EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
Libro de Jeremías 26,11-16.24.
Los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: "Este hombre es
reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como ustedes lo han
escuchado con sus propios oídos".
Pero Jeremías dijo a los jefes y a todo el pueblo: "El Señor es el que me envió a
profetizar contra esta Casa y contra esta ciudad todas las palabras que ustedes han
oído.
Y ahora, enmienden su conducta y sus acciones, y escuchen la voz del Señor, su
Dios, y el Señor se arrepentirá del mal con que los ha amenazado.
En cuanto a mí, hagan conmigo lo que les parezca bueno y justo.
Pero sepan que si ustedes me hacen morir, arrojan sangre inocente sobre ustedes
mismos, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque verdaderamente el Señor
me ha enviado a ustedes para decirles todas estas palabras".
Los jefes y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: "Este hombre
no es reo de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios".
Sin embargo, Ajicám, hijo de Safán, protegió a Jeremías e impidió que fuera
entregado en manos del pueblo para ser ejecutado.
Salmo 69(68),15-16.30-31.33-34.
Sácame del lodo para que no me hunda,
líbrame de los que me odian
y de las aguas profundas;
que no me arrastre la corriente,
que no me trague el Abismo,
que el Pozo no se cierre sobre mí.
Yo soy un pobre desdichado, Dios mío,
que tu ayuda me proteja:
así alabaré con cantos el nombre de Dios,
y proclamaré su grandeza dando gracias;
Que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor:
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos.
Evangelio según San Mateo 14,1-12.
En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes,
y él dijo a sus allegados: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los
muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos".
Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa
de Herodías, la mujer de su hermano Felipe,
porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla".
Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un
profeta.
El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público,
y le agradó tanto a Herodes
que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.
Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de
Juan el Bautista".
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó
que se la dieran
y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó
a su madre.
Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a
informar a Jesús.
Comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia Católica
Parágrafos 2471-2474
El martirio de Juan Bautista, testimonio de la verdad
Ante Pilato, Cristo proclama que había “venido al mundo: para dar testimonio
de la verdad” (Jn 18,37). El cristiano no debe “avergonzarse de dar testimonio del
Seor” (2Tm 1,8). En las situaciones que exigen dar testimonio de la fe, el cristiano
debe profesarla sin ambigüedad, a ejemplo de S. Pablo ante sus jueces. Debe
guardar una “conciencia limpia ante Dios y ante los hombres” (Hch 24,16).
El deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a
actuar como testigos del evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este
testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de
justicia que establece o da a conocer la verdad (cf Mt 18,16)...manifiestan con su
vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el
bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmacin.”
(Ad Gentes, 11; Vaticano II)
El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un
testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y
resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y
de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. “Dejadme
ser pasto de la fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios.” (S. Ignacio de
Antioquía, Rom 4,1)
Con el más exquisito cuidado, la Iglesia ha recogido los recuerdos de quienes
llegaron hasta el extremo para dar testimonio de su fe. Son las actas de los
mártires, que constituyen los archivos de la Verdad escritos con letras de sangre:
“No me servirá nada de los atractivos del mundo ni de los reinos de este siglo. Es
mejor para mí morir (para unirme) a Cristo Jesús que reinar hasta los confines de
la tierra. Es a él a quien busco, quien murió por nosotros. Mi nacimiento se
acerca...” (S. Ignacio de Antioquia, Rom 6, 1-2)
“Te bendigo por haberme juzgado digno de este día y esta hora, digno de ser
contado en el número de tus mártires...Por esta gracia y por todo te alabo, te
bendigo, te glorifico por el eterno y celestial Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu Hijo
amado. Por él, que está contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los
siglos venideros. Amén.” (s. Policarpo, mártir, 14, 2-3)
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