Ojalá todo el pueblo fuera profeta
Hay gentes tan ´buenas´ que se atribuyen la virtud de aconsejar a Dios. Le
exigen disminuir su generosidad, recortar su bondad, concentrar su amor
en pequeños grupos. Son los discípulos de Josué que le pide a Moisés
descartar a los indisciplinados negándoles el don de la Profecía, o también,
seguidores de Juan que excluye al exorcista por no “ser de los nuestros”. Es
un dios manipulado, atado.
La respuesta de Moisés nos permite el encuentro con un Dios sin límites,
que no hace acepción de personas, y que, simplemente, nos llama hijos e
hijas con la mirada infinita de su amor. A tanta mezquindad humana, a
tanto sectarismo e intolerancia, Dios responde con el Don de su Espíritu que
hace germinar la comunión allí donde nuestras comunidades han sembrado
la discordia, la división.
Juan en su proceso formativo ha ido haciéndose a una imagen de Jesús en
propiedad. Y para disimular su “egoísmo de grupo”, apela a un ´nosotros´,
apropiándose del Espíritu convirtiéndolo en algo “nuestro”. Lo ha
transformado en “rehén”. Es Jesús mismo quien rechaza esta cosificación de
carismas, de ministerios. Su apertura es camino cierto en la identidad
cristiana.
“Ojalá todo el pueblo fuera profeta y recibiera el don del Espíritu”. El
Espíritu se cierne sobre todos los procesos históricos, acompaña desde las
fronteras últimas, anima los gérmenes primordiales de liberación, va
digitando con caracteres apropiados a cada cultura los signos de los tiempos
como protagonista principal y susurra en silencio de “música callada”,
nuestro canto de alabanza, de gratitud, de sintonía con el Padre.
Cochabamba 30.08.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com