EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario
Carta I de San Pablo a los Corintios 8,1b-7.11-13.
Con respecto a la carne sacrificada a los ídolos, todos tenemos el conocimiento
debido, ya lo sabemos, pero el conocimiento llena de orgullo, mientras que el amor
edifica.
Si alguien se imagina que conoce algo, no ha llegado todavía a conocer como es
debido;
en cambio, el que ama a Dios es reconocido por Dios.
En cuanto a comer la carne sacrificada a los ídolos, sabemos bien que los ídolos no
son nada y que no hay más que un solo Dios.
Es verdad que algunos son considerados dioses, sea en el cielo o en la tierra: de
hecho, hay una cantidad de dioses y una cantidad de señores.
Pero para nosotros, no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y
a quien nosotros estamos destinados, y un solo Señor, Jesucristo, por quien todo
existe y por quien nosotros existimos.
Sin embargo, no todos tienen este conocimiento. Algunos, habituados hasta hace
poco a la idolatría, comen la carne sacrificada a los ídolos como si fuera sagrada, y
su conciencia, que es débil, queda manchada.
Y así, tu, que tienes el debido conocimiento, haces perecer al débil, ¡ese hermano
por el que murió Cristo!
Pecando de esa manera contra sus hermanos e hiriendo su conciencia, que es débil,
ustedes pecan contra Cristo.
Por lo tanto, si un alimento es ocasión de caída para mi hermano, nunca probaré
carne, a fin de evitar su caída.
Salmo 139(138),1-3.13-14ab.23-24.
Del maestro de coro. De David. Salmo.
Señor, tú me sondeas y me conoces
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.
Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras!
Tú conocías hasta el fondo de mi alma
Sondéame, Dios mío, y penetra mi interior;
examíname y conoce lo que pienso;
observa si estoy en un camino falso
y llévame por el camino eterno.
Evangelio según San Lucas 6,27-38. n.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el
manto, no le niegues la túnica.
Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes.
Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores
aman a aquellos que los aman.
Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo
hacen también los pecadores.
Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los
pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio.
Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque
él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y
serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada,
sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará
para ustedes".
Comentario del Evangelio por :
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la
Iglesia
Manuscrito autobiográfico C, 15v° - 16r°
El amor a los enemigos
El Señor explica en el Evangelio en qué consiste su mandamiento nuevo. Dice
en san Mateo: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu
enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que
os persiguen” (Mt 5,43-44). La verdad es que en el Carmelo una no encuentra
enemigos, pero sí que hay simpatías. Se siente atracción por una hermana,
mientras que ante otra darías un gran rodeo para evitar encontrarte con ella, y así,
sin darse cuenta, se convierte en motivo de persecución. Pues bien, Jesús me dice
que a esa hermana hay que amarla, que hay que rezar por ella, aun cuando su
conducta me indujese a pensar que ella no me ama: “Pues si amáis sólo a los que
os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los
aman”(Lucas, 6).
Y no basta con amar, hay que demostrarlo. Es natural que nos guste hacer un
regalo a un amigo, y sobre todo que nos guste dar sorpresas. Pero eso no es
caridad, pues también los pecadores lo hacen. Y Jesús nos dice también: “A todo el
que te pide, dale, y al que se lleve lo tuyo no se lo reclames”. Dar a todas las que
pidan gusta menos que ofrecer algo una misma por propia iniciativa...
Si es difícil dar a todo el que nos pide, lo es todavía mucho más dejar que nos
cojan lo que nos pertenece, sin reclamarlo. Digo, Madre, que es difícil, pero debería
más bien decir que parece difícil, pues el yugo del Señor es suave y ligero (Mt
11,30). Cuando lo aceptamos, sentimos enseguida su suavidad y exclamamos con
el salmista: “Corrí por el camino de tus mandatos cuando me ensanchaste el
corazón” (Ps 118,32). Sólo la caridad puede ensanchar mi corazón. Y desde que
esta dulce llama lo consume, Jesús, corro alegre por el camino de tu mandato
nuevo... (Jn 13,34).
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”