XVII Semana del Tiempo Ordinario, Año Par
Lunes
El pecado no limita la fidelidad de Dios, sino que va obrando su misericordia
en la historia y abriéndose camino como Jesús muestra en las parábolas del
Reino
“En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: -«El
reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno
siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas,
cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más
alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: -«El reino de los cielos se parece a la
levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta
para que todo fermente.» Jesús expuso todo esto a la gente en
parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el
oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré
lo secreto desde la fundación del mundo»” (Mateo 13,31-35).
1. A la imagen del campo sembrado se añaden hoy las parábolas
del granito de mostaza y de la levadura. En el silencio vemos las manos
eternas de Dios en plena obra de la redención del mundo. La simiente ha
sido echada. Viniste tú, Jesús, el Verbo divino del Padre, y te hiciste
semilla fértil en el desolado campo del mundo. La tierra recibió tu
cuerpo sacrificado y la semilla de tu sangre rindió el uno por mil. Tu
palabra cayó en la esponjosa tierra de los corazones y dio infinitos
frutos de sazón . Nosotros nos hallamos en pleno milagro de este
crecimiento. La Iglesia de los mártires, la abundancia y variedad de la vida
de la gracia en tantos cristianos… tantas pequeñas simientes una tal
plenitud de vida.
Jesús, veo tu cuerpo místico, la Iglesia; hace crecer en ramas sin
número el árbol del reino de Dios en la tierra. Poco a poco y en silencio, la
Iglesia de Cristo crece, crece la obra de la redención, crece el reino de los
redimidos; como también, poco a poco, va creciendo la semilla, y en
silencio echa un brote, y éste crece. Exclamamos: ¡Cuán grande se ha
hecho! Y lo mismo sucede cuando se mezcla la levadura entre la masa de la
blanca harina: va expansionándose poco a poco, hasta que por fin la
fermenta toda y la masa del pan ya está lista. Así también obran en el
mundo la palabra redentora y la fuerza santificante de Cristo. Despacio y en
silencio hacen las veces de una levadura. ¿Qué podemos nosotros hacer
para que crezca la Iglesia, para que crezca el bien?
"Que siempre suspiremos por aquello por lo cual en verdad
vivimos" (Poscomunión), esto es, que nos abramos a la operación
misteriosa de Dios. Que no queramos hacer nada solos o por nuestras
propias fuerzas. Vaca Deo et videbis ! (Sal 45, 11), "¡tómate tiempo, está
libre para Dios, y verás!" Verás y admirarás la gloria de su obra y su crecer
silencioso en los suyos (Emiliana Löhr).
-“ Siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece, sale
por encima de las hortalizas y se hace un árbol, hasta el punto que
vienen los pájaros a anidar en sus ramas” . Para el crecimiento, la ley
de la paciencia es la ley esencial de la vida. ¿Por qué, Señor, el mundo
parece tan alejado de tu Reino? ¿No podrías hacer algo más? ¿Por qué
permaneces oculto? La levadura es pequeña, pero llega a hacer algo
grande. Yo quisiera, Señor, aprender el valor de las cosas pequeñas,
lo que no se ve, lo débil en apariencia… El amor será la levadura
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que, lentamente, invisiblemente, fermenta toda la masa (Noel
Quesson).
Dios parece elegir lo pequeño e insignificante, pero luego
resulta que, a partir de esa semilla, llega a realizar cosas grandes.
La levadura también es pequeña, pero puede hacer fermentar toda una
masa de harina y permite elaborar un pan sabroso. Es el estilo de Dios. No
irrumpe espectacularmente en el mundo, sino a modo de una semilla que
brota y germina silenciosamente y se convierte en planta. Como la
levadura, que, también silenciosamente, transforma la masa de harina. Esta
manera de actuar de Dios, a partir de las cosas sencillas, se ha visto sobre
todo con Jesús. Se encarnó en un pueblo pequeño (a su lado había otros
como Egipto, Grecia y Roma), y se valió de personas sin gran cultura ni
prestigio (no recurrió a los sumos sacerdotes o doctores de la ley). Pero el
Reino que él sembró, a pesar de que fue rechazado por los dirigentes de su
tiempo, se ha convertido en un árbol inmenso, que abarca toda la tierra,
transformando la sociedad y produciendo frutos admirables de salvación.
