“¿quién dice la gente que soy yo?”
Mc 8, 27-35
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
¿QUIÉN ES PARA MÍ JESÚS?
La pregunta nos viene dirigida directamente. Nosotros somos hoy los discípulos que, habiendo
vivido con Jesús, están invitados a pronunciarse sobre él. Puede resultar sencillo repetir una
fórmula aprendida en el catecismo o asumir una posición aceptable por la mayoría sin una
excesiva implicación personal: Jesús es el Señor, Jesús es un gran hombre, Jesús es el
protector de los débiles...
¿Quién es para mí Jesús? Toda respuesta suena vacía si no afecta a mi vida, si no expresa mi
compromiso con él. Sí, Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, el que nos ha revelado el amor
del Padre por todos y en particular por los indefensos. Reconocerle y aceptarle como tal,
invocarle como Señor, adquiere su significado pleno si, en consecuencia, le sigo en su camino.
El amor que Jesús nos da y nos hace conocer es el amor de quien da la vida por los otros y
paga cualquier precio con tal de permanecer fiel a ese amor. Jesús es verdaderamente nuestro
Señor, si nosotros, dejando de lado nuestros proyectos mezquinos, asumimos el suyo, sin
dejarnos condicionar por la mentalidad corriente, absolutamente centrada en el beneficio y en
el culto a nosotros mismos.
Nuestras obras expresan la verdad de nuestra decisión, de nuestra respuesta a la pregunta
sobre la identidad de Jesús.
ORACION
Perdóname, Señor Jesús: también hoy he tenido miedo del rechazo y de la burla. No he
conseguido seguirte en tu camino y me he rebajado a pactos con los criterios que, en este
mundo, permiten estar de la parte de losvencedores. Tú elegiste el amor y fuiste escarnecido,
no te creyeron y, por último, te mataron. Nunca dejaste de amar ni de demostrar amor: lo que
decías lo ponías en práctica. Fuiste un derrotado para las crónicas mundanas, pero en el
silencio de una aurora de primavera, resucitaste de la muerte. El amor, nos dijiste, es la única
salvación, y creer en ti derrota todo abuso, todo egoísmo tiránico.
Perdóname, Señor Jesús, cuando expreso mi fe sólo de palabra, cuando me refugio en el
escondite del «así hacen todos», en vez de saborear los espacios abiertos de tus caminos, a lo
largo de los cuales se experimenta la alegría de dar la vida por los hermanos.