XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Padre Julio Gonzalez Carretti
DOMINGO
Lecturas bíblicas:
a.- Jos. 24, 1-2.15-18: Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro
Dios
Esta lectura, la gran asamblea de Siquén, constituye el momento que para algunos
entendidos, se trata del nacimiento de Israel como pueblo. Las tribus reunidas por
Josue, tienen por fin, concluir un pacto con Yahvé. El texto, pareciera ser en su
formulación un pacto de vasallaje, de los que se hacían por entonces, entre un rey
y otro soberano al que prometía servicio exclusivo; aquí Yahvé sería el soberano e
Israel el vasallo. Se hace memoria de los beneficios recibidos por Israel de parte de
Yahvé Soberano (Jos. 24,1-13), el compromiso de fidelidad y servicio exclusivo a
Yahvé (Jos.24,14-21), las cláusulas del pacto (Jos.24,25-26), finalmente los
testigos del pacto (Jos.24,23.26-27). Destacable de esta lectura es el
reconocimiento histórico de las intervenciones de Yahvé para con su pueblo, lo que
se puede denominar credos antiguos (cfr. Dt.26,5-9; Jos.24,2-13; Sal.78; 106;
Jdt.5,5-21). Se deja ver que en la reunión había tribus que seguían a Josué y
profesaban su fe en Yahvé, y otras, que daban culto a otros dioses. Esta reunión
era para, de común acuerdo, comprometerse a servir a Yahvé en forma exclusiva,
todo refrendado por un pacto. Esta reunión es el comienzo de Israel, como pueblo,
porque de una parte habría un servicio exclusivo a Yahvé, como Dios Soberano y
una fe común, que crea solidaridad entre las tribus y los hombres. La palabra
servir, se repite varias veces, lo que implica bíblicamente hablando: fidelidad a la fe
recibida, servicio cultual, y cumplimento de los mandamientos.
b.- Ef. 5, 21-33: Es éste un gran misterio; yo lo refiero a Cristo y a la
Iglesia.
El apóstol, establece para sus comunidades, una moral familiar cristiana. La
sumisión entre esposos ha de ser, en el temor de Cristo, es decir, que la vida
matrimonial, esté cimentada en el amor, mira al respeto mutuo, pero siempre
orientada dinámicamente a tomar conciencia de sus actos en vista de saber, que
Cristo se hizo Siervo de todos, y que serán juzgados por ÉL (cfr. Mt.10,45; Flp.2,5-
11). Las esposas, se han de someter a sus maridos, como la Iglesia, se somete a
Cristo Señor, Esposo de las almas. El marido, es cabeza de la mujer, como Cristo es
Cabeza de su Iglesia, pero con la sumisión con que la Iglesia, se somete a Cristo
Jesús. Si el marido, no cumple esta norma, evidentemente la mujer no debe
someterse al marido, cuando de salvador, pasa a ser un tirano. Será el verdadero
amor, hecho y alimentado de sacrificios de ambas partes, el mejor aceite y unción,
para sanar las heridas que la relación pueda producir, lo mismo, en la relación con
los hijos. Termina su exhortación el apóstol, definiendo el matrimonio cristiano,
como un misterio grande, que viene de Dios, gratuito y trascendente.
c.- Jn. 6, 60-69: ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida
eterna.
El evangelista Juan nos presenta la reacción de la muchedumbre, y de los apóstoles
ante el discurso eucarístico. Intolerables les resultan las palabras de Jesús, por la
relación que establece entre el discurso del pan, y la participación en la mesa del
Señor, la fe que exige en su persona en definitiva. La aceptación personal de Jesús
en la propia vida, es la clave de la fe. Jesús no priva a los hombres de su decisión
personal, por ello, la pregunta acerca, si les escandaliza con su propuesta de fe
(v.61), lo que incluye, también a los apóstoles. Comienzan a murmurar los judíos,
lo que habla de su poca disposición para creer, lo que no quita que el escándalo,
pueda ser una posibilidad para comenzar a creer o afirmarse en la propia fe. ¿Qué
será entonces cuando, le vean subir, regresar al seno del Padre? Tema muy
relacionado con el Pan, bajado del cielo, descenso del Hijo, mencionado muchas
veces en Juan, con lo que completa su cristología acerca del Hijo del Hombre (v.
