XVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
LUNES
Lecturas
a.- Jr. 28,1-17: Jananías induce al pueblo a una falsa confianza.
b.- Mt. 14, 13-21: Primera multiplicación de los panes.
Este evangelio nos presenta la primera multiplicación de los panes (cfr. Mt. 14,13-
21; 15,32-39; Mc. 6, 30-44; 8,1-10), con un duplicado, es decir, dos tradiciones,
de un único acontecimiento, una versión judía y otra de ambiente cristiano, pero de
origen pagano. Este milagro tiene un trasfondo bíblico, que no podemos olvidar que
acentúa lo realizado por Cristo por sobre lo realizado por Moisés y Eliseo: el primero
les dio maná en el desierto a su pueblo, el segundo multiplicó los panes de cebada
en Gilgal (cfr. Ex.16, 2-15; 2 Re. 4,42ss). Este prodigio es un signo de los tiempos
del Mesías que se cumple en Cristo, en el Sacramento de la Eucaristía, como
alimento del nuevo pueblo de Dios, es la Iglesia en peregrinaje, preanuncio del
banquete definitivo del Reino. Las palabras, un mandato en realidad: “Dadle
vosotros de comer”. Nos invita a asumir el reto. Quizá podemos multiplicar el pan,
no como Jesús, pero sí, procurando el alimento para los pobres, realizando el
milagro de amor y favorecer la fraternidad entre los hombres, compartir lo que hoy,
más de cinco panes y dos peces. Mucho más. El hambre de los hombres es mucho
más que de pan: existe hambre de amor, fidelidad matrimonial, justicia verdadera,
vivienda, libertad de religión, trabajo para los jóvenes, de cultura y paz, etc. Como
Jesús sabe de las necesidades profundas del hombre y que no basta para saciarlo el
pan nuestro de cada día, entregó su vida para ser ÉL mismo alimento de todo
viviente en la Eucaristía. Se convierte en el Pan de Vida que sacia toda hambre del
ser humano. Si saciados de este pan de vida eterna, entonces la tarea será el
compromiso de luchar contra la pobreza y el hambre. Cada Eucaristía es una
multiplicación de los panes, un compartir la fe, el pan y el amor. Este portento sólo
lo puede provocar el amor de Dios, que abre sus manos en cada creyente, vivido en
el misterio de la Eucaristía. Este acontecimiento es también una imagen de la
Iglesia, Jesús está en el centro como dador de todos lo bienes, sobre todo de su
palabra y del pan de la Eucaristía. Luego están los discípulos, que muy unidos a ÉL,
entregan sus dones al pueblo, y éste goza de la presencia de Jesús. Al dar la
bendición Jesús, alza la mirada al cielo, hace las obras que el Padre le ha
encomendado (cfr. Jn. 5,36), no es el mediador como Moisés, ÉL mismo es el dador
y fuente de la vida. Esta es la experiencia que la Iglesia tiene al celebrar la
Eucaristía. De esta forma vivirán solidariamente con Dios y el prójimo todos los
elegidos a las bodas eternas en el reino de Dios. En Dios está la plenitud de la
misericordia, sólo en él se sacia toda hambre que pueda sentir el hombre.
La Santa Madre Teresa nos enseña que al recitar la oración del cristiano, pidamos el
Pan verdadero que da vida eterna. “Así que, hermanas, tenga quien quisiere
cuidado de pedir ese pan; nosotras pidamos al Padre Eterno merezcamos recibir el
nuestro pan celestial de manera que, ya que los ojos del cuerpo no se pueden
deleitar en mirarle por estar tan encubierto, se descubra a los del alma y se le dé a
conocer; que es otro mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta la vida.”
(Camino de Perfección 34,5).