NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCION
CATEDRAL AVELLANEDA LANUS
15 de agosto de 2012
Queridos hermanos.
Hoy es la Fiesta de la Virgen, la fiesta más importante porque, de alguna manera,
hay una culminación ante el proyecto y el plan que Dios tiene sobre ella y sobre
toda la humanidad. La Virgen ha sido elegida para ser la Madre del Verbo, la Madre
de su Hijo y en atención a esa elección y a esa maternidad, María es la Madre de
Jesús. Por eso ella es Inmaculada, es decir concebida sin mancha de pecado
original, en atención a su Maternidad Divina.
Esto está indicando que Dios no improvisa nada, que hay un proyecto, un plan de
salvación para la humanidad, que viene por medio de María, la que fue elegida;
porque ella no lo eligió; ella fue elegida para ser la Madre de Dios.
En culminación de esta historia de salvación María es la creyente, María es la mujer
fiel, María es la que escucha la Palabra de Dios, la internaliza y la pone en práctica.
María es el ejemplo de fe y vida, donde se unen ambas realidades, donde no
separa, donde no desintegra, donde no vive esquizofrénicamente sino que María
vive ambas realidades: lo humano y la fe, la fe que se expresa en lo humano y lo
humano que está sostenido por la fe.
Esta tarde, como Obispo de esta diócesis, le doy gracias a María porque es un
gozo que nosotros podamos contar con su presencia. Saber que la Virgen despeja
las nubes; que la Virgen nos ayuda porque es Madre y quiere que nosotros, sus
hijos, confiemos en Ella, que nos saca de tantos peligros, que nos ayuda a vivir
como tenemos que vivir.
También hoy le pido a María, para nosotros, para la Iglesia, para nuestra patria,
para el país, para el mundo entero, algunas cosas que para mi son importantes: en
primer lugar volver a tener culto por la verdad y por la objetividad. Creo que
nuestra sociedad ha ido perdiendo estos valores. De la verdad escuchamos por ahí:
“más o menos”, “yo qué se”, “es una mentirita”, “total más o menos”; tampoco
existe la objetividad ya que, si miramos bien, en varios niveles, en varios aspectos,
se ha ido instalando esta realidad.
De lo anterior, veamos un ejemplo concreto: antes, cuando uno era chiquito y
sacaba una mala nota en la escuela, iba a casa y recibía el reto de papá y mamá, si
los tenía; hoy, si un chico saca una mala nota, van la mamá y la abuela a pegarle a
la maestra. Esto es pérdida de objetividad, falta de objetividad porque, en el fondo,
cada uno hace “lo que se le canta” y lo que tiene ganas de hacer, lo que le gusta, lo
que tiene interés, lo que necesita, lo que subjetivamente vive.
¡Y así no debe ser la cosa porque eso nos va a destruir!, porque si nosotros no
tomamos las cosas por su nombre nos va a hacer mucho mal; nos hace entrar en
un permanente consumismo, una actitud bastante mediática y para que todo el
mundo no se sienta mal se dice “pobrecito”, “somos así”, “pobrecito”
Hay que pedirle a la Virgen el amor por la verdad, amor por la objetividad.
¡Importante es que volvamos a rescatar estos valores! ¡Que volvamos a tejerlo, a
enhebrarlo! El hilo salió del ojal y ya se desconectó y por más que uno haga
movimientos no teje nada; en lugar de tejer, desteje. ¡Tenemos que tejer de nuevo
el tejido social!, el tejido de nuestras familias, el tejido de la Iglesia, con verdad y
objetividad.
Hay algo que también está muy presente y quiero pedirle a al Virgen: que nos
ayude a hacer síntesis. Síntesis de ambas realidades, de lo humano y de lo
cristiano; o de lo humano y de lo divino. Nosotros tenemos que desarrollar esa
capacidad de todo lo que es humano. Humano es importante, es llamar las cosas
por su nombre, es tener las cosas claras, es buscar el bien de los demás, es hacer
el bien, ser solidarios. Esa palabra que esta respaldada por la vida, no sólo meras
palabras.
