XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Dios nos libera de las penas y para esto nos manda a Jesús, con sus
milagros cura y con el Evangelio nos salva
El Evangelio nos presenta Jesús con “un sordo que, además,
apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él,
apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y
con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: -
«Effetá», esto es: «Ábrete.» Y al momento se le abrieron los oídos,
se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad y decían: -
«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los
mudos.” Es como el bautismo cuando se dice a los oidos “ábrete” pero no
como en el cuento “¡ábrete sésamo!” sino que se abren los oidos a la
Palabra de Dios y se empieza a creer, y se hace el milagro. Hay quienes se
tapan los oídos para no oír las palabras, per nosotros queremos oír a Jesús
y quedar curado de nuestra sordera, de que a veces nos cuesta creer : con
los Sacramentos, todo el hombre queda sanado. Las dolencias que
deforman la creación de Dios quedan eliminadas y vuelve a brillar el
esplendor original. Es un signo de la creación nueva que Dios
realizará algún día. En la mañana de la creación todo lo hizo bien en
el día de la consumación todo lo hará nuevo . También en los
sacramentos se nos impone las manos y Jesús vuelve a decir las palabras
que nos curan. Y entonces la lengua puede pedir perdón, y empieza a
alabar a Dios, a estar contenta, con esperanza: sueña un futuro mejor, y lo
tendrá, porque él ya será mejor.
2. Isaías profetiza: “ Sed fuertes, no temáis vuestro Dios
viene en persona os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los
oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua
del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto,
torrentes en la estepa, el páramo será un estanque, lo reseco un
manantial ”. Habían salido de Egipto, pero esta nueva salida es distinta…
cuando los emisarios de Juan el Bautista le preguntan a Jesús: "¿Eres tú el
que tenía que venir o esperamos a otro? Jesús les respondió: Id a
contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los
cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los
muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia ".
Jesús cumple así la gran profecía de Isaías; Él es el gran liberador… Y
también tiene un sentido espiritual que nos toca: ¿anunciamos a Jesús a los
demás, nos preocupamos de los pobres, no dejamos que haya nadie
marginado a nuestro lado? Nadie puede vivir sin esperanza. Todos
necesitamos un ideal que dé sentido a la vida. Los pobres, los
enfermos son los que necesitan hacer renacer la esperanza, necesitan que
les hagamos ver a Jesús…
Por eso pedimos en el Salmo: “Alaba, alma mía, al Seor Que
mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los
oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los
cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que
ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los
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peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino
de los malvados ”. Pedimos el reino de Dios, como en el padrenuestro:
venga a nosotros tu reino ”, que la gente sea feliz, y que vaya al cielo:
Padre: -Que has creado los cielos -Que mantienes su fidelidad -Que haces
justicia a los oprimidos... -Que das el pan a los hambrientos... Yahvéh -Que
liberas a los prisioneros... Yahvéh -Que abres los ojos a los ciegos... -Que
enderezas a los encorvados... Yahvéh -Que amas a los justos... Yahvéh -
Que guardas a los peregrinos... -Que proteges al huérfano y a la viuda...
¡ayúdalos a todos, los que te necesitan! Jesús se pone de lado de los
pobres. Muchos milagros de Jesús fueron eso: la multiplicación de
los panes para los hambrientos, la devolución de la vista a los
ciegos, la liberación de los prisioneros del pecado... Señor,
concédenos esta felicidad profunda. Haz que creamos que allí, y
únicamente allí está la felicidad estable, que nada, absolutamente
nada, puede lastimar ni empañar.
3. Santiago insiste: “ No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo
glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la
reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los
dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís:
«Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en
cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo.» Si hacéis eso,
¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos?...: ¿Acaso no
ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y
herederos del reino, que prometi a los que lo aman?” La mayor
contradicción está en pretender compaginar la fe en Jesús con la
discriminación de clases: la comunidad prefiere a los ricos y menosprecia a
los pobres. Vive en el engaño. Prefiere a los ricos, olvida que la riqueza de
la comunidad viene de Dios, que se ha hecho cargo de sus pobres: vive
como si Dios no fuera su único Señor: la fe en Jesucristo, el único Señor
de todos los creyentes, no se compagina con preferir unos a otros
por dinero. Por lo tanto, no debemos estimar a los hombres por lo que
aparentan o lo que tienen, sino por lo que son delante de Dios. La máxima
del mundo es ésta: "Tanto tienes, tanto vales". Pero Jesús llamó
bienaventurados a los pobres . Si preferimos a los ricos y despreciamos a
los pobres, nos apartamos en la práctica de la verdadera religión y así no
era Jesús. Los pobres, herederos del Reino ; el único criterio es el
amor. Los que hayan amado al Señor serán herederos del Reino
prometido, porque a todos los ha hecho ricos en la fe. La verdadera
riqueza es la fe, y la condición de entrada en el Reino es el amor.
Nadie es más que nadie, y nadie es menos que nadie. Amar es compartir, el
que tenga, que dé a los que no tienen, porque podríamos estar en su lugar,
y hemos de tratarlos como nos gustaría que nos trataran si estuviéramos en
su lugar, como dice S. Agustín: “Por lo tanto, repartan. Tengan; pero lo que
tienen de más, repártanlo. Así tienen lo necesario y no pierden lo que hayan
dado. Serán más dueños de esto que de aquello con que se quedaron, pues,
o bien lo han de dejar aquí, o bien lo han de consumir en sus necesidades.
¿Qué se hará de lo que hayan dado? Óyelo también. Sigue así: Atesoren
para sí una buena base para el futuro, a fin de conseguir la verdadera vida .
¿Qué diste de grande, si has dispuesto emigrar de este lugar donde todo
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perece? Con lo que diste a los pobres los convertiste en tus portaequipajes.
Si sois tales no floreceréis como el heno en la travesía de este mundo, sino
como el olivo, que está verde aun en el invierno, y se dirá por vuestra boca:
Yo soy como el olivo fructífero en la casa de Dios . Pero como olivo fructífero
en la casa de Dios, mira lo que sigue: He esperado en la misericordia de
Dios, no en la inseguridad de las riquezas ”.
Llucià Pou Sabaté
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