Comentario al evangelio del Martes 11 de Septiembre del 2012
Unidad de vida y misión
Sin papeles, sin planes, sin proyectos, sin documentos. Y qué bien organiza Jesús su jornada. Aparece
la totalidad de su vida y ministerio.
De una manera gráfica, señalamos el monte y el llano. El monte es el lugar del encuentro, de la
relación, de la intimidad con Dios, de la apertura al misterio. Se quedó la noche en oración con su
Padre Dios. Llegada la luz del día, entre los discípulos, escogió a doce y los nombró apóstoles; entre
ellos, al traidor Judas Iscariote. Ellos habían de ser el fundamento permanente de la Iglesia. Su fuerza
estaría en Jesús que los había elegido. Ellos eran pobres, humildes, ignorantes, pero habían sido
llamados. Todavía les quedaba por recibir el Espíritu Santo.
Ya estaba formada la comunidad de Jesús. Con ellos bajó del monte a la llanura. Aquí aparecen los
personajes diferenciados. Jesús, en el centro; en torno, los doce apóstoles; luego, el grupo de los
discípulos (que identificaríamos con la Iglesia); y, al fin, la gran masa de todas las gentes.
En este escenario, se despliega toda la vida de Jesús: la oración, lo primero; es la fuente y la garantía
de todo. En segundo lugar, la comunidad, el grupo; estar con Jesús y vivir juntos su estilo de vida. Y, al
fin, como algo espontáneo y necesario, comunicar la vida de Jesús, predicar y sanar: “Bajó con ellos”
y “Venían a oírlo y a que les curara”. Una vez más, el mundo necesita antes testigos que maestros.
Como Jesús, nosotros buscamos la unidad. La unidad entre la oración y la actividad. La unidad entre el
anuncio de la religión y el compromiso por la justicia y las obras de misericordia. Esto lo decimos mil
veces, y mil veces nos damos cuenta de que es muy difícil. Pero, por lo menos, tengámoslo claro, y no
nos engañemos, que no es poco.
Sentirnos llamados por Jesús, nos llena de un sentido personal, directo, de encuentro amigable. Esto
facilita nuestra relación con él. A la vez, nos hace humildes; es él quien nos ha elegido, quien actúa en
nosotros, a él la gloria. Incluso, nos aporta tranquilidad; “somos unos mandaos”.
Pero, todo dependerá de una circunstancia que apuntan los evangelios. Los llamó para “estar con él”.
Estar con Jesús es lo primero. El encuentro con Jesús y su mensaje revolucionan a la persona. Un
místico, un profeta es capaz de todo.
Conrado Bueno, cmf