¡Palabra respaldada por la vida! Esa autoridad que todos tenemos que rescatar: la
autoridad del padre, la autoridad de la madre, la autoridad del sacerdote, la
autoridad del Obispo, la autoridad de un funcionario, la autoridad de alguien que
representa una institución. ¡Esto es muy importante porque nosotros somos pero
también representamos! También hay que volver a reconocer el criterio para lo cual
nosotros fuimos elegidos.
Por lo tanto, este esfuerzo de pedirle a la Virgen volver a vivir así, ¿saben por qué
es?, porque lo humano es importante, tenemos que vivirlo y desarrollarlo. Lo
humano puede ser más, puede ser menos, puede ser SI, puede ser NO. Y a veces
es bueno que uno diga NO, es sano decir NO, ¡es enfermo decir todo que SI! ¡Y hay
que saber decir que SI y hay que saber decir que NO! Para uno, para los demás,
para los otros, en los comportamientos.
Ahora las leyes quieren imponernos un matrimonio donde la fidelidad y la
infidelidad es lo mismo o pareciera que es cualquier cosa; porque la infidelidad “no
tiene que tener ningún tipo de penalidad”, porque ya no sería causa de nulidad o
divorcio, porque la fidelidad no es importante. ¿Cómo que no es importante? ¡Es
importante, trabajar sobre lo humano! ¡Con qué liviandad se pretende resolver
temas tan fundamentales!
Y luego lo cristiano, el Evangelio, lo que viene de Dios, ¡que talle en nuestra vida!,
¡que talle en nuestra sociedad! Nosotros no somos solamente materia ni somos
solamente espíritu; somos un espíritu corporizado y tenemos que hacer una síntesis
de ambas realidades. Y la que nos enseña a hacer esta síntesis es la Virgen; la obra
cumbre del Espíritu Santo. Ella nos tiene que enseñar a vivir en lo humano y a vivir
en lo cristiano.
Se está instalando en la sociedad algo tremendo: el narcisismo. ¡Cada uno se busca
a sí mismo, en lugar de buscar el bien y hacer el bien a los demás! Aquí uno fuerza
las cosas para buscarse. Así se da que la madre compite con la hija y, a veces, no
se sabe quién es la madre y quién es la hija, por ejemplo en la vestimenta, etc. Así
uno compite con los otros porque -de alguna manera- se está colando en la vida el
famoso “interés particular” que prevalece sobre el interés y el bien común.
Pedirle esto a la Virgen porque esto hace a nuestra vida, a nuestra vida eclesial, a
nuestra vida social, a nuestra vida de comunidad y a la vida de todos nosotros.
Como son cosas verdaderas, tienen que vivirse y encarnarse.
A la Virgen, a la Theotokos, a la Inmaculada, a la Asunta al cielo, le pedimos el
gozo de vivir, el gozo de ser cristiano porque ¡es un honor ser cristiano!, ¡es un
honor ser hijo de Dios!, ¡es un honor pertenecer a la Iglesia! Es un honor pero a la
vez es una responsabilidad, ¡porque la fe crea responsabilidad! ¿Quién nos va a
ayudar? La Virgen.
Que Ella nos ayude a tener un corazón de fiesta; que nos de el entusiasmo de vivir
y pertenecer a la Iglesia; que nos de el entusiasmo de soñar, que nos de el
entusiasmo de vivir en serio. Vivir de verdad no vivir doblemente; no en dos fases,
tres fases o cuatro fases. ¡Vivir y creer! ¡Creer y vivir! ¡Con Ella se puede! También
hacer apostolado en la Iglesia, ser discípulos y testigos, ser misioneros. “Obras son
amores y no buenas razones” como decía Santa Teresa.
Queridos hermanos, que la Virgen esté muy presente en nuestras familias, en
nuestras comunidades, en nuestro corazón. Si está Dios presente nos callamos,
contemplamos, amamos y seguimos al señor por medio de María. Mi corazón y mi
alma engrandecen al Señor.
Que la Virgen esté siempre con nosotros.
Que así sea.