XIX Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo B
Sabado
Los niños son modelo de sencillez de corazón y de ellos es el Reino de Dios
«Entonces le presentaron unos niños, para que les impusiera las manos y
orase; pero los discípulos les reñían. Ante esto, Jesús, dijo: Dejad a los
niños que vengan a mí, porque de éstos es el Reino de los Cielos. Y
después de imponerles las manos, se marchó de allí» (Mateo 19, 13-15).
1. -“ Acercaron a Jesús unos niños, para que les impusiera las manos y
rezara por ellos ”. Quizá eran madres que llevan a sus hijos pequeos... Jesús
los acaricia... a la vez que ora por ellos... el niño sonríe. Jesús, tú amabas a los
niños.
Jesús atendía a todos, y con preferencia a los más débiles y marginados de la
sociedad: los enfermos, los «pecadores». En esta ocasión, a los niños que le
traen para que los bendiga.
A los apóstoles se les acaba pronto la paciencia. -“ Pero los discípulos les
regaaron”. Hasta los doce años que entra en la sinagoga, había poca
consideración hacia los niños.
Tu frase, Jesús, es toda una consigna. -“ Jesús les dijo: "...Dejad a los niños
y no les impidáis que vengan a mí porque de los que son como éstos, es
el reino de los cielos ." ¿Pensaban tus apóstoles que era una pérdida de
tiempo para el Maestro tener que atender a unos niños? Los primeros
cristianos muy pronto interpretaron estas palabras como una toma de posición
de Jesús en favor del bautismo de los niños pequeños. Algunos padres con
poca fe dicen que si no se bautiza tan pequeño el niño tendrá libertad, pero es
falso cuando se le impide participar en actos religiosos. Los primeros años son
decisivos para toda la vida…
Jesús, nos presentas a los niños como modelos: la sencillez, la limpieza de
corazón, la convicción de nuestra debilidad, deben ser nuestras actitudes en la
vida humana y cristiana. En aquellos tiempos, a los niños no se les tenía muy
en cuenta. Parece que este pasaje (« no impidáis a los niños acercarse a
») nos habla del Bautismo de niños, que ya en el primer siglo se hacía en las
familias cristianas.
Evangelizar a los niños, transmitirles la fe y el amor a Dios, es parte
importantísima de la Iglesia en colaboración con las familias: en el bautismo
preparación de los padres y celebración, y en la Confirmación y Eucaristía
además los niños participan más activamente en la catequesis y celebración (J.
Aldazábal).
Al igual que una buena madre da a sus hijos pequeños el mejor alimento, sin
dejar que escojan, es lógico que les den también el mejor alimento espiritual, la
puerta de toda gracia: el Bautismo. Así lo enseña la Iglesia: «Puesto que nacen
con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los
niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo para ser
librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la
libertad de los hijos de Dios , a la que todos lo hombres están llamados. La
pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el
bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la
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gracia inestimable de ser hijos de Dios si no le administraran el Bautismo
poco después de su nacimiento » (Código de Derecho Canónico 1250).
-“El reino de los cielos es de los que son como ellos...” Jesús, los pones
como ejemplo a los mayores. Dirás en otro momento: " Bendito seas Padre...
porque si has escondido estas cosas a los "sabios y entendidos" se las
has revelado a los "pequeos"” (Mateo 11, 25). El niño espontáneamente
concuerda con el misterio. Cuanto más técnico va siendo nuestro mundo
matemático, científico y programático... la palabra de Jesús resulta tanto más
actual: Cada vez será mas necesario conservar ¡un rincón de infancia en el
corazón, un rincón de poesía, un rincón de ingenuidad y de frescor, un rincón
de misterio. Danos, Señor, sin infantilismos, el verdadero espíritu de infancia
(Noel Quesson).
«Porque de éstos es el Reino de los Cielos.» Jesús, quieres que yo también
sea pequeño, necesitado de tu ayuda, que confíe plenamente en Ti, que no me
asuste ante las dificultades, que no me avergüence confesar mi fe y pedir
perdón, que sepa amar con ternura, que me invada la seguridad, alegría y paz
propia de saberme hijo pequeño de Dios (Pablo Cardona).
«Cuando éramos pequeños, nos pegábamos a nuestra madre, al pasar por
caminos oscuros o por donde había perros.
”Ahora, al sentir las tentaciones de la carne, debemos juntarnos estrechamente
a Nuestra Madre del Cielo, por medio de su presencia bien cercana y por
medio de las jaculatorias.
Ella nos defenderá y nos llevará a la luz» (J. Escrivá, Surco 847).
2. Ezequiel nos recuerda que cada uno es responsable de sus actos y que no
nos refugiemos en un falso sentido de culpa colectiva. El refrán parecía, en
cierto modo, justificado: «los padres comieron agraces y los hijos tuvieron
dentera». La culpa de las generaciones anteriores sería, por tanto, la
explicación de que tuvieran que estar sufriendo la afrenta del destierro.
Pero el profeta les pone ante otro planteamiento: cada uno es responsable de
lo que hace. Si todos fallan, y tú no, quedarás a salvo: el pecado de los demás
no caerá sobre ti.
«Yo juzgaré a cada uno según su proceder». En muchas ocasiones nos
atribuimos las cosas buenas (“¡he aprobado este examen!”) y excusamos las
malas (“me han suspendido”). Aquí nos habla el profeta de responsabilidad
personal.
Te pido, Señor, por estas cosas que nos presenta el profeta a los
creyentes: observar la justicia, no ir tras los ídolos, respetar a la mujer del
prójimo, no explotar al necesitado, no robar, devolver lo recibido en préstamo,
no prestar con usura, juzgar con imparcialidad, caminar según los mandatos de
Dios...
3. Pedimos a Dios fortaleza con el salmo de hoy: « Oh Dios, crea en mí un
corazn puro, renuévame por dentro con espíritu firme… no me quites tu
santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu
generoso: ensearé a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti…
un corazn quebrantado y humillado, tú no lo desprecias”.
Llucià Pou Sabaté
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