XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
El Señor tiene palabras de vida eterna
Al finalizar el discurso del Pan de vida (Jn 6,60-69) son muchos discípulos los que
no aceptan el modo de hablar de Jesús. Habían presenciado la gran señal del pan
partido, pero no aceptaban ni su valor como signo ni la larga explicación dada por
Jesús al explicarles que se trataba de una señal que hablaba de él mismo, como
Pan de Vida, que es un don del Padre, que ha bajado del cielo y que en su entrega
hasta la muerte, como pan partido, da la vida al mundo, para que el que come de
este verdadero pan de vida que es su carne eucarística tenga vida eterna y la
promesa de la resurrección final. Muchos discípulos se marcharon al oír estas
explicaciones. La interpelación directa de Jesús a Pedro y a su Iglesia resuena
entonces con fuerza: “¿También ustedes quieren marcharse?”.
La respuesta de Pedro es la expresión de la Iglesia, que aunque muchas veces no
entienda todo lo referido al misterio de su Señor, sin embargo, tiene
permanentemente la firmeza de la fe y la conciencia de que Jesús es el Santo de
Dios. La fe es la firme adhesión a la persona de Jesús y a su enseñanza, al sentido
de sus hechos milagrosos y a la palabra que los ilumina. En esta fe petrina está
arraigada la gran tradición de la Iglesia. A partir del próximo mes de Octubre y
coincidiendo con el comienzo del Sínodo de los Obispos en Roma, dedicado a La
nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, se inicia el año dedicado
a la Fe, mediante la convocatoria del Benedicto XVI, sucesor de Pedro. Puede ser
un año dedicado a la profundización en los misterios de la fe y a evaluar la
respuesta individual y comunitaria de los cristianos en nuestra adhesión a la
persona de Jesucristo, para que nuestras vidas se vayan configurando según la
realidad gozosa que en cada Eucaristía celebramos, en comunión con el pan
partido, Jesucristo crucificado y resucitado, cuyo Espíritu da vida.
Esta vida del Espíritu se nos comunica especialmente mediante el único Pan de
Vida, que es Cristo Eucaristía y Cristo Palabra. En el fragmento del evangelio de hoy
se pone de relieve que las palabras de Jesús son espíritu y son vida. Es interesante
ver cómo este discurso joánico resalta la fuerza de la Palabra de Cristo uniéndola al
Pan de vida El Concilio Vaticano II presentaba la íntima vinculación entre el Pan y la
Palabra en la Dei Verbum 21: “La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas
Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la
mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la Palabra de Dios como
del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia”. Y Benedicto XVI la ha
ratificado al llegar a formular que “El Evangelio es el Cuerpo de Cristo” (Verbum
Domini 56).
La palabra del Señor en el libro de Josué proclama la liberación de la esclavitud
llevada a cabo por Dios, la realización de los grandes signos de Dios en medio de su
pueblo y la protección permanente del pueblo liberado para que viva en libertad.
Tras escuchar esta palabra el pueblo responde como había respondido Josué,
mostrando desde la libertad su disponibilidad de servir al Señor (cf. Jos 24,1-2.15-
18).
Esa disponibilidad en el amor para servir al Señor desde la libertad es la que
caracteriza también a la comunidad eclesial respecto a Cristo según describe la
carta a los Efesios. Tal actitud debe constituir a su vez la clave de todas las
relaciones en la vida comunitaria. Especial atención merece hoy el texto de Ef 5,21-
32, un texto siempre sorprendente y llamativo a la sensibilidad moderna acerca de
las relaciones en el interior de la vida matrimonial: “Las mujeres, que se sometan a
sus maridos como al Seor” (Ef 5,21). Es una cuestin a la que le he dedicado
mucho tiempo de investigación y cuyos resultados están publicados ampliamente
en otros artículos de exégesis científica. Aquí sólo la presento en síntesis con el fin
de iluminar actitudes y comportamientos que en la vida matrimonial generan
despotismo, violencia y muerte en las relaciones de pareja y que pudieran
legitimarse indebidamente desde la comprensión incorrecta de este texto.
El tema de la sumisión o subordinación de una persona a otra ocupa una parte
importante en los códigos de conducta del cristianismo primitivo. Pero del estudio
pormenorizado del verbo griego correspondiente (hypotassomai) en el Nuevo
Testamento se percibe un nuevo significado del mismo en cuanto exhortación a
tener actitudes de humildad, de servicialidad y de bondad en las relaciones con los
demás, que se pueden formular mejor con la expresión: ponerse a disposición de
los demás. Esta ética de la disponibilidad constituye un elemento específico de la
conducta propia y genuina de los cristianos, particularmente en el ámbito de la vida
matrimonial, como sacramento y misterio vinculado a la relación de amor y de
entrega mutua de Cristo con la Iglesia. De este amor profundo, que implica hasta el
sacrificio de la entrega de la vida, brota el altísimo valor sacramental del
matrimonio en la Iglesia católica, y la actitud de disponibilidad y amabilidad hacia la
otra persona en la relación de los cónyuges.
La exhortación a ponerse a disposición de los demás, que expresa la actitud de
servicialidad vinculada al amor, está presente al menos en tres textos del Nuevo
Testamento (Col 3,18-4,1; Ef 5,22-6,9 y 1 Pe 2,13-3,7) que tienen una forma
literaria común, denominada código doméstico . Creo que es mejor interpretar el
verbo griego hypotassomai en el sentido de la disponibilidad de los creyentes hacia
cualquier ser humano y, por eso, la traducción que propongo es la de ponerse a
disposición de alguien. De este modo se mantiene el componente
de ordenamiento que supone la raíz verbal, el de la humildad de situarse siempre
por debajo de los demás y el de la libertad del sujeto para comportarse de ese
modo. En castellano expresiones tales como ser sometido, estar sometido o quedar
sometido a alguien expresan un acto o un estado por el cual alguien queda privado
de la libertad respecto a un sujeto agente que lo somete. En los contextos de las
cartas neotestamentarias, la traducción de dicho verbo al castellano
como someterse no refleja el componente de libertad inalienable que debe estar
siempre presente en una conducta cristiana. En cambio la disponibilidad hacia los
demás es la expresión concreta de la buena conducta de los cristianos en el mundo
pagano. De este modo se revela una expresión dinámica del amor que, desde la
humildad de considerar superiores a los otros, situándose por debajo de ellos y
adoptando este talante de servicio a los demás, con toda libertad, expresa la
grandeza de la ética específicamente cristiana. Tal modo de comportamiento en los
creyentes tiene su primer fundamento en la experiencia cristiana del señorío de
Cristo y de su amor sobre todos los ámbitos de las relaciones humanas. No se
puede confundir la disponibilidad en el servicio a los demás con la sumisión a la
voluntad de los otros o la obediencia ciega a otras personas, pues la única voluntad
a la que un cristiano ha de prestar atención y temor es la de Dios. La disponibilidad
implica una atención permanente a las necesidades de los otros, pero no la
satisfacción de las pasiones y arbitrariedades humanas de otras personas en
cualquiera de sus múltiples manifestaciones, especialmente desde el ejercicio del
poder en el ámbito político, socioeconómico y matrimonial.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada
Escritura