Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo B, Tiempo Ordinario,
Domingo de la Semana No. 21
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios! * Gustad
y ved qué bueno es el Señor * Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a
la Iglesia. * ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.
Textos para este día:
Josué 24, 1-2a. 15-17.18b:
En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquién. Convocó a los
ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron
ante el Señor. Josué habló al pueblo: "Si no os parece bien servir al Señor, escoged
hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este
del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa
serviremos al Señor." El pueblo respondió: "¡Lejos de nosotros abandonar al Señor
para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y
a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos,
nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde
cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!"
Salmo 33 :
Bendigo al Señor en todo momento, / su alabanza está siempre en mi boca; / mi
alma se gloría en el Señor; / que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Los ojos del Señor miran a los justos, / sus oídos escuchan sus gritos; / pero el
Señor se enfrenta con los malhechores, / para borrar de la tierra su memoria. R.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha / y lo libra de sus angustias; / el Señor está
cerca de los atribulados, / salva a los abatidos. R.
Aunque el justo sufra muchos males, / de todos lo libra el Señor; / él cuida de
todos sus huesos, / y ni uno solo se quebrará. R.
La maldad da muerte al malvado, / y los que odian al justo serán castigados. / El
Señor redime a sus siervos, / no será castigado quien se acoge a él. R.
Efesios 5, 21 – 32:
Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se
sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así
como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la
Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos,
amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo
por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para
colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino
santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como
cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás
ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la
Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. "Por eso abandonará el hombre a su
padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne." Es éste
un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Juan 6, 60-69:
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: "Este modo de
hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?" Adivinando Jesús que sus discípulos lo
criticaban, les dijo: "¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a
donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las
palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no
creen. "Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a
entregar. Y dijo: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se
lo concede." Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no
volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También vosotros queréis
marcharos?" Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo
consagrado por Dios."
Homilía
Temas de las lecturas: Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios! * Gustad
y ved qué bueno es el Señor * Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a
la Iglesia. * ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.
1. Un amor imposible
1.1 Juan nos ha venido presentando en estos últimos domingos ese largo y
hermoso desarrollo de la enseñanza sobre el Pan de Vida. Partiendo de la
multiplicación de los panes de una tarde, nuestra atención ha sido progresivamente
conducida hacia el pan de eternidad. De la abundancia de pan para esta tierra a la
abundancia de amor y vida que trae el pan de los cielos. De Cristo como
multiplicador de pan a Cristo como pan que se multiplica.
1.2 En ese proceso pedagógico hemos llegado a oír palabras de tanto amor y de tan
inaudita grandeza que simplemente no existen en ninguna otra religión. ¿Dónde se
ha oído que un dios se vuelva alimento de sus creyentes? ¿Dicen los budistas que
Buda les da su sangre en bebida o creen los musulmanes que la carne de Mahoma
es vida para ellos en la eternidad? Es algo tan grande, es una exageración tan
voluminosa de ternura, que en realidad no resulta difícil comprender el reparo de
aquellos que dijeron: "Esta doctrina es inadmisible, ¿Quién puede aceptarla?",
según hemos escuchado en el evangelio de hoy.
1.3 La declaración que nos ha hecho Cristo indicando que su propia carne es
alimento tiene todas las características de un amor imposible. Que Dios me ame,
pase; que me ame tanto y hasta tal extremo, parece imposible, excesivo,
desmesurado. Así pensaron aquellos que, uniendo las palabras a las obras, dijeron:
"Esta doctrina es inadmisible" y se fueron. Ya no anduvieron más con Jesús. Quizá
temieron que les consideraran discípulos de un loco.
2. Creer y entender
2.1 Los que se apartaron de Cristo en algo se parecían con aquellos que se
quedaron con Cristo: ni unos ni otros entendían completamente qué podía ser
aquello de que él podía alimentarnos con su carne y con su sangre.
2.2 O dicho de otro modo: no es que los que se quedaron lo hicieron porque
entendían. Nadie le entendía y probablemente nadie todavía, en toda la tierra,
entiende de veras qué es eso de ser alimentados con la vida misma que Dios tiene
y es.
2.3 Permanecer con Jesús, entonces, no es un asunto de entenderle
completamente. Nosotros no "optamos" por Jesús porque su discurso resulte
convincente a nuestra razón, deleitable a nuestros oídos o cómodo a nuestras
costumbres. Uno estaría tentado a decir que nos quedamos con Jesús porque
hemos experimentado vida, o porque nos hemos sentido sanados, o porque él nos
ha liberado de nuestros males. Pero la primera lectura nos pone en guardia contra
ese modo tan simplista de ver las cosas.
3. No se puede vivir del pasado
3.1 En efecto, analicemos hermanos las razones que dan los israelitas para
quedarse en alianza con Yahvé. Es cosa de lo más razonable en el mundo entero.
Ellos dicen: nos quedamos con él porque "el Señor es nuestro Dios; él fue quien
nos sacó de la esclavitud de Egipto a nosotros y a nuestros padres. El ha hecho
ante nuestros ojos grandes prodigios y nos ha protegido durante el largo camino
que hemos recorrido y en todas las naciones que hemos atravesado. Nosotros
daremos culto al Señor, porque él es nuestro Dios".
3.2 Acaso no se hayan pronunciado palabras más sensatas en esta tierra, y sin
embargo, resultaron falaces al paso de la vida, porque esos mismos que juraron
fidelidad pronto negaron con sus obras todo el bello discurso que les pudimos oír
hoy en la lectura del libro de Josué. ¿Cuál fue el error? Algo muy explicable: el ser
humano acontece sólo de manera temporal. Cada vez está más distante de sí
mismo, en la medida en que su pasado le abandona. ¡No podemos vivir del Dios
que OBRÓ! La alianza sólo puede subsistir como realidad en presente.
3.3 Por esto cabe decir que nadie "opta" por Dios. Incluso quienes han recibido
grandes beneficios del Señor pueden llegar a una coyuntura de desconcierto, a un
momento de cobardía, a un paraje abstruso y duro, o a una declaración de amor
que parece simplemente imposible. Y en esos cruces de caminos el pasado se nos
antoja pálido, inútil, chaparro, insípido, insuficiente. Lo que antes brillaba tanto y
nos enardecía en amor divino ya no habla al corazón; antes fascinaba por su
aspecto de promesa, ahora nos asfixia con su cara de exigencia. ¿Solución? No la
hay. Hay algo que no es respuesta: dar la espalda. Huir. Fue lo que hicieron
aquellos que abandonaron a Cristo.
3.4 Es por eso por lo que necesitamos que haya un "toque" de lo alto, una gracia,
que en este caso Cristo describe diciendo: "Por eso les dije que nadie puede venir a
mí, si el Padre no se lo concede". No es cosa de nuestras opciones, no es asunto de
nuestra perspicacia, no es en razón de nuestra voluntad: todo tiene su raíz en un
misterio de amor que se llama "gracia"; algo que es puro regalo y puro llamado.
3.5 Notemos, en este mismo sentido, qué pregunta Jesús a los Doce. Su
interrogante no es un reproche a los que se van ni un aplauso a los que se quedan.
El que permanece no ha de gloriarse; el que se fue ha de preguntarse.
Fr. Nelson Medina, O.P.