XXV Domingo del Tiempo Ordinario B
Sb 2, 12.17-20; Sal 54; St 3, 16-4,3; Mc 9, 30-37
«Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque
enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará”. Pero los
discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaún
y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el
camino?". Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más
grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el
primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos".Después, tomando
a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno
de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al
que recibe, sino a aquel que me ha enviado". »
pedís y no obtenéis porque pedís mal, porque es para saciar vuestro propio
interés; San Pablo en la segunda lectura de la liturgia de la palabra de este
domingo nos quiere manifestar que Dios Padre no escucha nuestras súplicas porque
aquello que pedimos no está conforme a la vida a la que Él nos llama. Estas
palabras, con las cuales hemos escuchado ha terminado la segunda lectura, nos
exhortan a convertirnos, a abrir nuestro corazón a la gracia de Dios, a escuchar su
voz; pues ya el evangelio de Lucas nos dice: donde está tu tesoro allí estará tu
corazn; y es por esto que la Palabra de Dios no falla porque es verdadera, se
cumple, pues el mismo Seor en Mateo lo expresa: pedid y se os dará, tocad y
se os abrirá; pero si pedimos aquello que no nos lleva a la comunin con Dios
indudablemente Dios no nos lo va a conceder, y esta comunión con Dios es vivir en
su voluntad; por algo Cristo dice en el Getsemaní: Padre que pase este cáliz sin
que lo beba, pero no se haga mi voluntad sino la tuya.
Es importante haber iniciado el aporte del comentario a las lecturas del presente
domingo con la segunda lectura de Santiago, ya que en el libro de la Sabiduría se
contempla al justo como a uno que se le condena a muerte, pero el condenarlo a la
muerte, es con la intención de querer demostrar que su predicación y el Dios al cual
hace referencia no es verdadero. Es lo mismo que le sucede a Cristo en la cruz,
cuando los fariseos le dicen: si eres hijo de Dios baja de la cruz para que
creamos. Por ello que la primera lectura nos llama al abandono radical a la
Palabra y a las promesas de Dios; pues como dicen muchos Salmos: Dios al
justo no lo abandona.
En el Evangelio de este domingo nuevamente se hace presente el misterio de la
pasión de Cristo. Es importante señalar como Cristo instruye a sus discípulos sobre
su misterio de muerte. El mismo evangelio señala que los discípulos no entendían
pero tenían miedo a preguntarle; el mismo evangelio nos ilumina y nos revela
porque los discípulos no comprendían la instrucción. La figura del niño es
importante en el evangelio del presente domingo.
Retomando la segunda lectura, contrasta con todo lo que es un niño, y el niño está
en relación al justo de la primera lectura, pues lo propio del niño es el abandono
total y sin reserva a la confianza de su padre, por eso los discípulos no entendían la
instrucción que Cristo les daba con respecto a su pasión. El abandono y la
disponibilidad son signos profundos que el Evangelio de este domingo nos pone de
manifiesto para vivir la vida cristiana. Por ello, cuando Cristo dice: el que quiere
ser el primero que se haga el último y el servidor de los hermanos, significa que
cuando hay un abandono a Dios el servicio al prójimo es un acto de amor y de
comunión con el hermano, por ello las palabras de San Pablo que en sus cartas se
repiten: se hizo semejante a nosotros los hombres pero menos en el pecado.
Al respecto el Beato Papa Juan Pablo II nos dice: Ser servidor de todos es la
misin que el Hijo de Dios abraz, convirtiéndose en “siervo” sufriente del Padre
por la redencin del mundo. () Acoger a un nio podía significar, especialmente
en aquel tiempo, dedicarse a las personas de menor consideración; preocuparse
con profunda estima, con corazón fraterno y con amor, de aquellos a quienes el
mundo no tiene en cuenta y la sociedad margina. Así Jesús revela el modelo de los
que sirven a los más pequeños y a los más pobres. Se identifica con el que está en
el último nivel de la sociedad, se oculta en el corazón del humilde, del que sufre,
del abandonado, y por eso afirma: “El que acoge a un nio como éste en mi
nombre, me acoge a mí” (Juan Pablo II, Homilía del 22 de septiembre de 1985).
Nuestro actual Papa Benedicto XVI nos ha dicho: En el evangelio de este
domingo, Jesús anuncia por segunda vez a los discípulos su pasión, muerte y
resurrección. El evangelista san Marcos pone de relieve el fuerte contraste entre su
mentalidad y la de los doce Apóstoles, que no sólo no comprenden las palabras del
Maestro y rechazan claramente la idea de que vaya al encuentro de la muerte (cf.
Mc 8, 32), sino que discuten sobre quién de ellos se debe considerar "el más
importante" (cf. Mc 9, 34). Jesús les explica con paciencia su lógica, la lógica del
amor que se hace servicio hasta la entrega de sí: "Quien quiera ser el primero, que
sea el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9, 35).Esta es la lógica del
cristianismo, que responde a la verdad del hombre creado a imagen de Dios, pero,
al mismo tiempo, contrasta con su egoísmo, consecuencia del pecado original
(Benedicto XVI, Ángelus, 24 de septiembre de 2006).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar