"Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí
nunca pasará sed."
Jn 6,24-35
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL PAN DE LA VIDA
Es menester ponerse en el lugar de los interlocutores de Moisés, de Aarón y de Jesús y
comprender sus dificultades, unas dificultades reales. Los israelitas estaban cargados de
razones para murmurar: ¿qué vida es esta que nos hacéis llevar en el desierto? ¿Valía la
pena? ¿No estábamos mejor cuando estábamos peor? ¿Quién podría decir que están
equivocados? Se trata de una vida de miseria y sin perspectivas, de una vida que se desarrolla
en una inseguridad total. Una vida en la que se juegan la supervivencia.
También los interlocutores de Jesús tenían más de un motivo para mostrarse perplejos, dado
que un hombre, aunque fuera prestigioso, se autoproclama «el pan de la vida». ¿No es un poco
demasiado? ¿No se está exaltando? ¿No está exagerando, visto el éxito del milagro? Es cierto
que es capaz de dar pan para comer; ahora bien, para llegar a considerarse el «pan bajado del
cielo», el pan definitivo, queda todavía mucho trecho. Es preciso reconocer que los que
murmuraban o se mostraban perplejos tenían sus buenas razones para hacerlo.
Y debo reconocer que también yo, si me hubiera encontrado en las mismas circunstancias,
habría tenido más o menos las mismas reacciones, precisamente porque pienso normalmente
que es necesario ser concretos, mantenerse con los pies en el suelo, no dejarse fascinar ni
arrastrar por fáciles entusiasmos que, después, se revelan ilusorios. Y conmigo, también la
gente de hoy, quizás la gran mayoría, habría tenido las mismas reacciones razonables,
sensatas, casi obvias. Y tanto más por el hecho de que nuestra sociedad nos ha educado para
prever, calcular, usar la razón. Sin embargo.................................
ORACION
Fíjate, Señor, cómo ciertos pasos resultan difíciles. Y tú lo sabes bien, porque has puesto en
nosotros el instinto de conservación, que es una de las fuerzas más poderosas que rigen la
vida. Hoy te pido que hagas más poderoso aún este instinto, a saber: que lo extiendas a la
Vida, a la vida que tú prometes, a la vida que debe durar para siempre, de suerte que pueda
sentir dentro de mí las razones del corazón, las razones de la Vida, la pregunta sobre el cómo
alimentarla.
Te pido que me hagas percibir este instinto vital superior al menos con la misma fuerza que el
natural, para que mis decisiones sean prudentes y sabias, no ligadas sólo al sentido común, y
tampoco estén dictadas por la facilidad para creer cualquier propuesta milagrera.
Otra cosa te pido aún: concédeme el espíritu de discernimiento, para que sepa distinguir entre
la verdadera fe y las ilusiones, el carácter razonable de mi modo de pensar y la apertura a tu
posible acción en el mundo.
Haz, oh Señor, que no desista nunca de ser un hombre bien arraigado en la realidad y, al
mismo tiempo, abierto también a tu Realidad, a ti, que puedes sorprenderme y venir a mi
encuentro en cualquier momento; a ti, que puedes dar la vuelta en un instante a la marcha
normal de las cosas, para plantearme la pregunta radical sobre en qué pongo mi confianza.