“el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”
Mt 23, 1-12
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
«EL HOMBRE CONTEMPORÁNEO ESCUCHA MÁS A GUSTO A LOS QUE
DAN TESTIMONIO QUE A LOS QUE ENSEÑAN»,
La página de Ezequiel refleja la línea teológica formada durante el exilio, una
línea que se prolongará también tras el retorno: la reconstrucción de Israel
implica la restauración del culto centrado en el templo de Jerusalén. El pueblo
deberá mantenerse en presencia de Dios con pureza y humildad para recibir las
abundantes bendiciones del Señor que proceden de su templo.
El lugar sagrado, así como las fiestas (el tiempo sagrado), constituyen un
elemento importante en toda religión, aunque no deben ser convertidos en
absolutos, con perjuicio de la actitud interior. Jesús hablará de la adoración «en
espíritu y en verdad» en la nueva economía salvífica iniciada con él, verdadero
templo, verdadera fiesta, verdadero espacio y momento de encuentro con Dios
(cf. Jn 4,23). Además del tiempo y del lugar sagrado, otro elemento importante
son las personas sagradas, es decir, las personas con una relación íntima con
Dios y que tienen la tarea de guiar a otros a Dios. Los maestros de la Ley y los
fariseos hubieran debido asumir este papel, junto con los sacerdotes y otros
jefes del pueblo, en tiempos de Jesús. Sin embargo, se limitaban a enseñar, sin
dar testimonio, puesto que no hacían lo que decían: y al obrar de este modo
sus palabras estaban vacías, carecían de significado y no producían ningún
efecto.
La dura crítica lanzada por Jesús sigue siendo actual en nuestros días. «El
hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a
los que enseñan», nos recordaba Pablo VI (Evangelii nuntiandi, n. 41), y Juan
Pablo II repite: «Cada misionero lo es auténticamente si se esfuerza en el
camino de la santidad» (Redemptoris missio, n. 90).
ORACION
Señor, único Maestro, tuviste palabras severas para los escribas y los fariseos
de tu tiempo, que habían usurpado la cátedra de Moisés. Perdónanos si algunas
veces, aunque sea de modo inconsciente, nosotros, tus discípulos del tercer
milenio, pretendemos ocupar tu sitio, enseñando con soberbia, legislando con
arrogancia e imponiendo fardos insoportables a nuestros hermanos y a
nuestras hermanas. Con frecuencia nos apoderamos de tu Palabra,
transformándola de Buena Noticia de salvación en leyes obligatorias, de
comunicación de amor en fórmulas áridas y frías.
Nos gusta ser objeto de estima, de alabanza y de admiración, mientras que tú
nos enseñas a servir con humildad. Nos gusta gozar de autoridad y prestigio,
mientras que tú nos hablas de rebajamiento de nosotros mismos. Hacemos
todavía en nuestras comunidades muchas distinciones entre sexos, colores,
edades, nivel cultural, posición social, etc., siendo que tú nos quieres hermanos
y hermanas del mismo Padre, condiscípulos del mismo Maestro. Señor,
perdónanos y convierte nuestro corazón y nuestras estructuras.