Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 23, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación
¿Estas libre? No busques mujer * Escucha, hija, mira: inclina el oído. * Dichosos los
pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!
Textos para este día:
1 Corintios 7, 25-31:
Hermanos: Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mi
parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor.
Estimo que es un bien, por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir
así.
¿Estás unido a una mujer? No busques la separación.
¿Estás libre? No busques mujer; aunque, si te casas, no haces mal; y, si una
soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la
carne. Yo respeto vuestras razones.
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los
que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran;
los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no
poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la
representación de este mundo se termina.
Salmo 44:
Escucha, hija, mira: inclina el oído, / olvida tu pueblo y la casa paterna; / prendado
está el rey de tu belleza: / póstrate ante él, que él es tu Señor. R.
Ya entra la princesa, bellísima, / vestida de perlas y brocado; / la llevan ante el rey,
con séquito de vírgenes, / la siguen sus compañeras. R.
Las traen entre alegría y algazara, / van entrando en el palacio real. / "A cambio de
tus padres, tendrás hijos, / que nombrarás príncipes por toda la tierra." R.
Lucas 6, 20-26:
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: "Dichosos
los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y
proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos
ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso
es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres
con los falsos profetas."
Homilía
Temas de las lecturas: ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación
¿Estas libre? No busques mujer * Escucha, hija, mira: inclina el oído. * Dichosos los
pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!
1. Invitación al Celibato por Cristo y por el Evangelio
1.1 Sin duda, uno de los reclamos más frecuentes a la Iglesia en nuestra época se
refiere al celibato obligatorio de los sacerdotes--una tradición que se remonta
muchos siglos dentro de la Iglesia Católica en Occidente. Puede sorprendernos ver
que el apóstol san Pablo recomienda el celibato no sólo para los ministros del
pueblo santo sino para todos. No es una obligación, en este caso, pero sus razones
han tenido un peso muy grande en la valoración que nuestra Iglesia tiene del
celibato para los sacerdotes.
1.2 El punto central en la propuesta de Pablo es que si uno está enamorado de
Dios, convencido del poder del Evangelio y deseoso de servir a Cristo siempre y en
toda circunstancia, ello es más fácil y mejor para la persona que no tiene que
agradar a una pareja. No desconoce Pablo los bienes del matrimonio ni habla nunca
en contra de su dignidad y belleza pero es evidente a todos que una persona
casada, cuando de veras quiere entregarse al Señor, a menudo halla dificultades en
su propio cónyuge.
1.3 Es bueno saber que el celibato obligatorio para los sacerdotes podría terminar
en la Iglesia Católica pues es una disposición que viene de la misma Iglesia y que
Ella podría cambiar. Pero también es bueno saber lo que eso implica en términos de
lo que hoy nos enseña san Pablo. Quizá lo que nos falta no es tanto un cambio en
la ley sino un cambio en nuestra manera de amar al Señor.
2. Bienaventuranzas y "Malaventuranzas"
2.1 Tal vez el contraste más notable entre la versión que Lucas nos ofrece de las
bienaventuranzas y la que nos había dado Mateo, en el capítulo quinto de su
Evangelio, es que Lucas, junto al anuncio de la bienaventuranza, nos declara la
"malaventuranza". No sólo nos dice en qué dirección va la felicidad sino también
por dónde se nos puede escapar. Porque en el fondo de eso es de lo que se trata:
por dónde se va y por dónde no se va a la felicidad.
2.2 Lo cierto es que, ya en su construcción gramatical, tanto estas
bienaventuranzas como estas malaventuranzas miran al futuro. Unas y otras son,
en la voz de nuestro profeta y maestro, Jesucristo, el lenguaje que nos apremia a ir
más allá del bien inmediato o del mal inmediato. Como vemos, una vez más, está
aquí el gran tema del TIEMPO.
2.3 El presente, convertido en absoluto, es pésimo consejero, nos está diciendo
Cristo. La felicidad presente nos deslumbra y nos hace olvidar que de hecho es
pasajera; el abatimiento presente nos abruma y nos impide el consuelo de saber
que tendrá que pasar y relevarnos de su carga. Por eso Cristo hace su llamado,
para que entendamos que el tiempo tiene una dirección.
2.4 Ahora bien, esa "flecha" del tiempo no proviene del mismo tiempo, sino de
Dios, que es el Señor de los tiempos y las horas. Desde una perspectiva
judeocristiana, las cosas no cambian por capricho, según creían los paganos; ni por
la fuerza de un destino o una razón inexorable, como pensaron muchos filósofos; ni
tampoco por la repetición de ciclos, al modo de la opinión hinduista. Es Dios, y sólo
Dios, quien trae la novedad radical; es Él, y sólo Él, quien abre un futuro y quien
convierte lágrimas de dolor en cantos de gozo, o risas de frivolidad en lamentos de
duelo.
2.5 Con Cristo ha llegado el tiempo decisivo. Cristo en la tierra es el gran "kairós",
es la ocasión única, es la acción irreversible del amor y del poder compasivo de
Dios. Jesucristo, entonces, y sólo Él, puede pronunciar en verdad las
bienaventuranzas y las malaventuranzas, porque ante Él comparecen de hecho
todos los tiempos y todas las eras.
Fr. Nelson Medina, O.P.