… -“ ¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz, como hombre
debatido y discutido por todo el país. Ni les debo ni me deben, pero
todos me maldicen! ” En su ministerio de profeta esa fue una crisis grave
que le obligó a reasumir su vocación purificándola. Por su comprometerse al
servicio de Dios se atrae enemigos, él, el manso por excelencia, ha de estar
amenazando continuamente.
-“ Cuando tus palabras venían a mí, Señor, ¡las devoraba! Tu
palabra era mi gozo, la delicia de mi corazón ”. Frmulas de belleza
recia y fuerte. Palabras que «vienen»... Una «avidez» que devora... ¿Veo yo
"venir" a mí las palabras de Dios? ¿Tengo hambre de ellas?
-“ Bajo el peso de tu mano me mantuve apartado... No me
senté en el círculo de los que, entre risas, se burlaban...” Los
«burlones» son los ricos orgullosos, los supersuficientes, esta categoría que
existe en todas las latitudes y en todo tiempo. Pascal llamaba «libertinos» a
los que se ríen de todo y no piensan más que en «divertirse». Es una
categoría especialmente maldita en la Biblia; una vez más vemos a Jesús
como el cumplimiento de toda una tradición... « Ay de vosotros, los que
ahora reís ...» (Lc 6,25).
-“ ¿Por qué es perpetuo mi penar y mi herida irremediable,
rebelde a la medicina? ¿Has sido para mí como un espejismo, como
aguas no verdaderas?” Es lo que dice alguna canción: "Tú la fuente de
aguas vivas, ¿cómo eres también la sed que nada apaga?" ¿Serías Tú una
fuente engañosa, un agua no potable que daña? Esa protesta puede ser
cauce para una fe más verdadera, más purificada. La «noche oscura», para
los místicos, es el punto de partida del «encuentro» más perfecto. Esas
preguntas siguen abiertas, no podemos cegarlas… Señor, ayúdanos cuando
venga esa oscuridad y duda, que esas dificultades se conviertan en
oportunidades como un aguijón que nos empuja a seguir buscándote. Es lo
que pasa en el corazn del profeta…
-“Entonces el Señor habló así: «Si vuelves, y si te hago
volver»” . Sólo la conversión a Dios, la confianza ciega en su misterio,
pueden poner fin a ese estado de incertidumbre del profeta. Señor, nada
puedo sin Ti. Y me dices también que sin mí tampoco Tú puedes
nada. Ayúdame, Señor, a poner mi parte con lealtad. Hazme
suficientemente flexible para acoger la tuya (Noel Quesson / Maertens-
Frisque).
3. Te lo pido con las palabras del Salmo de hoy: “ Líbrame de mi
enemigo, Dios mío; / protégeme de mis agresores; / líbrame de los
malhechores, / sálvame de los hombres sanguinarios”. Como Ester,
también noto que cuando muchas veces parece todo perdido, rezando se
arregla todo como por milagro…
Mira que me están acechando, / y me acosan los poderosos: /
sin que yo haya pecado ni faltado, Señor, / sin culpa mía, avanzan
para acometerme.” Es curioso que no hay que esperar al cielo para que
se haga justicia, sino que tú Señor pones un cierto orden ya en la tierra, el
tiempo pone las cosas y las personas en su sitio, siento que tu Providencia
me acompaa… pero tengo prisa, y por eso insisto: “Estoy velando
contigo, fuerza mía, / porque tú, oh Dios, eres mi alcázar; / que tu
favor se adelante, oh Dios, / y me haga ver la derrota del enemigo”.
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Sobre todo, Señor, dame tu amor para poder vivir de fe: “ Pero yo
cantaré tu fuerza, / por la mañana aclamaré tu misericordia; /
porque has sido mi alcázar / y mi refugio en el peligro. Y tañeré en
tu honor, fuerza mía, / porque tú, oh Dios, eres mi alcázar”.
Llucià Pou Sabaté
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