EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la decimonovena semana del tiempo ordinario
Libro de Ezequiel 2,8-10.3,1-4.
Y tú, hijo de hombre, escucha lo que te voy a decir; no seas rebelde como ese
pueblo rebelde: abre tu boca y come lo que te daré.
Yo miré y vi una mano extendida hacia mí, y en ella había un libro enrollado.
Lo desplegó delante de mí, y estaba escrito de los dos lados; en él había cantos
fúnebres, gemidos y lamentos.
El me dijo: Hijo de hombre, come lo que tienes delante: como este rollo, y ve a
hablar a los israelitas.
Yo abrí mi boca y él me hizo comer ese rollo.
Después me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tus entrañas con este
libro que yo te doy. Yo lo comí y era en mi boca dulce como la miel.
El me dijo: Hijo de hombre, dirígete a los israelitas y comunícales mis palabras.
Salmo 119(118),14.24.72.103.111.131.
Me alegro de cumplir tus prescripciones,
más que de todas las riquezas.
Porque tus prescripciones son todo mi deleite,
y tus preceptos, mis consejeros.
Para mí vale más la ley de tus labios
que todo el oro y la plata.
¡Qué dulce es tu palabra para mi boca,
es más dulce que la miel!
Tus prescripciones son mi herencia para siempre,
porque alegran mi corazón.
Abro mi boca y aspiro hondamente,
porque anhelo tus mandamientos.
Evangelio según San Mateo 18,1-5.10.12-14.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es
el más grande en el Reino de los Cielos?".
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos
y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no
entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el
Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus
ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja
las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió?
Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las
noventa y nueve que no se extraviaron.
De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno
solo de estos pequeños.
comentario del Evangelio por
San Clemente de Alejandría (150-v. 215), teólogo
El Pedagogo, I, 53-56 ; SC 70
“Vuestro Padre que está en el cielo, no quiere que se pierda ni uno slo de
estos pequeos”
Tras haber mostrado que la Escritura nos da a todos el nombre de niños, y
que cuando seguimos a Cristo se nos llama alegricamente “pequeos” (Mt 18,3;
19,13; Jn 21,5)... debemos decir quién es nuestro Pedagogo.
Se llama Jesús. Algunas veces se llama a sí mismo “pastor”, y dice: “Yo soy el
buen pastor” (Jn 10,11. 14). Con una metáfora tomada de los pastores que guían
sus ovejas se indica al Pedagogo, guía de los niños, solícito pastor de los pequeños;
porque se les denomina alegóricamente ovejas a los pequeños por su sencillez.
“Y todos formarán afirma un solo rebao y un solo pastor”(Jn 10,16). Con
razón el Verbo es llamado pedagogo, puesto que a nosotros, los niños, nos conduce
a la salvacin. Con toda claridad, él dice de sí mismo por boca de Oseas: “Yo soy su
educador” (Os 5,2).
La religión es una pedagogía que comporta el aprendizaje del servicio de Dios,
la educación para alcanzar el conocimiento de la verdad, y la recta formación que
conduce al cielo... como el piloto que gobierna su nave y procura poner a salvo a la
tripulación, así también el Pedagogo guía a los niños hacia un género de vida
saludable, por el solícito cuidado que tiene de nosotros... Pero nuestro Pedagogo,
en cambio, es el Santo Dios Jesús, el Verbo que guía a toda la humanidad; Dios
mismo, que ama a los hombres, es nuestro pedagogo.
En el “Cántico”, el Espíritu Santo habla de Él así: “Provey de lo necesario,
cuando estaba atormentado por la ardiente sed en los áridos parajes; lo protegió, lo
educó y lo guardó como a la pupila de sus ojos; como el águila protege su nido y a
sus polluelos, así él, extendiendo sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas.
Slo el Seor los guiaba, y entre ellos no había ningún dios extranjero” (Dt 32,10-
12).
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