XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"Si eres el Pan de vida eterna; si sólo tú tienes palabras de vida eterna,
¿quién no acudirá a ti, Señor?"
Jos 24,1-2a.15-17.18b: "Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro
Dios!"
Sal 33,2-3.16-17.18-19.20-21.22-23: "Gustad y ved qué bueno es
el Señor".
Ef 5,21-32: "Es éste un gran misterio; y yo lo refiero a Cristo y a la
Iglesia"
Jn 6,60-69: "¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida
eterna"
El pueblo renueva su Alianza con Dios. La resolución de servirle no admite dudas.
Lo mucho que ha hecho Dios por su pueblo era el motivo de fidelidad.
¿Qué harán todos aquellos discípulos ante lo mucho que les queda por oír acerca de
los misterios de Jesús y el Padre? Si no han sido capaces de asimilar estas
verdades, ¿qué sucederá en el futuro? Jesús recordará que es el "Espíritu el que da
la vida" y que, como ya le dijo a Nicodemo, "aquí la carne nada vale".
El desafío a los "Doce" es la ocasión que aprovecha san Juan para llamar por vez
primera así a los que hasta ahora había denominado como discípulos. Reaccionaron
como debían: "Tú tienes palabras de vida eterna". Lo mismo que los israelitas
proclamaron "¡Lejos de nosotros abandonar al Señor!", ahora los Doce harán lo
propio.
¿Qué impresión causarían el Papa y los obispos si, ante la oleada de críticas que
constantemente suscita su doctrina en sectores de la sociedad, "rebajaran" las
exigencias del Evangelio a fin de hacerse más "simpáticos" y "caer bien"? Con un
pensamiento o una doctrina se puede estar de acuerdo o no. Pero, desde luego,
hay algo muy cierto que hay que proclamar: una doctrina coherente consigo misma
y que no abdica de lo fundamental, es algo muy serio.
— "La fe cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la religión de la
«Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y
vivo». Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo,
Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la
inteligencia de las mismas" (108).
— "La práctica de las palabras del Señor está resumida en la regla de oro: «Todo
cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros; porque
ésta es la Ley y los profetas» (Mt 7,12)" (1970; cf. 1971).
— " «La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se
encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento» (DV
17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su
objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas,
su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del
Espíritu Santo" (124).
— "El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio
de la pasión los escandalizó: «Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?»
(Jn 6,60). La Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo... «¿También vosotros
queréis marcharos?» (Jn 6,67): esta pregunta del Señor resuena a través de las
edades, invitación de su amor a descubrir que sólo Él tiene «palabras de vida
eterna» (Jn 6,68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a Él
mismo" (1336).
— "Nosotros también seremos dignos de estos bienes si siempre seguimos a
nuestro Salvador, y, si no solamente en esta Pascua nos purificásemos, sino toda
nuestra vida la juzgásemos como una solemnidad, y siempre unidos a Él y nunca
apartados le dijésemos: «Tú tienes palabras de vida eterna, ¿adónde iremos? Y si
alguna vez nos hemos apartado, volvamos por la confesión de nuestras
trasgresiones, no guardando rencor contra nadie, sino mortifiquemos con el espíritu
los actos del cuerpo»" (San Atanasio, cart. 10).
Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez, la Eucaristía
confirma nuestra manera de pensar.