EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 3,13-17.
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está
en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también
es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree
en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él.
Comentario del Evangelio por :
San Efrén (hacia 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Homilía sobre nuestro Señor
La cruz, un puente echado sobre el abismo de la muerte
Nuestro Señor fue pisoteado por la muerte, pero él, a su vez, pisoteó la
muerte, trazando un camino que aplasta a la muerte. Se sometió a la muerte y la
soportó deliberadamente para acabar con la obstinada muerte. En efecto, nuestro
Seor “sali cargado con su cruz” (Jn 19,17). Pero desde la cruz gritó, llamando a
los muertos que yacían en el abismo...
Él es el admirable “hijo del carpintero” (Mt 13,55) que, sobre el carro de su
cruz vino hasta la gola voraz del país de los muertos, y condujo así al género
humano a la mansión de la vida (Col 1,13). Y la humanidad entera, que a causa del
árbol del paraíso había sido precipitada en el abismo inferior, por otro árbol, el de la
cruz, alcanzó la mansión de la vida. En el árbol pues en que había sido injertado un
esqueje de muerte amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que
reconozcamos en él al jefe ante el cual no resiste nada de lo que ha sido creado.
¡Gloria a ti que con tu cruz has echado un puente sobre el abismo de la
muerte para que las almas pudieran pasar por él desde la región de la muerte a la
región de la vida!... ¡Gloria a ti que asumiste el cuerpo de Adán, mortal, e hiciste de
él fuente de vida para todos los mortales! ¡Sí, tú vives para siempre! Tus verdugos
se comportaron contigo como unos agricultores: sembraron tu vida en las
profundidades de la tierra como se entierra el grano de trigo, para que luego
brotara e hiciera levantar con él a muchos granos (Jn 12,24).
Venid, hagamos de nuestro amor como un incensario inmenso y universal;
elevemos cánticos y plegarias a aquel que ha hecho de su cruz un incensario a la
Divinidad y, por su sangre, nos ha colmado de riquezas.
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