XVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
SABADO
Lecturas
a.- Habacuc 1,12-2, 4: El justo vivirá por la fe.
b.- Mt. 17, 14-19: Si tuvieras fe, nada os sería imposible.
En este evangelio contemplamos, una vez más, cómo la fe suplicante de un padre
por la salud de su hijo, que es lunático, endemoniado, que como el centurión había
rogado por la salud de su criado y la cananea por la de su hija, que se lastima la
salud, por esta enfermedad (cfr. Mc. 9,14-29). Quizás el hombre, no quería
molestar a Jesús, como el centurión, de ahí que intenta lograrlo por medio de sus
discípulos, pero que no consiguieron hacerlo (vv. 14 - 16). Si bien la respuesta de
Jesús es poco alentadora, finalmente acepta expulsar el demonio, y devolverle la
salud (vv.17-18). Estas palabras las podemos considerar como un desahogo de
Jesús por la falta de fe, el pueblo está ávido de milagros, pero no aceptan sus
palabras, los apóstoles han fracasado, las autoridades religiosas lo rechazan, etc.
Jesús está cansado, pero así y todo, renueva su esperanza, impulsado por la
caridad, trajeron al niño y lo sanó. Sufre por tener que soportar la incredulidad de
los hombres, son los dolores de su alma (cfr. Hb.5, 7), incluidos los apóstoles. Esta
actitud de Jesús, resulta conmovedora y consoladora. La primera nos hace testigos
de los sufrimientos del Mesías, consoladora, porque Jesús se muestra verdadero
hombre, se conmueve, lo que nos trae todos los bienes de la salvación. Esta
curación da motivo al evangelista para centrarse en la instrucción de la fe a los
apóstoles (vv.19-21). Si Jesús dice que hace falta un “poco” de fe para obrar
milagros, ¿qué era entonces la falta de fe de los apóstoles?, sino poca fe. El grano
de mostaza, es decir, la poca fe para obrar maravillas es necesaria pero no se trata
de cantidad, sino de calidad; se trata de una fe, sin dudas, sin vacilaciones. Lo
fundamental es tener fe, es una participación en el poder de Dios, para quien nada
es imposible (cfr. Lc. 1, 37). Los discípulos tienen dificultades para creer en Cristo,
poca fe, sobre todo, cuando anuncia su Pasión y las condiciones para seguirle. En
ellos, no se trata de incredulidad, sino una fe insuficiente, no plenamente
desarrollada, que no ha llegado a la comprensión total, que de vigor a toda su
existencia del creyente. Tienen fe, pero endeble, mediocre, pusilánime. La fe no
traslada las montañas, sino a los hombres de la muerte a la vida, transformar sus
vidas, para ser trasladados a vivir en Dios. Quien deja su vida en las manos de
Dios, y cree y tiene fe, hace mucho más que trasladar montañas.
Teresa de Jesús, a lo largo de su vida, tuvo una fe muy probada desde su juventud,
precisamente para la obra que Dios le habría de inspirar más tarde. “Pues si cuando
andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que
dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que
le pidiéremos, pues está en nuestra casa? ” (Camino de Perfección 34,8).