DOMINGO XX. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
Jn. 6, 51-58
Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que come pan de éste vivirá para
siempre. Pero, además, el pan que yo voy a dar es mi carne, para que el
mundo viva. Los judíos aquellos discutían acaloradamente unos con otros
diciendo:-¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Les dijo Jesús:- Pues
sí, os lo aseguro: Si no coméis la carne del Hombre y no bebéis su sangre,
no tenéis vida en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida definitiva y yo lo resucitaré el último día, porque mi carne es verdadera
comida y mi sangre verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi
sangre sigue conmigo y yo con él; como a mí me envió el Padre que vive y,
así, yo vivo por el Padre, también aquel que me come vivirá por mí. Este es
el pan bajado del cielo, no como el que comieron vuestros padres y
murieron; quien come pan de éste vivirá para siempre.
CUENTO: EL ZORRO MUTILADO
Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus
patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces
vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había
hartado y dejó el resto de la carne para el zorro.
Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre.
El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí
mismo:
«Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el
Señor, y éste me dará cuanto necesito».
Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y. el pobre hombre
estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía:
«¡Oh, tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad!
Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado».
Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de ligero vestidito
y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y
le dije a Dios: «¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada
para solucionarlo?». Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella
noche, de improviso, me respondió: «Ciertamente que he hecho algo. Te he
hecho a ti».
Anthony de Mello
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
No es extraño que en algunas ocasiones a los primeros cristianos se les
acusara de antropofagia al escuchar lo que dice Jesús en el evangelio de
Juan de hoy. Descrita con un fuerte realismo, la Eucaristía es verdadera
comida donde se come el Cuerpo de Cristo y se bebe la Sangre de Cristo.
Pero es evidente que Juan sabe que se trata de una comida espiritual que
alimenta la fe, no el cuerpo. Un alimento que es fuente de felicidad y de
vida eterna. Una Comida que no es puramente simbólica, porque realiza lo
que significa, absolutamente real, aunque no sea física ni científicamente
demostrable, porque se lleva a cabo en el nivel de la fe y de los valores.
En un mundo nuestro tan escéptico ante todo lo que no se pueda demostrar
por la razón o la ciencia, este lenguaje puede resultar chocante cuando no
desfasado e incluso un poco “gore”. Pero se trata de rescatar su significado
más profundo para nosotros: la maravillosa ocurrencia de Dios de quedarse
entre nosotros a través de dos signos tan universales: el pan y el vino. Más
cercanía no cabe, más amor no es posible. Aquí no llegan las demás
religiones. Dios no es un ser alejado de nuestra vida, sino encarnado en
nuestra historia. Dios no se desentiende de nuestros dolores, hambres,
sufrimientos, sino que se abaja para compartirlos con nosotros. El problema
del hambre material del mundo, este escándalo que nos sobrecoge y
avergüenza, no es Dios quien debe solucionarlo, está en nuestras manos.
Pero hay otras hambres en el ser humano que sólo Dios puede saciar: el
hambre de amor, de sentido, de esperanza. Y esto sirve ahora más que
nunca en estos tiempos de profunda crisis que estamos viviendo en el
mundo, y especialmente en Europa y España, en que ciertas valoraciones
de la realidad se han tambaleado fuertemente. Creíamos que el dinero, el
materialismo, las cosas, el bienestar, nos iban a dar automáticamente la
felicidad y para siempre. Pero no ha sido así. Se nos han derrumbado una
vez más los mitos de una sociedad sin problemas y en progreso ilimitado.
Hemos vuelto a descubrir valores que estábamos olvidando: el ser humano
sólo es feliz cuando ama de verdad, cuando vive en un entorno familiar y
social positivo, cuando se entrega, cuando se humaniza, cuando da lo mejor
de sí mismo, cuando no se aísla egoístamente de los demás, cuando abre
su vida a un sentido a un horizonte trascendente que da sentido a su
existencia. Por eso, más que nunca, aparte de la valoración de la Eucaristía
como alimento vivo de fe y de amor, el mensaje de Cristo en este domingo
es más pertinente y actual que nunca en esta sociedad que lejos de llenar
las hambres más profundas del ser humano, sólo hace crecer la experiencia
de soledad, hastío y nihilista vacío . Por eso no debemos acobardarnos ni
desanimarnos porque veamos cierta indiferencia religiosa a nuestro
alrededor, causada en muchos casos por el pésimo e incoherente testimonio
de muchos cristianos y de su vivencia hipócrita de la Eucaristía. Con nuevo
entusiasmo y convicción, apoyados en Cristo Alimento de vida, debemos ser
testigos en nuestros entornos de que hay otros alimentos que no son
materiales pero que llenan nuestra vida de felicidad y que debemos
aprender a valorarlos de nuevo: la familia, los amigos, la fe, el perdón, la
gratuidad, la austeridad, la solidaridad, el amor. Pero también, este
mensaje nos compromete a los cristianos a vivir la Eucaristía como fuente
de encuentro con Dios y de solidaridad con los que sufren, especialmente en
esta época dura que nos ha tocado vivir, pero que a la vez puede ser
oportunidad de sacar los mejores valores que llevamos dentro. Si Dios se
hizo Pan para nosotros, nosotros debemos ser también Pan para que
quienes nos necesitan y debemos poner todos nuestros esfuerzos en la
construcción de un mundo donde nadie pase hambre y donde todos
vivamos en igualdad y dignidad.
En estos días de Juegos Olímpicos de Londres, que no han logrado al menos
como en la antigua Grecia una tregua en las guerras como la que se libra en
Siria, aprendamos de los propios deportistas que compiten por medallas
efímeras de gloria humana, y pongamos todo nuestro mejor esfuerzo en dar
lo mejor de nosotros mismos a favor de un mundo donde todos vivamos en
paz y podamos desarrollar, no sólo la dimensión física y material de nuestra
persona, que es derecho básico de todos, sino también las dimensiones
emocionales, afectivas, psicológicas, sociales y espirituales que seguro
llenarán ese hambre de Amor y de Dios que todos llevamos dentro.
Dejémonos de las excusas, las quejas y los lamentos del protagonista del
cuento de Anthony de Mello, y pongámonos a imitar al tigre que alimentaba
al zorro mutilado, alimentando también nosotros con nuestra entrega y
generosidad a cuantos nos necesitan. ¡FELIZ SEMANA SACIADA DE DEL PAN
DE LA SOLIDARIDAD Y DE LA FE!