XIX D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO
(I Re 19, 4-8; Sal 33; Ef 4, 30-5, 2; Juan 6, 41-51)
L A P ALABRA
-“¡Levántate, come!, que el camino es superior a
tus fuerzas.»
Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza
de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el
monte de Dios.” (1Re 19, 8)
“El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué
bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.” (Sal 33)
“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para
siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.” (Jn 6, 51)
M EDITACIÓN
El mensaje que hoy nos ofrece la Palabra, no es una invitación para satisfechos, ni
una doctrina para especuladores. Quienes ante el discurso de Jesús reaccionaron de
manera especulativa, no lo entendieron y abandonaron el seguimiento.
Sólo los que tienen hambre buscan y agradecen el pan como vida. Los que gozan
de la abundancia, hasta cabe que echen el pan a la basura. Hoy es una exigencia social
ser solidarios con tantos a los que, como al profeta Elías, les asalta la desesperanza por
no poder con la carga de la prueba.
El alimento del cuerpo es necesario, y más que nunca se nos pide hacer las veces
del ángel del Señor, que socorre al profeta en la mayor indigencia. Pero no sólo de pan
vive el hombre. Más que nunca, hay muchos contemporáneos nuestros que perecen
sumidos en la tristeza, en la soledad, por pérdida de ilusión, de trabajo, de confianza en
las instituciones.
Jesús se ofrece hoy como pan, con la expresión más solemne de la Biblia: “Yo
soy”. Él es la respuesta al hambre de sentido, a la angustia de la desesperanza.
Sorprende que los evangelios nos presenten a Jesús como pan y mendigo, como viña y
fruto de la vid, como Pastor y Cordero. El se ha hecho todo a todos, para que nadie
quede sin respuesta en su intemperie.
Trata de dar fe a la Palabra, y sin que ocurran cosas sorprendentes, sentirás en tu
corazón la fuerza, el ánimo y la providencia de acontecimientos que te permitirán
descubrir la verdad de quien se ofrece como respuesta a la necesidad del cuerpo y del
corazón. Sería llevar a la práctica lo que dice san Pablo: “Sed imitadores de Dios como
hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios
como oblación y víctima de suave olor” (Ef 5, 2).
O RACIÓN
“Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo
consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias”.