Comentario al evangelio del Jueves 27 de Septiembre del 2012
Al menos Herodes mantenía la curiosidad, quería conocer a Jesús. La verdad es que su motivación
no era demasiado buena ni sus intenciones muy caritativas. Su frase empieza con un “A Juan lo mandé
decapitar yo.” Así que debía tener una manera un poco especial de tratar con las “novedades” que
aparecían en su reino.
Lo nuestro no es una novedad. Lo nuestro es una tradición de más de veinte siglos. ¿O no? Tenía
un profesor en teología que decía muchas veces que a los cristianos, a los seguidores de Jesús, Dios
nos espera en el futuro, nunca en el pasado. Quizá eso forme parte del hecho de ser “seguidores”, que
Jesús va por delante de nosotros y que no le alcanzamos nunca. Él va abriendo camino, desbrozando el
terreno. Allí donde nosotros estamos convencidos de que es imposible, él nos abre un camino a la vida
y a la esperanza. Así lo hizo con su resurrección. Y así lo hace tantas veces en nuestra vida.
La primera comunidad cristiana se vio obligada a buscar caminos nuevos. La novedad del
Evangelio no cabía en el estrecho mundo judío. Descubrieron, aunque con algunas dificultades, que
para ser cristiano no hacía falta ser judío. Más adelante, entraron en contacto con el mundo griego y
romano y los padres de la Iglesia, los Santos Padres de los primeros siglos, no tuvieron problema en
utilizar la lengua griega o latina para expresar el mensaje evangélico. No sólo utilizaron la lengua sino
también la cultura, la filosofía, todo. Así llegó el Evangelio a lo que por entonces era “todo el mundo.”
Lo nuestro es una tradición que siempre se está rehaciendo, reinventando, porque lo fundamental
no es mantener las formas de la tradición sino ser capaces de expresar lo fundamental de la tradición, el
mensaje del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, en todos los medios que sean necesarios para
que todos lo escuchen, comprendan y tengan la posibilidad de acogerlo en sus corazones.
Por eso, cuando leemos la primera lectura, nos podemos decir a nosotros mismos que sí, que
estamos en lo de siempre, que seguimos en el mismo empeño de los cristianos de todos los siglos,
anunciar el Evangelio, pero que estamos llenos de esperanza porque Dios mismo es el que anima
nuestro esfuerzo.
Fernando Torres Pérez cmf