¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?
Mt 19, 3020, 16:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
NO SOMOS MÁS QUE SERVIDORES VUESTROS POR AMOR A JESÚS
Los pastores malos se «apacientan a sí mismos». Puede haber egoísmo y búsqueda de sí
mismo incluso en el ejercicio de ministerios nobles, sagrados. Ya Pablo ponía en guardia
contra este peligro siempre actual; con modestia y verdad, compartía su experiencia de
pastor: «No nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor, y no somos
más que servidores vuestros por amor a Jesús» (2 Cor 4,5). «No me interesan vuestras
cosas, sino vosotros [...], gustosísimamente me gastaré y me desgastaré por vosotros» (2
Cor 12,14ss).
El pastor bueno se da a sí mismo y todo lo que tiene con una generosidad semejante al
dueño magnánimo del evangelio. Dios es grande, su amor rebasa la justicia y sus dones
sobreabundan siempre. Constatamos esta característica en cada página del evangelio: nos
sorprenden, por ejemplo, los milagros realizados por Jesús, que llevan todos ellos este
signo de gratuidad y de sobreabundancia.
En Caná, el agua transformada en vino está más allá de toda mesura lógicamente
necesaria. Multiplica los panes para saciar a la muchedumbre de una manera
sobreabundante, de suerte que sobran doce canastos. En el milagro de la pesca habría
bastado con unos pocos peces para que los apóstoles, tras haber faenado en vano toda la
noche, hubieran reconocido al Señor, pero los peces fueron 153, muchos más de los
necesarios. A este Dios de gran corazón debemos acogerlo con un corazón grande y
anunciarlo con grandeza de corazón.
ORACION
Señor, danos un corazón grande, abierto al infinito, dispuesto a ser invadido por tu amor,
cuya anchura, longitud, altura y profundidad no conseguimos ni siquiera imaginar (cf. Ef
3,18).
Danos un corazón grande, capaz de descubrir tu grandeza en todo lo que has creado,
capaz de encontrar belleza y sabor en todo, capaz de sentir estupor, de alabanza y de
agradecimiento. Danos un corazón grande donde encuentren sitio las alegrías y los dolores
de todos nuestros hermanos y hermanas, próximos y lejanos. Danos un corazón grande
que pueda abarcar la historia y que sepa guardar los acontecimientos en la meditación,
como la de María (cf. Lc 2,19). Danos un corazón grande en el que puedas encontrar
cómodamente morada, tú que eres un Dios grande y generoso.