Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Agosto 8
Santo Domingo de Guzmán, OP
-----------------------------------------------------
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa * Guíame, Señor, por
el camino eterno. * Te seguiré a donde vayas
Textos para este día:
1 Corintios 2, 1-10a:
Hermanos: Cuando vine a ustedes a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con
sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre ustedes me precié de saber cosa alguna,
sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a ustedes débil y temeroso; mi palabra y
mi predicación no fue con persuasiva sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes
de este mundo que quedan desvanecidos, sino enseñamos una sabiduría divina,
misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.
Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues si la hubieran conocido,
nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el
oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman». Y
Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.
Salmo 138:
Señor, tú me sondeas y me conoces; / me conoces cuando me siento o me levanto, / de
lejos penetras mis pensamientos; / distingues mi camino y mi descanso, / todas mis sendas
te son familiares. R.
Tú has creado mis entrañas, / me has tejido en el seno materno. / Te doy gracias, / porque
me has escogido portentosamente, / porque son admirables tus obras. R.
Señor, sondéame y conoce mi corazón, / ponme a prueba y conoce mis sentimientos, / mira
si mi camino se desvía, / guíame por el camino eterno. R.
Lucas 9, 57-62:
En aquel tiempo mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno:
«Te seguiré a donde vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tiene madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene dónde
reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme »
El respondió:
«Déjame primero ir a enterrar a mi Padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar el Reino de Dios».
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia».
Jesús le contestó:
«El que echa mano al arado sigue y mirando atrás, no vale para el Reino de Dios.
Homilía
Temas de las lecturas: Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa * Guíame, Señor,
por el camino eterno. * Te seguiré a donde vayas
1. La primera y mejor homilía sobre Santo Domingo
1.1 El Beato Jordán de Sajonia predicó así sobre nuestro Fundador.
1.2 Lo que es de mayor esplendor y magnificencia que los milagros, estaba adornado de
costumbres tan limpias, dominado por tal ímpetu de fervor divino, que revelaban
plenamente en él un vaso de honor y de gracia, un vaso guarnecido de toda suerte de
piedras preciosas. Su ecuanimidad era inalterable, a no ser cuando se turbaba por la
compasión y la misericordia hacia el prójimo. Y como el corazón alegre alegra el semblante,
la hilaridad y la benignidad del suyo trasparentaban la placidez y el equilibrio del hombre
interior. Tal constancia mostraba en aquellas cosas que entendía ser del agrado divino, que,
una vez deliberada y dada una orden, apenas se conocerá un caso en que la retractase.
1.3 Y como la alegría brillase siempre en su cara, fiel testimonio de su buena conciencia,
según se ha dicho, la luz de su semblante, sin embargo, no se proyectada sobre la tierra.
Con ella se atraía fácilmente el afecto de todos; cuantos le miraban quedaban de él
prendados. Dondequiera se hallase, fuese de viaje con sus compañeros, en las casas con
sus hospederos y sus familiares, entre los magnates, entre los príncipes y los prelados,
siempre tenía palabras de edificación y abundaba en ejemplos, con los cuales inclinaba los
ánimos de los oyentes al amor de Cristo y al desprecio del mundo. En todas partes, sus
palabras y sus obras revelaban al varón evangélico. Durante el día nadie más accesible y
afable que él en su trato con los frailes y los acompañantes.
2. Contemplaba...
2.1 Por la noche, nadie tan asiduo a las Vigilias y a la oración. En las Vísperas demoraba el
llanto, y en los Maitines, la alegría. Dedicaba el día a los prójimos; la noche, a Dios;
sabiendo que en día manda el Señor su misericordia, y en la noche, su cántico. Lloraba
abundantemente con mucha frecuencia, siendo las lágrimas su pan día y noche; de día
principalmente cuando celebraba la Santa Misa; y de noche, cuando se entregaba más que
nadie a sus incansables vigilias.
2.2 Era costumbre tan arraigada en él la de pernoctar en la iglesia, que parece haber tenido
muy rara vez lecho fijo para descansar. Pasaba, pues, la noche en oración, perseverando
en las vigilias todo el tiempo que podía resistir su frágil cuerpo. Y cuando venía el
desfallecimiento y el espíritu cansado reclamaba el sueño, entonces descansaba un poco,
reclinando la cabeza delante del altar o en algún otro sitio, o sobre una piedra, como el
patriarca Jacob, para volver de nuevo al fervor del espíritu en la oración.
3. ...Y sabía dar de lo contemplado
3.1 Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón y, amándolos a todos,
de todos era amado. Consideraba un deber suyo alegrarse con lo que se alegran y llorar
con los que lloran, y, llevado de su piedad, se dedicaba al cuidado de los pobres y
desgraciados. Otra cosa le hacía también amabilísimo a todos: que, procediendo siempre
por la vía de la sencillez, ni en sus palabras ni en sus obras se observaba el menor vestigio
de ficción o de doblez.
3.2 Verdadero amigo de la pobreza, usaba siempre vestidos viles. En la comida y en la
bebida era templadísimo: rechazaba las viandas delicadas, gustoso se contentaba con un
solo plato y usaba del vino aguándolo de tal forma y tenía tal imperio sobre su carne, que
atendía a las necesidades corporales sin embotar la sutileza de su espíritu.
3.3 ¿Quién será capaz de imitar en todo la virtud de este hombre? Podemos admirarla, y a
su vista considerar la desdicha de nuestros días: poder lo que él pudo, fruto es no ya de su
virtud humana, sino de una gracia singular de Dios que podrá reproducir en algún otro esa
cumbre acabada de perfección. Mas para tal empresa, ¿quién será idóneo? Imitemos,
hermanos, en la medida de nuestras fuerzas, las huellas paternas, dando al mismo tiempo
gracias al Redentor, que concedió tal caudillo a sus siervos por él regenerados, y pidamos
al Padre de las misericordias que, regidos por aquel espíritu que mueve a los hijos de Dios,
caminando por las sendas de nuestros padres, merezcamos llegar sin descarríos a la
misma meta de perpetua felicidad y sempiterna bienaventuranza en la que nuestro Padre
felizmente ya entró. Amén.
Fr. Nelson Medina, O.P.