EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario
Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 1,1-5.11b-12.
Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la Iglesia de Tesalónica, que está unida a Dios,
nuestro Padre y al Señor Jesucristo.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios Padre y del Señor
Jesucristo.
Hermanos, siempre debemos dar gracias a Dios a causa de ustedes, y es justo que
lo hagamos, porque la fe de ustedes progresa constantemente y se acrecienta el
amor de cada uno hacia los demás.
Tanto es así que, ante las Iglesias de Dios, nosotros nos sentimos orgullosos de
ustedes, por la constancia y la fe con que soportan las persecuciones y
contrariedades.
En esto se manifiesta el justo Juicio de Dios, para que ustedes sean encontrados
dignos del Reino de Dios por el cual tienen que sufrir.
Pensando en esto, rogamos constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga
dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen
propósito y toda acción inspirada en la fe.
Así el nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en él,
conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
Salmo 96(95),1-2a.2b-3.4-5.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre,
día tras día, proclamen su victoria.
Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
Porque el Señor es grande y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Los dioses de los pueblos no son más que apariencia,
pero el Señor hizo el cielo;
Evangelio según San Mateo 23,13-22.
"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino
de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para
conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno
de la Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: 'Si se jura por el santuario, el juramento
no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale'!
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace
sagrado el oro?
Ustedes dicen también: 'Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se
jura por la ofrenda que está sobre el altar'.
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa
ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.
Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.
comentario del Evangelio por
Concilio Vaticano II
Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual “Gaudium et spes”,
Desgraciados, guías ciegos
Para edificar la paz se requiere ante todo que se desarraiguen las causas de
discordia entre los hombres, que son las que alimentan las guerras. Entre esas
causas deben desaparecer principalmente las injusticias. No pocas de éstas
provienen de las excesivas desigualdades económicas y de la lentitud en la
aplicación de las soluciones necesarias. Otras nacen del deseo de dominio y del
desprecio por las personas, y, si ahondamos en los motivos más profundos, brotan
de la envidia, de la desconfianza, de la soberbia y demás pasiones egoístas. Como
el hombre no puede soportar tantas deficiencias en el orden, éstas hacen que, aun
sin haber guerras, el mundo esté plagado sin cesar de luchas y violencias entre los
hombres. Como, además, existen los mismos males en las relaciones
internacionales, es totalmente necesario que, para vencer y prevenir semejantes
males y para reprimir las violencias desenfrenadas, las instituciones internacionales
cooperen y se coordinen mejor y más firmemente y se estimule sin descanso la
creación de organismos que promuevan la paz.
La Iglesia de Cristo, colocada en medio de la ansiedad de hoy, no cesa de
esperar firmemente. A nuestra época, una y otra vez, oportuna e importunamente,
quiere proponer el mensaje apostólico: “Este es el tiempo aceptable para que
cambien los corazones, éste es el día de la salvación” (2Co 6,2).
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