También en nuestros días tenemos la experiencia de cómo sigue
obrando Dios. Con personas que parecen insignificantes. Con
medios desproporcionados. Con métodos nada solemnes ni milagrosos,
pero eficaces por su fuerza interior. Y suceden maravillas, porque lo
decisivo no son los medios y las técnicas humanas, sino Dios, con su
Espíritu, quien da fuerza a esa semilla o a esos gramos de levadura. La
Eucaristía que celebramos es algo muy sencillo. Unos cristianos que nos
reunimos, que escuchamos lo que Dios nos quiere decir, y realizamos ese
gesto tan sencillo y profundo como es comer pan y beber vino juntos, que
el mismo Jesús nos ha dicho que son su Cuerpo y Sangre. Pero esa
Eucaristía es como el fermento o el grano que luego fructifica -debería
fructificar- durante la jornada, transformando nuestras actitudes y nuestro
trabajo. Tal vez nos gustarían más las cosas espectaculares. Pero «el Reino
está dentro» (Lc l 7,20), y no fuera. Y, si le dejamos, produce abundante
fruto y transforma todo lo que toca. Como es increíble lo que puede
producir un granito pequeño sembrado en tierra, es increíble y
esperanzador lo que puede hacer la semilla del Reino -la Palabra de Dios, la
Eucaristía- en nuestra vida y en la de los demás, si somos buen fermento y
semilla dentro del mundo (J. Aldazábal).
2. El profeta Jeremías (13,1-11) escucha de Dios: -“Vete a comprar
una faja de lino y póntela a la cintura... toma la faja que has comprado,
levántate, vete al Eúfrates, y escóndela en una grieta de la peña...” Vemos
que lo mismo que embellece su atuendo con una faja nueva que se ciñe a la
cintura, de igual modo Yahvé se embellece con Israel. Este pueblo era
para Dios un verdadero ornamento colocado directamente sobre su
piel: tan íntimas eran sus relaciones.
-“Pasaron muchos días cuando el Señor me dijo: «Levántate, vete al
Eúfrates y recoge allí la faja que te mandé que escondieras... Fui allí, y he
ahí que se había echado a perder, la faja no valía para nada”. Israel se ha
desligado de Yahvé con la misma facilidad con que se desprende uno del
cinturón; y así como el cinturón del profeta se ha podrido en contacto con la
humedad del Eúfrates, así Israel quedará reducido a la más absoluta
inutilidad (Maertens-Frisque).
Dejando aparte si el nombre del río fue un símbolo o fue el profeta al
río Fara, cercano a su pueblo natal, que evocaría el Eúfrates, donde fueron
deportados (Babilonia y Asur).
-“Del mismo modo echaré a perder la mucha soberbia de Jerusalén.
Ese pueblo malvado que rehúsa «oír» mis palabras, que camina según la
dureza de su corazón y que va en pos de otros dioses para servirles...”
Vemos aquí que hemos de "escuchar" a Dios.
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¿Soy un hombre que escucha la Palabra de Dios... en la Escritura, y
en la vida corriente? ¿Tengo también un corazón endurecido, que va en pos
de los ídolos de nuestro tiempo, que se hace esclavo de toda clase de
cosas? En ese caso no "valgo nada" para Dios (Noel Quesson). " Si la sal se
vuelve insípida, dirá Jesús, no vale nada. Se tira y se pisotea " (Mateo
5,13).
-“ Como una faja... de tal modo hice apegarse a mí toda la casa
de Judá...”
3. El responsorio, tomado de Deuteronomio 32, lamenta que sin Dios
no somos nada: “ Despreciaste a la Roca que te engendró, / y
olvidaste al Dios que te dio a luz. / Lo vio el Señor, e irritado /
rechazó a sus hijos e hijas”. En realidad Dios no rechaza a nadie, pero
ellos lo pensaban al modo humano. Quizá se puede decir que el infiel no
abre el corazón a Dios que quiere darle lo mejor, pero la puerta se abre
desde nuestro corazón, y en este sentido sigue:
Pensando: "Les esconderé mi rostro / y veré en qué acaban,
/ porque son una generación depravada, / unos hijos desleales."
"Ellos me han dado celos con un dios ilusorio, / me han
irritado con ídolos vacíos; / pues yo les daré celos con un pueblo
ilusorio, / los irritaré con una nación fatua."”
Todo esto hemos de completarlo con la fidelidad de Dios, que nos
ama aunque no respondamos a su amor, y va buscando el modo de que
volvamos al Amor. Madre mía, Santa María, ruega por nosotros, para que
volvamos a Jesús cuando nos des-pistamos, que si hemos perdido la pista,
contigo la recuperemos.
Llucià Pou Sabaté
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