62). Sólo el Espíritu Santo, hará comprender, el misterio de la Eucaristía, realidad
divina, que es fuente de vida para el hombre (v.63); permanecer en la carne, es
quedarse en lo humano, en la indisposición para creer, puesto que una forma
incrédula de ver, afecta al objeto de la fe, que es Cristo, porque puede de ser un
impedimento para ver a Jesús glorificado. El Espíritu da vida, viene a significar, que
es el genera la fe en Jesús, lo que posibilita creer y comprender rectamente sus
palabras, con lo que a su vez, el creyente tiene la experiencia de creer, que lo dicho
por Jesús, entra en el ámbito del Espíritu, sus palabras son espíritu y vida
verdaderos, para el que cree. Pero Jesús, conoce el interior del hombre, como se
conoce y su destino, sabe quienes creen y quienes no creen a sus palabras, incluido
Judas, el traidor. Es el misterio de la fe y de la incredulidad que sólo el Padre
conoce y salva a los hombres, conduciéndolos hacia su Hijo, para conocerle a ÉL,
por medio de la fe, dejándole siempre ejercer su libertad (vv. 65; Jn. 6, 37). Sigue
una vuelta atrás de muchos discípulos, que se alejan de Jesús, ya no le siguen, es
el fracaso de su discurso entre esa gente, no se les mencionará más en el evangelio
(v. 66). Fueron pocos los que quedaron, pero Jesús, insiste, no priva a nadie de su
decisión de fe, como tampoco se retracta de ninguna de sus palabras, que facilite
sino el acto de fe. De ahí la pregunta a los discípulos, que quedaron casi solos:
“¿También vosotros queréis marcharos?” (v. 67). La contra pregunta de Pedro, en
cambio, busca señalar la importancia de Jesús para el creyente, no hay más
posibilidad para él porque: “Tú tienes palabras de vida eterna” (vv. 68-69),
expresión exclusiva, que equivale a decir: sólo Tú, nadie más que Tú puede
comunicar vida eterna. Sus palabras son de vida eterna, porque comunican la vida
de Dios al creyente, la que sale al encuentro del hombre, en Cristo Jesús. Viene
entonces la confesión de fe: “Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de
Dios” (v. 69). Nos encontramos con la fe y el conocimiento, dos elementos muy
presentes en Juan, se necesitan y complementan. Creer es a la vez conocer, poseer
una fe ilustrada y reflexiva; a su vez, conocer genera un movimiento de fe,
confianza y reconocimiento. Creer y conocer en Juan, en palabras de Pedro,
portavoz de los Doce, conduce a una fe orientada sólo hacia la persona de Jesús.
Ser el Santo de Dios, atributo personal de Jesús, equivale a decir, que ÉL pertenece
total y absolutamente a Dios y a su santidad divina. Esta confesión de Pedro, es un
autentico acto de fe, porque nace de una situación concreta, toda una decisión de
fe, respuesta a la pregunta, que plantea la revelación y no es el asentimiento a la
propuesta de una doctrina o resultado de una especulación. La respuesta de Jesús,
encierra reserva y misterio porque, uno de los que ÉL ha elegido, lo va a traicionar,
uniendo su acto a la esfera de Satanás (Jn.13, 2. 21-30). Judas, aparece como
instrumento de las fuerzas mal. El mensaje del Pan de Vida, concluye con esta
mezcla de confesión de fe por parte de los apóstoles, pero también, de traición,
preclaro anuncio del misterio pascual de Cristo, de donde nos vienen todos los
bienes.
Santa Teresa de Jesús, nos exhorta a unir a la oración del Padre Nuestro, el deseo
de pedir diariamente al Padre el Pan de la Eucaristía: “Es como si entra un criado a
servir; tiene cuenta con contentar a su señor en todo, mas él está obligado a dar de
comer al siervo mientras está en su casa y le sirve, salvo si no es tan pobre, que no
tiene para sí ni para él. Acá cesa esto: siempre es y será rico y poderoso. Pues no
sería bien andar el criado pidiendo de comer, pues sabe tiene cuidado su amo de
dárselo y le ha de tener. Con razón le dirá que se ocupe él en servirle y en cómo le
contentar, que por andar ocupado en lo que no le ha de tener no hace cosa a
derechas. Así que, hermanas, tenga quien quisiere cuidado de pedir ese pan;
nosotras pidamos al Padre Eterno merezcamos recibir el nuestro pan celestial de
manera que, ya que los ojos del cuerpo no se pueden deleitar en mirarle por estar
tan encubierto, se descubra a los del alma y se le dé a conocer; que es otro
mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta la vida.” (Camino de
perfección 34,5).