XXV D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO “B”
(Sb 2, 12.17-20; Sal 53; St 3, 16-4,3; Mc 9,30-37)
R AZONAMIENTO HUMANO
“Si el justo es hijo de Dios, lo auxiliará y lo
librará del poder de sus enemigos; lo
someteremos a la prueba de la afrenta y la
tortura, para comprobar su moderación y
apreciar su paciencia.”
S ABIDURÍA DE D IOS
-«El Hijo del hombre va a ser entregado en
manos de los hombres, y lo matarán; y, después
de muerto, a los tres días resucitará.»
-«Quien quiera ser el primero, que sea el último
de todos y el servidor de todos.»
M EDITACIÓN
Estamos a principios de curso. Ante nosotros puede aparecer como superior a las
fuerzas el tramo de la vida por recorrer. Hasta cabe que pensemos que se nos está
probando injustamente, y que en tiempos tan recios, no se demuestra la bondad de Dios.
La naturaleza humana considera bendición todo lo que le agrada y se resiste a
comprender positivamente cuanto le supone sacrificio. Interpretamos que Dios nos
quiere cuando nos salen las cosas bien, y ante circunstancias adversas, que hemos caído
en desgracia.
La Palabra de Dios revela un sentido diferente de los hechos. A la luz de la suerte
del Crucificado, se puede comprender que son posibles al mismo tiempo la cruz y el
amor. Los cristianos recibimos la bendición con el signo de la Cruz.
Hace pocos días, con motivo de la peregrinación a Santiago de Compostela, al
finalizar el último día, daba gracias a Dios en voz alta porque volvíamos todos sin sufrir
daño. En ese momento preciso, uno de los nuestros se caía al vacío en la calle cortada, y
al golpearse la cabeza, sufría una herida sangrante y una contusión en el hombro.
Tuvimos que llamar al 112 y evacuarlo al hospital. Podría parecer que el accidente
rompía la razón de dar gracias a Dios. Pasamos la noche un tanto desvelados, invadida
la imaginación de hipótesis adversas. Era el momento de acreditar la confianza, de
abandonarse a la Providencia.
Cuando al amanecer se le dio de alta porque no se apreciaban daños graves,
comprendí aún más la razón de bendecir siempre a Dios. El golpe podía haber
ocasionado daños muy graves, y sin embargo, el peregrino pudo volver a casa con todo
el grupo. Suelo decir: “Sabemos lo que nos pasa, pero no lo que no nos pasa”. En este
caso fuimos testigos de lo que podría haber ocurrido y en cambio, no sucedió.
Iniciemos la andadura del curso con los ojos puestos en quien nos precede y
comprendiendo en todo la posibilidad de adelantar la experiencia de la Pascua, cuando
nos atrevemos a confiar en circunstancias difíciles.