"¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por
fuera”.
San Mateo 23, 23-26
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
CIERRAN” EL CAMINO AL REINO DE LOS CIELOS CORTANDO EL PASO CON
PRECEPTOS COMPLICADOS E INÚTILES.
Observar las más pequeñas prescripciones de la Ley puede ser más sencillo que vivir según el
espíritu del evangelio. Por muy compleja que sea, la aplicación de los dictámenes del judaísmo
farisaico responde a una especie de “geometría religiosa” que no exige la adhesión
incondicionada del corazón, la vigilancia de la conciencia sobre cada palabra y cada acción
realizadas en nombre del Señor
Esto es lo que se exige a quien se hace portador del Evangelio de Cristo: ser un testigo, no un
simple maestro. Ser testigo implica acompañar el mensaje proclamado con el ejemplo de una
vida dispensada en la entrega incondicionada a Dios y al prójimo o, mejor aún, a Dios a través
del prójimo. “Ama y haz lo que quieras”, decía san Agustín, dando a entender que el amor
cristiano el auténtico está de por sí lejos de todo camino de mentira: es hacerse pequeño
con los pequeños, sencillo con los ignorantes, comprensible y disponible para todos. Todo lo
contrario de lo que hacen los que “cierran” el camino al Reino de los Cielos cortando el paso
con preceptos complicados e inútiles.
El aviso de la liturgia de hoy va dirigido sobre todo a esos pocos que cargan con la
responsabilidad del camino de muchos: a guías, pastores, catequistas, formadores,
animadores, maestros y padres..., a fin de que no olviden que no hay otro modo de anunciar el
Evangelio que el inaugurado por Jesús. Recorrer de nuevo cada paso suyo, siguiendo la cruz,
es garantía de un testimonio auténtico, el más alejado posible de toda hipocresía.
ORACION
Señor, a nosotros nos resulta fácil condenar la hipocresía de los maestros de la Ley y de los
fariseos, y mucho más difícil tener la certeza de no haber caído nosotros en ella. Indícanos el
camino que se mantiene alejado de todo camino de mentira.
Con el apóstol nos respondes: « . .Sufrir. Padecer ultrajes. Anunciar el Evangelio en medio de
muchas luchas... sin ningún tipo de engaño, ni movidos por motivos poco limpios, ni usando
medios extraños al Evangelio. No buscando agradar a los hombres, sino a Dios. Sin recurrir a
la adulación, ni buscar ganancia alguna. No por la gloria humana, sin hacer pesar de ningún
modo la autoridad derivada de nuestro ministerio. Con el amor de una madre que se entrega a
sí misma para alimentar y cuidar de sus hijos. Deseando por encima de todo dar la vida por los
propios amigos».
Amén, así sea.