Lo que Dios quiere dar, por bueno lo has de tomar.
Domingo 23 ordinario 2012 B
Hace algunos años llevaba yo la Sagrada Comunión a una enferma que estimaba
mucho. Cuando terminé, llegó otro sacerdote que tenía fama de que curaba. Por
cortesía me quedé un momento. Sacó su estola, un cabo de cirio Pascual, sentó a la
enferma en una silla, se colocó tras de ella, puso sus manos en su cabeza y en el
hueco de las manos soplaba una y otra vez. Ya no quise ver más. Al día siguiente,
volví a ver a la enferma, y le dije que yo la curaría ese día. Puse mis manos igual
que el sacerdote el día anterior, y al oído le dije: “sana, sana, colita de rana, si no
sanas ahora, sanarás maana”. Mi amiga solt la carcajada y sus familiares me
platicaron que por tres días no cesaba de reír y de reír de mi famosa curación.
Espero que mis lectores no consideren una irreverencia mi anécdota, pues no he
resistido la tentación de contarla, como una introducción a una verdadera curación
de Cristo Jesús.
Lo que nos narra san Marcos, lo sitúa en tierra de paganos, para que quede claro
que la salvación no es sólo para los judíos, sino que todos los hombres somos
destinatarios de la salvación de Dios. En ese ambiente, fuera de lo que era la tierra
de Jesús le llevaron a un sordo y mudo y le suplicaban que lo curara. ¿Quiénes le
presentaron? ¿Fueron los discípulos? Más bien parece que la fama de Cristo Jesús
había llegado ya a aquellas gentes y que ellas mismas intercedieron por él. No
objetó absolutamente, pero como no quería ser como los curanderos establecidos,
que hacían gala de sus dones, lo primero que hizo fue apartar al hombre, y en la
intimidad, Jesús realizó unas sencillas acciones que al hombre le mostraran la
cercanía de Dios y su obra salvadora. Recordemos que se trataba de un sordo y
tartamudo, por eso, Jesús metió sus dedos en sus oídos y le tocó la lengua con su
saliva. Que nadie se espante de esto. ¿No curan así las madres a sus hijos cuando
se han caído? ¿Y no los peinan con saliva cuando van a entrar a la escuela? Pues
con ese gesto tan humano Cristo se acercó al enfermo y luego, mirando al cielo,
con una profunda mirada de amor a su Buen Padre Dios, con voz imperativa le gritó
al enfermo: “Effetá”, “Ábrete”, y al solo imperio de su voz, aquel hombre pudo oír y
hablar al instante. Esto suscitó el asombro en todos los presentes, a los que mandó
también enérgicamente que no divulgaran el hecho, pero cuanto más se los pedía,
más lo hacían, y afirmaban, quizá sin conocer a Isaías: “¡qué bien lo hace todo!
hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Ya mis lectores se estarán preguntando cuál será el mensaje para nosotros el día
de hoy. Si somos sinceros, tendremos que pedir a Jesús que podamos oír su
Palabra y disponernos a ser sus mensajeros, confesando que de Jesús nos viene la
salvación y la Paz. Pero sírvame para ilustrar esto mismo, las palabras con las que
nuestro querido Papa reinante inicia el documento que anuncia el ao de la fe: “La
puerta de fe, que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada
en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza este umbral cuando la
Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que
transforma. Atravesar esta puerta supone emprender un camino que dura toda la
vida. Éste comienza con el Bautismo, con el que podemos llamar a Dios con el
nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de
la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir
en su misma gloria a cuantos creen en él”. El bautismo ya nos ha hecho miembros
de Cristo que ha abierto nuestros labios para proclamar a Dios como Padre y ha
hecho que nuestros oídos y nuestra fe se adapten al mensaje salvador que él nos
ha transmitido. De nosotros dependerá, secundando la gracia del Espíritu Santo,
que el mensaje salvador resplandezca en todas las naciones y en el corazón de
cada uno de los que hemos sido llamados al banquete de la vida.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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