Domingo 24 Tiempo Ordinario B
“El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho y ser ejecutado”
La liturgia de este domingo, con el canto tercero del “Siervo de Yahvé”, nos introduce en el
tema del dolor y la cruz y por medio de ella la “salvacin” de la humanidad. Tema paradojal en
el misterio del Mesías que esperaban los Judíos, que habían dejado de lado las profecías del
“Siervo de Yahvé”, y basaban su fe en un Mesías libertador y restaurador de Israel, lo
imaginaban cumpliendo su misión mediante el triunfo y la gloria, concepción que Jesús mismo
desdeña cuando anuncia claramente su pasión.
Este domingo está cargado del tema del “dolor” que se hace en la esperanza “misterio de
salvacin”. El sufrimiento encuentra su más alto grado de valor y sentido en las dos actitudes
del Siervo Sufriente de Isaías (Is. 50, 5-9a). La primera se refiere a su espontánea y mansa
aceptacin del dolor y la segunda a su abandono confiado en Dios. “Yo no me he rebelado ni
echado atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que tiraban de mi
barba, ni siquiera escondí mi rostro a los que me insultaban y escupían” (Ib.5). Jesús acepta el
dolor por querer del Padre y la actitud confiada en que en su voluntad se encierra el misterio
del la salvacin del hombre: “mi Seor me ayudaba…por eso no quedé confundido” (Ib. 7). Es
el preludio del triunfo final de la resurrección y de la gloria. De la intervención de Dios a favor
de la salvación del hombre.
En el evangelio de hoy (Mc. 8, 27-35), después del confesión de los Apóstoles de la
mesianidad de Jesús, Él mismo les corrige el sentido de esa mesianidad, anunciándoles su
pasin: “el Hijo del Hombre, tiene que padecer mucho …y ser ejecutado” (Ib.31). Los Apstoles
que han acompañado a Jesús, que le han oído y visto, que han sido partícipes de sus milagros
y de su poder sobre la muerte ¿cómo hacen para entender que Él mismo tenga que padecerla
para liberar a Israel? Es por eso que el mismo Pedro, el primero en confesarle su mesianismo y
su filiación divina, rechaza este anuncio de parte de Jesús, considera a la cruz como un
absurdo, como una necedad. Jesús que sabe cuál es su misión y de qué forma tiene que
cumplirse, no condesciende con Pedro. Más bien lo trata duramente, como trató a Satanás en
el desierto: “Quítate de mi vista Satanás, tú piensas como los hombres, no como Dios” (Ib. 33).
He aquí la enseñanza del cristianismo: es imposible una vida cristiana sin cruz. La facilidad de
la vida y la falta de sufrimiento no son propias del cristianismo, esa es una religión de los
hombres y no una religin basada en la fe en Jesucristo. “Mirad, el que quiera salvar su vida la
perderá; pero el que pierda su vida por el evangelio, la salvará (Ib. 33-35). Además quien
quiera seguirle que tome su cruz y le siga, negándose a sí mismo.
Este testimonio y enseñanza de Jesús irá entrando en el corazón de los apóstoles y más tarde
en el de los cristianos mismos, que darán su vida por amor a Jesucristo y tantos abrazarán la
cruz del martirio. El Apóstol Santiago nos enseña que la fe sin obras en una fe muerta.
Testimoniar a Jesucristo y su cruz es la obra cotidiana de cada cristiano. Y si no es así, será
una fe muerta, un testimonio vacío, una religión de hombres, una religión sin Dios, como
algunos pregonan en esos días.
Defender el proyecto de Dios para el matrimonio, la familia y la vida humana pueden traer cruz
y sufrimiento. Es la hora del testimonio personal y comunitario de quienes somos cristianos, es
la hora de escuchar y seguir la voz de la conciencia, de defender la libertad religiosa. Estos son
tiempos de vivir con mayor compromiso los valores del evangelio y la verdad sobre la persona,
desde los criterios de Dios.
Que María al pie de la cruz, clavada en el sufrimiento, nos anime a llevar la cruz de Cristo.
+ Marcelo Raúl Martorell
Obispo Puerto Iguazú