“Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí”
Mt 19, 13-15
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
SERÁ VERDADERO DISCÍPULO Y APÓSTOL QUIEN SE HAGA NIÑO.
Los niños fueron «presentados» a Jesús «para que les impusiera las manos y
orase». Fueron «presentados» tal vez porque eran verdaderamente pequeños y no
sabían caminar todavía solos. Esa es la situación de todo hombre que busca la
bendición de Dios y es incapaz de ir a él. Tenemos necesidad de «madres» que nos
presenten a Jesús, que no tengan miedo a este Maestro. También tenemos
necesidad de dejarnos presentar a Jesús, cosa que sólo es posible si tenemos el
espíritu de los niños; si queremos hacerlo solos, tal vez no lleguemos.
Algunos querían impedírselo: llegamos a Dios, a conocerlo y a amarlo de verdad,
sólo cuando nos encontramos en la madurez, cuando somos capaces de realizar
gestos de adulto. Durante mucho tiempo se ha pensado -y todavía se piensa- que
los niños no pueden ser santos. Jesús nos dice que precisamente «de los que son
como ellos es el Reino de los Cielos». Nos vienen a la mente todos aquellos que
fueron presentados a Jesús para que los curara: el paralítico, el ciego... Quizás
nuestra única decisión, la única que tendrá éxito, es la de «dejarnos presentar».
¿Quién nos presentará? En el rostro de esas madres entrevemos al Espíritu del
amor.
Podemos realizar aún una ulterior reflexión. Con el gesto de la imposición de las
manos acompañado de la oración es posible que Jesús quiera darnos a entender
que pretende confiar a los niños un poder, una misión en relación con el Reino: los
niños no sólo forman parte del Reino, sino que tienen asimismo el poder de hacer
entrar en él. Será verdadero discípulo y apóstol quien se haga niño.
ORACION
Estamos un poco confusos y nos cuesta todavía comprender. Ni siquiera percibimos
que sea justo y nos cuesta tener que creer que tu Reino es de los niños, de aquellos
que no hacen nada para tenerlo, de los que nada prometen o juran, de los que no
piensan tener que darte nada: sólo muestran su disponibilidad para acogerlo, sólo
gozan con recibirlo.
Quisiéramos estar entre «ésos» de quienes tú aseguras que forman parte ya de tu
Reino. Danos el Espíritu del niño que tiene una confianza absoluta en el amor de
quien lo acoge, de quien no quiere estar nunca solo, de quien goza con la
posibilidad de referirse a alguien, de quien goza y se maravilla con todo don.