EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 7,31-37.
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de
Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y
con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa:
"Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar
normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más
insistía, ellos más lo proclamaban
y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los
sordos y hablar a los mudos".
Comentario del Evangelio por :
Juan Taulero (hacia 1300-1361), dominico en Estrasburgo
Sermón 49
«Todo lo que hace es admirable: hace oír a los sordos y hablar a los
mudos»
Es preciso que examinemos de cerca qué es lo que hace que el hombre sea
sordo. Por haber escuchado las insinuaciones del Enemigo y sus palabras, la
primera pareja de nuestros antepasados han sido los primeros sordos. Y nosotros
también, detrás de ellos, de tal manera que somos incapaces de escuchar y
comprender las amables inspiraciones del Verbo eterno. Sin embargo, sabemos
bien que el Verbo eterno reside en el fondo de nuestro ser, tan inefablemente cerca
de nosotros y en nosotros que nuestro mismo ser, nuestra misma naturaleza,
nuestros pensamientos, todo lo que podemos nombrar, decir o comprender, está
tan cerca de nosotros y nos es tan íntimamente presente como lo es y está el Verbo
eterno. Y el Verbo habla sin cesar al hombre. Pero el hombre no puede escuchar ni
entender todo lo que se le dice, a causa de la sordera de la que está afectado... Del
mismo modo ha sido de tal manera golpeado en todas sus demás facultades que es
también mudo, y no se conoce a sí mismo. Si quisiera hablar de su interior, no lo
podría hacer por no saber dónde está y no conociendo su propia manera de ser...
¿En qué consiste, pues, este cuchicheo dañino del Enemigo? Es todo este
desorden que él te hace ver y te seduce y te persuade que aceptes, sirviéndose,
para ello, del amor, o de la búsqueda de las cosas creadas de este mundo y de todo
lo que va ligado a él: bienes, honores, incluso amigos y parientes, es decir, tu
propia naturaleza, y todo lo que te trae el gusto de los bienes de este mundo caído.
En todo esto consiste su cuchicheo...
Pero viene Nuestro Señor: mete su dedo sagrado en la oreja el hombre, y la
saliva en su lengua, y el hombre encuentra de nuevo la palabra.
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