XIX Semana del Tiempo Ordinario. (A ño Par)
Miercoles
La corrección fraterna es un medio de ayuda al que se equivoca, muestra de
caridad
«Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas tú con él. Si te
escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no escucha, toma
entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede
firme por la palabra de dos o tres testigos. Pero si no quiere
escucharlos, díselo a la Iglesia. Si tampoco quiere escuchar a la
Iglesia, tenlo por pagano y publicano. Os aseguro que todo lo que
atéis en la tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desatéis
en la tierra quedará desatado en el Cielo. Os aseguro también que
si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier
cosa que quieran pedir; mi Padre que está en los Cielos se lo
concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos.» (Mateo 18, 15-20)
1. La corrección fraterna es una manifestación del amor, para las
comunidades cristianas, formada por personas que no son perfectas.
Coexisten el bien y el mal. Con el hermano que falta, Jesús, nos muestras
un método gradual en la corrección fraterna: el diálogo personal, el diálogo
con testigos y, luego, la separación, si es que el pecador se obstina en su
fallo.
No se juzga al pecador, se le perdona. La condena será medicinal, si
se niega a vivir en el seno de esa comunidad acogedora (Maertens-Frisque).
Si tu hermano te ofende, ve y házselo ver, a solas entre los
dos. Si te hace caso, has ganado a tu hermano ”. La Iglesia no es una
comunidad de "puros" –eso se pensaban los cátaros-. Pero nos señalas,
Seor, el modo de corregir: “- Ve y házselo ver a solas” . El que ve el mal,
ha de dar el primer paso. ¿Somos nosotros delicados como lo fue Jesús... o
bien nos apresuramos a publicar los defectos de los demás? ¿Corregimos en
privado? ¿Nuestras intervenciones intentan "salvar", "ganar" a nuestros
hermanos... o contribuyen a hundirles mas todavía?
“Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que
cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos.
Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni
siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un
recaudador ”. Vemos aquí los modos del Antiguo Testamento, y unas
oportunidades de rehacerse: son modos de continuar, por otros medios, a
querer salvar.
Son modos sucesivos, por tanto esta corrección con testigos o
reprobación pública van después de la privada. También el hecho de
remitirse al juicio del conjunto de la comunidad, de la Iglesia, es una
medida de prudencia y confianza en el don del Espíritu que ella tiene.
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Es muy bonito ver que hasta la reprensión final, una modo que
llamaríamos hoy de “excomunin”, también es medicinal, ayuda para la
conversión.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado
en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra que dará desatado en
el cielo ”. Jesús, repites aquí a la comunidad las palabras dichas a Pedro
como primer creyente (16,19). El perdón es tarea de todos los miembros de
la Iglesia: mostrar la misericordia con nuestras vidas.
Os lo digo otra vez: Si dos de vosotros llegan a un acuerdo
aquí en la tierra acerca de cualquier asunto por el que hayan pedido,
surtirá su efecto por obra de mi Padre del cielo, pues donde están
dos o tres reunidos apelando a mí, allí en medio de ellos, estoy yo”.
Jesús, gracias por estar en tu Iglesia, por hacernos ver que todos somos
corresponsables en la comunidad.
La indiferencia no es cristiana, la actitud de Caín es falsa: «¿soy yo
acaso el guardián de mi hermano?». Un centinela tiene que avisar. Un
padre no siempre tiene que callar, ni el maestro o el educador permitirlo
todo, ni un amigo desentenderse cuando ve que su amigo va por mal
camino, ni un obispo dejar de ejercer su cura pastoral en la diócesis. No es
que nos vayamos a meter continuamente en los asuntos de otros, pero nos
debemos sentir corresponsables de su bien. La pregunta de Dios a Caín nos
la dirige también a nosotros: «¿qué has hecho con tu hermano?». Esta
corrección no la ejercitamos desde la agresividad y la condena inmediata,
con métodos de espionaje o policíacos, echando en cara y humillando. Nos
tiene que guiar el amor, la comprensión, la búsqueda del bien del hermano:
tender una mano, dirigir una palabra de ánimo, ayudar a rehabilitarse. La
corrección fraterna es algo difícil, en la vida familiar como en la
eclesial. Pero cuando se hace bien y a tiempo, es una suerte para
todos: «has ganado a un hermano».
“Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de
vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien
que recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la
suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con
Dios” (Catecismo 1445). Somos hermanos en la comunidad.
