“El que coma de este pan vivirá eternamente”
Jn 6, 51-59
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
¿PUEDO PEDIR ALGO QUE SEA MÁS QUE LA VIDA ETERNA?
A mi carne, perecedera y destinada a la muerte, se le ofrece hoy la posibilidad de la vida
eterna a través de la carne resucitada y, por consiguiente, incorruptible del Hijo. La vida
eterna, la vida de Dios, la vida bienaventurada, la vida feliz, la vida sin sombra, sin duelo
y sin lágrimas, llega a mí a través del Hijo, a través de su carne, que se hace pan para
comer. La eucaristía me pone en contacto con la vida eterna, me permite vencer la
muerte y la infelicidad. ¿Qué don puede haber más deseable? ¿Puedo pedir algo que sea
más que la vida eterna?
En la eucaristía está presente todo el deseo de comunión de Dios conmigo, su deseo de
que yo acepte su don como acto de amor, que comprenda la importancia única que tiene
su Hijo para mi vida y para mi realización. La vida llega a mí desde el Padre, a través de
la carne del Hijo, gracias a la mediación de la Iglesia apostólica, que celebra la eucaristía
para que también yo, con mi carne purificada y entregada, me vuelva puente para hacer
llegar al mundo la vida. ¡Este es el misterio de nuestra fe! La carne es verdaderamente
«el fundamento de la salvación» (Tertuliano).
ORACION
¡Oh mi amado Salvador! Tú eres verdaderamente todo para mí, porque me das la vida
eterna en el don de ti mismo.
El misterio de la eucaristía es grande e ilimitado, pero hoy tus palabras claras,
provocadoras, limpias y decididas lo iluminan de una manera inequívoca. Tú me das tu
vida, que es vida eterna, porque un día fuiste capaz de dar la vida. Te doy gracias, te
bendigo, alabo tu santa pasión y resurrección, adoro con alegría tu sabiduría, que me
sale al encuentro en mis preocupaciones terrenas.
Tú sabes lo difícil que me resulta alzar la mirada para asumir tus grandes perspectivas.
Me dejo engatusar por las cosas que pasan y me arriesgo a poner dentro también tu
eucaristía, dándole incluso muchos significados humanos, justos por sí mismos, pero muy
alejados del sentido decisivo que hoy me presentas. Tú quieres que yo viva para siempre
contigo, porque eres y serás mi realización y, por tanto, mi felicidad. Cada día me
sumerges en tu eternidad ofreciéndote como alimento. Tú llevas contigo la vida que te
une al Padre y quieres transmitírmela. Abre mis ojos nublados por las cosas de cada día,
para que pueda unirme indisolublemente a ti, y llevar a todos conmigo, en tu vida.