Que no nos pase como al perico, que dice lo que sabe, pero no sabe lo que
dice.
Domingo 22 ordinario 2012
Los diversos textos de la Sagrada Escritura de este domingo, son un fuerte impulso
a hacer la voluntad de Dios, inspirados en el amor que él nos tiene y que nos libra
de la hipocresía de pretender que a partir de unos ritos sin sentido y sin poner el
corazón en ellos, ya hemos cumplido con los mandatos del Señor. Para eso nos
sirve maravillosamente el texto del libro del Deuteronomio.
Es Moisés quien habla a su pueblo, en los días del desierto, en camino a la tierra
prometida: “ Ahora, Israel, escucha los preceptos que enseño, para que los
pongas en práctica y puedas así vivir y entrar a tomar posesión de la tierra
que el Señor, Dios de tus padres de va dar ”. Estas palabras suenan como miel
en la boca, pues se habla de una tierra, de una herencia que Dios daría a los
suyos. Para ellos era un pedazo de tierra, una nación, para nosotros es algo mucho
más grande que eso, es el Señor mismo que se da a los suyos y que se convierte
en la más rica herencia.
No añadirán nada ni quitarás nada a lo que les mando. Cumplan los
mandamientos del Señor que yo les enseño, guárdenos y cúmplanlos
porque ellos son la sabiduría y la prudencia de ustedes a los ojos de los
pueblos . No tenemos que añadir nuevos preceptos, nuevas reglas ni nuevas
prescripciones. Basta con cumplir lo que se manda en los mandamientos de la ley
de Dios para que venga a nosotros la paz, la alegría y el contento para todos los
pueblos.
Cuando tengan noticias de todos estos preceptos, los pueblos se diran;
“En verdad esta gran nación es un pueblo sabio y prudente ” ¿cuándo
haremos realidad este deseo? ¿cuándo podrán decir los otros pueblos que en
verdad vivimos según los mandatos del Señor y de entre nosotros han
desaparecido las enemistades, los pleitos las tontas y denigrantes diferencias entre
los que tienen todo, que son pocos y muchos que no tienen nada o apenas lo
indispensable para vivir? ¿Cuándo se llegará el día en que seamos admirados por
nuestra honradez y nuestra buena voluntad hacia todos los pueblos de la tierra?
Porque, ¿cuál otra nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos
como lo está nuestro Dios, siempre que lo invocamos? ¿Cuál es la gran
nación cuyos mandamientos y preceptos sean tan justos como toda esta
ley que ahora les doy ? Los hebreos sentían cercana la presencia de Dios en las
tablas de la ley y en el Arca de la Alanza, que significaba la presencia de Dios que
iba con ellos en el camino marcando la ruta y la pauta rumbo a la tierra prometida.
Pero para ellos era apenas una promesa, una sombra de lo que sería la cercanía de
Dios con los hombres. Hoy Cristo se manifiesta como la máxima manifestación de
Dios ellos, significada y realizada en la presencia eucarística. Nunca podremos
sentir más cercanía que la de un Dios que se hace carne, se hace alimento, se hace
bebida para que nosotros podamos cumplir la voluntad del Señor, pero no a
regañadientes, ni menos manifestada en unos ritos hechos sin amor y sin que el
corazón esté plenamente en ellos. Era lo que Cristo reprochaba a los fariseos, que
ciertamente cumplían y hasta la exageración los ritos prescritos, pero sólo por
cumplido, como algo meramente externo, pero que no alcanzaba a tocar el corazón
de Dios, porque eran simples ritos, como aquello del lavado ritual que tenían que
realizar siete veces al día, aunque el corazón siguiera intacto y sin un cambio
aparente.
Y de paso, Cristo quiso dejar bien en claro que no hay cosas ni personas impuras, y
que no debemos estimar o aborrecer lo que viene de fuera, sintiendo en cambio
que de dentro de nosotros mismos vienen toda la serie de males que vivimos en
nuestro tiempo : las intenciones malas, las fornicaciones, los homicidios, las
codicias, los fraudes, las envidias, el orgullo y la frivolidad”. Que el Señor no
de la fuerza de su Espíritu para hacer cada día su santa voluntad.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios
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