XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
" El Pan de los ángeles se hace pan de los hombres; y el pan celestial da fin
a las antiguas figuras"
1R 19,4-8: "Con la fuerza de aquel alimento caminó hasta el monte
de Dios
Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9: "Gustad y ved qué bueno es el Señor"
Ef 4,30-5,2: "Vivid en el amor como Cristo"
Jn 6,41-51: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo"
Recordando a Moisés en el desierto, se nos describe la huida de Elías que se siente
fracasado en su obra, y pide a Dios que se lo lleve de este mundo. El alimento que
recibe es señal de que Dios está con él.
Como hicieron sus antepasados en el desierto ante Moisés, los judíos hacen ahora
ante Cristo: "murmuraron". Y para rechazarle, apelan a que su familia es conocida,
y vana, por tanto, su pretensión de que "viene del cielo". Pero Jesús con las
palabras de Isaías les denuncia porque no escuchan la voz de Dios.
Con palabras más recias que nunca ("El pan que yo daré es mi carne para vida del
mundo"), Jesús relaciona la Eucaristía con su muerte empleando el término "carne",
expresión muy primitiva.
Con frecuencia se observa que cada uno defiende "su" verdad, sinónimo de algo
puramente subjetivo. Quien así actúa debe reconocer el mismo derecho en los
demás. Tanto subjetivismo hace imposible hallar la verdad universal y objetiva. La
defensa de la propia verdad nada tiene que ver con la personalidad o con la
dignidad. Nadie más digno que quien busca la verdad objetiva y la acepta.
– Cristo revela el Espíritu a través de la Eucaristía:
"Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que Él mismo no ha sido
glorificado por su Muerte y su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a poco,
incluso en su enseñanza a la muchedumbre, cuando revela que su Carne será
alimento para la vida del mundo. Lo sugiere también a Nicodemo, a la Samaritana y
a los que participan en la fiesta de los Tabernáculos. A sus discípulos les habla de él
abiertamente a propósito de la oración y del testimonio que tendrán que dar"
(728).
– El memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia:
"La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo
de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con Él, ella se ofrece totalmente.
Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el
sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida
de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de
Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo
presente sobre el altar da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de
unirse a su ofrenda" (1368).
– "Dios no rehusará ser invocado como Dios por aquellos que hayan mortificado en
la tierra sus miembros, y, sin embargo, viven en Cristo. Además, Dios es Dios de
vivos, no de muertos; más aún, vivifica a todo hombre por su Verbo vivo, el cual da
a los santos para alimento y vida, como el mismo Señor dice: «Yo soy el pan de la
vida» (Jn 6,35). Los judíos, por tener el gusto enfermizo y los sentidos del espíritu
no ejercitados en la virtud, no entendiendo rectamente la explicación de este pan,
le contradecían porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo»" (San
Atanasio, Cart. 4, 3).
"Se da a los cristianos una gran verdad: que el pan se convierte en Cuerpo y el vino
en Sangre. Lo que no percibes o no ves, te lo confirma la fe, fuera del orden
natural" (Himno "Lauda Sion").