Comentario al evangelio del Viernes 17 de Agosto del 2012
Queridos amigos:
Ezequiel desde su profetismo, denuncia las abominaciones cometidas por las instituciones nacidas para
fomentar la vida y generadoras de muerte; que se arrogan la verdad y se identifican con la figura de
Jerusalén, amada por Dios, pero que "siguen viviendo como brotes campestres", seguras de su belleza
y amparadas en su fama, pero incapaces de alimentar la esperanza en el pueblo.
Ezequiel abandona la causa de los opresores y traslada a Babilonia lo que era válido en Jerusalén.
Destruye el falso profeta que lleva dentro, el que se puede vender, y elabora una profecía en
comunidad, en confrontación de pareceres. El profeta despierta la responsabilidad individual en el mal
camino comunitario y propone que cada uno lea su responsabilidad a la hora de generar sufrimiento a
los demás.
En la profecía de Ezequiel, el Espíritu aparece como la única posibilidad para dar vida a tanta muerte
esparcida por las ambiciones humanas. El profeta hace una opción clara por la vida reconstruyendo al
ser humano desde lo más terreno: nervios, carne, piel. La misión del profeta no es destruir la carnalidad
del hombre sino elevarla, transformarla, vivificarla, hacerla Adán vivo (37,1-14).
El Espíritu y el ser humano logran lo imposible: Vivir creando y recreando la tierra prometida y las
estructuras en la que se sustentó el pueblo: las tribus, la monarquía, el templo, Jerusalén, las leyes, el
sacerdocio, las ciudades. Ezequiel supo cuál era la utopía, pero no encontró los medios.
Es Dios quien renueva su alianza para ser reconocido como el Señor. Su misericordia no abandonará al
hombre.
Quien se hace eunuco por el Reino de los Cielos está dando un paso para poner un nuevo espíritu a los
huesos y a la carne del mundo. "El que pueda con esto que lo haga".
Miguel N.