Corrección fraterna entre amigos, entre esposos, en el ámbito
familiar, en una comunidad religiosa, en la Iglesia. Y acompañada de la
oración: rezar por el que ha fallado es una de las mejores maneras de
ayudarle y, además, nos enseñará a adoptar el tono justo en nuestra
palabra de exhortación, cuando tenga que decirse (J. Aldazábal).
Jesús, tu modo de vivir el perdón lo subvierte todo: rezas y pides el
perdón divino para tus verdugos (Lc 23,34); Esteban hace lo mismo ante
los que le matan (Act 7,59-60), Pablo (1 Cor 4,12-13) y otros muchos
siguen también tu ejemplo. Nos dices que si no juzgamos no tendremos
juicio, y añades que Dios nos perdona cuando nosotros perdonemos a
nuestros hermanos.
El poder de atar y desatar indica también los modos de vivir el
perdn en la Iglesia: “Toda la virtud de la penitencia reside en que nos
restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad. El fin y
el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios. En los
que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con
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una disposición religiosa, tiene como resultado la paz y la tranquilidad de
conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual. En efecto,
el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera
«resurrección espiritual», una restitución de la dignidad y de los bienes de
la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de
Dios» (Catecismo 1468).
Seor, nos dices que “ donde estén dos o tres reunidos en mi
nombre, ahí estoy yo en medio de ellos” : veo la importancia de rezar
en familia, hacer la oración acompañado de otros, y de muchas costumbres
en las que los cristianos se reúnen para rezar: procesiones, romerías, etc.
Jesús, Tú estableciste que la reunión de cristianos por excelencia
fuera la Santa Misa: «haced esto en memoria mía» (Lucas 22,19).
En la Santa Misa, Tú estás en medio de nosotros de manera muy
especial: te haces presente en la Eucaristía con tu cuerpo y sangre, alma y
divinidad.
Por eso, la Santa Misa es el mejor lugar para pedirte lo que necesito,
y también para alabarte, darte gracias y pedirte perdón.
Si esto es así, ¿no es raro que muchos cristianos se sientan urgidos
para recortar el tiempo dedicado al Sacrificio Santísimo del Altar?
Jesús, lo que pasa es que me falta fe para descubrir tu presencia en
la Misa.
Auméntame mi fe.
Precisamente la Misa es el mejor momento para pedirte que
aumentes mi fe, especialmente en la Consagración y en la Comunión, pues
la Eucaristía es el Sacramento de nuestra Fe (Pablo Cardona).
2. Ezequiel muestra la predilección divina en los atribulados por la
justicia, los que tienen buen corazón: - «Recorre la ciudad y marca una
cruz en la frente de todos los hombres que gimen y lloran por todas
las abominaciones que se cometen en ella.. .» Los salvados son los
lúcidos, los que saben reconocer el pecado del mundo y llorar por este
pecado.
San Juan, en su Apocalipsis repetirá textualmente esta imagen:
« Esperad, no causéis daño a la tierra hasta que marquemos la frente
de los servidores de nuestro Dios » (Apocalipsis 7,3). Que sea yo
también una de esas almas sensibles que sienten en profundidad su
solidaridad con el pecado del mundo para «cargar con su peso» y, en lo
posible, «salvarlo».
-“ La gloria del Señor abandonó el umbral del Templo y se posó
sobre los querubines. Los querubines desplegaron sus alas y se
elevaron del suelo ante mis ojos... Era el ser vivo que yo había visto
debajo del Dios de Israel, junto al río Kebar ”. Dios abandona el Templo
de Jerusalén para ir a reunirse con los deportados, allá donde sufren, a
orillas del río de Babilonia. Es una intuición extraordinaria: el Señor no
está ligado a un santuario, ni a un lugar determinado... está
presente en todas partes, especialmente allá donde los hombres
creen en El, allá donde los hombres sufren.
Ayúdame, Señor, a tener yo también esta convicción, que Tú estás
conmigo, en el lugar mismo de mis actividades, en el centro de mis pruebas
(Noel Quesson).
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A la samaritana que le preguntaba por el lugar más favorable para
dar culto a Dios, Jesús le dirá: « Créeme, mujer, viene la hora que ni en
esta montaña, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad .» (Juan 4,21-
23)
3. Por eso cantamos hoy la gloria del Seor: “ Alabad, siervos del
Señor, alabad el nombre del Señor. / Bendito sea el nombre del
Señor, ahora y por siempre. / De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor. / El Señor se eleva sobre todos los
pueblos, su gloria sobre los cielos.
Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y
se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para
sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo ”.
Llucià Pou Sabaté
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